nudozurdo – Tara Motor Hembra (Everlasting Records)

A Nudozurdo le toca ahora laureles y alabanzas. Es lo justo. Después de los golpes que ha recibido desde su nacimiento (el último, la salida de su batería), ese ente que inevitablemente toma la forma y la voz de Leo Mateos luce hoy más imperial que nunca. Tara Motor Hembra late y respira como la pequeña joya que es.

Cuando salió a la luz su predecesor, Sintética (2008, Recordings From the Other Side), Sergio Picón escribía en Muzikalia que Nudozurdo sería “uno de los grandes grupos españoles” de esta década. Se le podía acusar de exceso de entusiasmo, y más de uno lo hizo, pero en 2011 Nudozurdo ya es una de las mejores bandas del país. Y quien los situaba a rebufo de las bandas del momento verá hoy su error: la de los madrileños es una historia que se cuenta al margen de modas. Y eso sólo lo consiguen proyectos únicos.

Me encantó Sintética, y me enamoré como pocos de su debut (reeditado el año pasado), pero nunca pensé que entre las virtudes de Nudozurdo estuviera la de emocionar. Más concretamente la de emocionarme a mí. “Golden gotelé” lo hizo en la primera escucha, una mezcla bizarra de emoción y excitación inaudita. Ésa ha sido la vuelta de tuerca en el regreso de los madrileños, confeccionar un disco mucho más conmovedor que sus antecesores. Se percibe en la producción y en la instrumentación (hay violas en ciertas canciones), en la forma de cantar de Leo. Llámalo conmovedor, llámalo pop, llámalo algo grandioso. Qué más da.

A nadie le interesa, porque en toda esta catarsis Nudozurdo no deja de ser Nudozurdo ni por un instante. Sigue intacta su lírica, tan particular, de “chicas que son chicos”, de gente vestida “para contar muertos”, de la exposición del lado oscuro de todo. Sobrevive también su capacidad para crear ambientes desconcertantes, inductores al trance, potenciados en este disco con más distorsión (“Prueba/error”, “Conocí el amor”), programaciones electrónicas (“Sueño demo”) y mucho más minutaje (casi nueve minutos tiene ésa inyección en el córtex que es “Laser love”, con una línea de bajo hipnótica).

Y al final, lo importante de verdad: Tara Motor Hembra está lleno de grandes canciones, y de hermosos ejemplos al respecto de que la belleza está en el interior; la preciosa “Golden gotelé” lidera la lista de esto último gracias a su dudosísimo título y su asombroso contenido. De lo mejor del disco. Junto a ella, con nombres más asumibles, el elegante pop guitarrero de “No me toquéis”, la ruidista “Prueba/Error” (“porque hay chicas desnudas que están sangrando por dentro”), o las renegridas baladas de guitarras remotas (“Dosis modernas”, “El diablo fue bueno conmigo”) y violas volcánicas (“Mensajes muertos”). Y además, lo que ya nos habían enseñado: “Prometo hacerte daño” (¿la nueva “Ha sido divertido”?) y “Conocí el amor”, con Leo gobernando el Apocalipsis desde el mascarón de proa.

Uno de los discos del año. Ya.

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