Paul McCartney (WiZink Center) Madrid 10/12/24
Paul McCartney es uno de esos artistas que lo trascienden todo; el simple hecho de verlo aparecer en el escenario portando su icónico bajo Höfner casi 60 años después de su primera visita con The Beatles a nuestro país, dispara nuestras endorfinas, la serotonina, dopamina, oxitocina y todas las cosas acabadas en «ina» que se puedan asociarse a la emoción y la felicidad.
Y es que cualquiera que haya podido disfrutarle en directo en esta gira que huele a despedida, habrá notado el escalofrío que produce ese repaso de cerca de tres horas a su historia musical, que es también la nuestra y la de varias generaciones. Consciente de su grandeza, pero alejado de ese halo de endiosamiento que podría permitirse más que ningún otro artista del planeta, se muestra humilde, cercano, cariñoso…. chapurrea en español y se divierte. Lo pasa en grande y lo contagia.
Paul McCartney más que una estrella, es un cartógrafo de emociones, un alquimista de melodías que durante más seis décadas ha logrado destilar lo cotidiano y lo sublime en canciones que son eternas. Desde los primeros acordes que electrificaron al mundo con The Beatles a Wings, o desde sus interesantes discos en solitario, ha ido tejiendo puentes entre generaciones demostrando que lo bello es capaz de resistir el paso del tiempo y permanecer en lo más profundo para siempre. Su capacidad para capturar la esencia de lo humano –el amor y su pérdida, la juventud que se evapora, los anhelos que sobreviven al desgaste de los años– convierte su música en un mapa para navegantes de la propia existencia.
Su gira Got Back (volví) es justo eso, una vuelta al pasado, pero con los pies en el presente. Un torrente de recuerdos que atraviesan, de sentidos homenajes a amigos que no están, pero también de cariño a quienes le acompañan y arropan ahora y desde siempre. Nada menos que treinta y cinco composiciones con las que recorrer todas sus facetas conocidas, donde el pop, la psicodelia, las baladas, el folk acústico o los ramalazos más rockeros, nos hacen transitar por un viaje caleidoscópico que desde la energía chispeante de «A Hard Day’s Night» y «Drive My Car», que encapsulan la efervescencia juvenil de los primeros años de The Beatles, nos hace pasar por la sofisticación melódica de una «Blackbird» tocada desde lo más alto, a lo más íntimo como en esas «My Valentine» dedicada a su esposa Nancy Shevell o «Here Today» dedicada a Lennon. Un Lennon muy presente en gran parte del show, con quien realiza un bonito dúo desde el infinito en «I’ve Got a Feeling» o a quien agradece haber escrito una canción como «Now and Then» que pudimos disfrutar en su versión definitiva el pasado año y que sonó especialmente emocionante, desatando torrentes de lágrimas entre el personal.
Su «hermano» George Harrison también tuvo su momento en la grandiosa «Something» de Abbey Road (1969) que empezó a tocar con un ukelele regalado por éste y que terminó creciendo hasta ese festín melódico tan memorable. Viajó en el tiempo para recuperar «In Spite of All the Danger», la primera canción grabada por su primera banda, The Quarrymen, donde estaban John Lennon George Harrison, el pianista John Lowe y el baterista Colin Hanton. Hubo momentos para Wings con esas «Letting Go» y «Jet» de aires setenteros, la mítica «Band on the Run» y el despliegue pirotécnico de «Live and Let Die» ¿La mejor canción compuesta para una película de James Bond? Yo digo sí.
No faltaron las esperadas «Let It Be» y esa fiesta colectiva que es «Hey Jude», ni el nervio de «Get Back» y cuando todo parecía terminar, nos sacudió con el latigazo rockero de «Helter Skelter» (sí, este señor desatado tiene 82 años, no es un doble) y encadenando para despedirse tres de las canciones de la parte final Abbey Road (1969), «Golden Slumbers», «Carry That Weight» y claro, «The End». Mejor imposible.
Fotos Paul McCartney: Live Nation