Nudozurdo + La Débil – Sala Sidecar (Barcelona)
La expectación por ver a Nudozurdo en Barcelona aún es poca. Pocas decenas de buscadores, de curiosas/os que tiran de Myspace para descubrir música y no esperan a que su revista de turno lo haga por ellos, daban a la siempre querida Sidecar un aspecto majo pero no justo. Aunque pocas veces el público es justo en esta ciudad.
La Débil, sexteto ganador del concurso Demonova organizado por los compañeros de Supernovapop, salieron a inyectar tensión a un público aún frío, con cerca de 7 minutos de instrumental, que dieron paso a su salvaje torrente guitarrero, a camino entre la parte más interesante de El Columpio Asesino o Corcobado y la parte instrumental de las mejores bandas de post-rock. Sus letras, abrasivas y descarnadas, son un perfecto complemento que puso la guinda a su presentación en la ciudad condal.
Tras ellos, y por segunda vez en una semana (ya tocaron en el BAM), Nudozurdo venían dispuestos a despejar cualquier duda. Las instrucciones de los amigos madrileños eran claras: «En una sala pequeña os van a devorar». Y así nos metimos en el directo, con ganas de ser devorados por este proyecto que ha devuelto un poco de esperanza al rock independiente cantado en castellano.
«Utilizame» y «Viaja hacia mí», de su primer trabajo, ponían el punto de partida a una travesía que pronto comenzaría a resultar hipnóticamente diferente. «Ha sido divertido» puso el punto de partida. Su música sonaba intensa, sin perder un ápice de su bella oscuridad, la batería y el bajo martilleaban con precisión, y las guitarras comenzaban a herir. Leo, a los mandos, cantaba incluso sin llegar a cantar. Entrecortaba las letras, mezclaba otras, jugaba con ellas a su antojo. Hasta que llegó «Negativo».
De repente, ya no estábamos en Sidecar. El logo ponía algo parecido a «Rock-ola». En el escenario, uno duda si estaban Radio Futura, Golpes Bajos o Parálisis Permanente. Y en el público… cada uno bailaba (bailaba! en Barcelona!) a su manera. Unos movían la cabeza de lado a lado, otros saltaban y los más tímidos sólo deslizaban un poco sus pies. Pero todos bailaban al son de la música. «Era su voz». Alguien debió rodar la escena, pues estábamos siendo protagonistas de la historia. No tengo duda.
Despertamos del sueño cuando Leo comenzó a gritar «¿Habeis sentido alguna vez, ganas de desaparecer?», mientras la banda iba desgranando los capítulos de «El Hijo de Dios», su tema más celebrado. Y sí, hemos sentido ganas de desaparecer muchas veces, aunque esa noche ninguno de los presentes sintiera algo parecido ni por asomo.
Un bis, un tema nuevo que no hace más que reafirmar nuestras sospechas, puso punto y final a este gran encuentro entre Nudozurdo y Barcelona. La siguiente vez habrá mucho más público, quizá incluso demasiado, y algunos afortunados comenzarán a explicar aquella historia del concierto del Sidecar de septiembre de 2008, cuando apenas un centenar de almas unieron sus energías bailando juntas mientras la historia cambiaba…