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Pony Bravo – Trópico (Telegrama)

Hacer una reseña de Pony Bravo no es tarea fácil y lo digo para bien, pues si algo hay que destacar de los sevillanos es que no suenan a nadie, básicamente son ellos mismos. Libres de toda etiqueta y sin seguir patrones anglosajones, bebiendo de fuentes tan dispersas como nuestro propio folk (copla, psicodelia flamenca, rock progresivo andaluz) pasando por ritmos afro-funk, caribeños y tribales hasta krautorock, dub, lo-fi o sonidos western, han logrado erigirse como una de las bandas más personales e interesantes del panorama nacional.

Su trayectoria no ha sido lineal, precisamente por esa búsqueda de originalidad y el empeño en huir del circuito “mainstream” que los diferenció del resto de bandas nacionales tras tres discos notables y revolucionarios desde el surrealismo andaluz, bebiendo de la psicodelia de Triana o Smash y del humor dadaísta de No me pises que llevo chanclas con los que se dieron a conocer, gracias a canciones como “Ninja de fuego”, “La Rave de Dios” o “El político neoliberal”, donde desplegaron ironía y sarcasmo haciendo denuncia social a ritmo de baile y electrónica. Volvieron tras seis años que se hicieron largos con Gurú (2019), un disco interesante pero donde se adentraron en terrenos más experimentales y alejados de la zona de confort de sus seguidores.

Ahora regresan con sonidos nuevos y místicos, buscando el exotismo y la experimentación. Ya el título del disco, Trópico, desvela esa búsqueda y la mezcla de diferentes géneros, dando como fruto melodías frescas y originales, pero manteniendo su sello característico y logrando una simbiosis perfecta entre sus ambiciones musicales y señas de identidad, ofreciendo un disco maduro a nivel de registros musicales sin perder su voz propia.

“Chichén Itzá” nos transportan al mismo Yucatán con bases electrónicas tribales y guitarras rítmicas en una atmósfera ambient, para hacer denuncia social a través de su letra (“Sólo mi tribu verá el partido”) (“Sobrevive el que más arrasa”). Continúan con la ironía surrealista a través del pegadizo estribillo “C´est chic c´est bon”, como ya hicieron en “Noche de setas”, donde a través de ritmos tropicales hacen referencia a la cultura popular sevillana (“Ondea el martillo en Semana Santa”) para desprender todo el sarcasmo en aquellas paradojas sociales del primer mundo, desde el tecnocapitalismo y la dominación tecnológica (“Mejor tener wifi que fe”) hasta el turismo desmedido y la gentrificación (“Torre de lodo/ fiebre del oro”) (“Costalero crea tu dinero”).

En “Piedra de Gaza” recurren al krautrock más progresivo a ritmo motorik de los sintetizadores y el poderío bajístico de Pablo Peña marcando el drum beat, que acompañan los coros tribales y la voz rítmica de Dani para ofrecernos una orgía psicodélica en una de las composiciones más contundentes musicalmente, dando una lección de virtuosismo experimental al estilo de grupos como Neu!

En «Jazmín de Megatrón», tal como hicieron en “La Rave de Dios”, nos regalan una coctelera lisérgica de funk, música disco y ritmos rumberos donde ofrecen humor chispeante y pachanga para sacarnos una sonrisa a través de ese humor absurdo tan característico (“Dar fiesta /Pulir fiesta”) y del surrealismo andaluz (“Quillo quillo”; “Cuando el Curro lleva razón/ que razón lleva”) para rendir homenaje a sus amigos como Marcos y Fernando Junquera de Betunizer o Pau Rodríguez de Za! (“Pau es Legolas”; “Los hermanos Junquera/ Te tocan todo lo que quieran/ Lo hacen todo bien”). Destaca también “Monte y foresta”, donde continúan a ritmo de cumbia rumbera con punteos de guitarra afilados y la potente voz de Daniel Alonso, dando ese toque exótico y frescura a través de silbidos y palmas, rememorando a ese “Guarda Forestal” de su primer trabajo.

Tras el oscuro monte, brilla ahora la felicidad y el sol con “Magic Feeling”, un tema de ritmo tropical que acompañan de coros disco-funk haciendo un homenaje a la música de baile de los 80 y al italo-disco. Se incluyen varios instrumentales como elementos de transición, donde tiran del krautrock muy a lo Tangerine Dream, acercando la música electrónica a lo espacial y atmosférico en “El Sueño de Roy Batty”, corte que abre el disco con una dulce melodía tropical, “Primeros pobladores” con sonidos selváticos y bases drum o “El Antiguo Bizco” una mezcla electrónica de sonido western con toques de guitarra flamenca y elementos de la naturaleza (¿será en referencia al antiguo bar de Sevilla?).

Finalizan con dos de los temas más destacables que han sido lanzados como singles previos. “Linda” con ecos a “Ninja de Fuego”, en el que rememoraron la zambra de Manolo Caracol, pero en esta ocasión transportándonos al exotismo azteca a través de la percusión de Darío del Moral y el vibráfono de Javi Álvarez.

Cierran con “Reflejo Exacto” y su pop electrónico con una elegante base, donde nos recuerdan el futuro distópico haciendo referencia a la serie “Black Mirror” en frases hechas que son sentencia (“Espejo blanco en ti confío/ No me dejes quejarme nunca más/ Espejo blanco en ti confío/ El amor no se pide/ Se da”).

Estamos de celebración porque Pony Bravo vuelve en plena forma con un disco lleno de matices, donde los sevillanos siguen sorprendiendo. Un collage musical que refleja de nuevo el imaginario propio de la banda y sus ansias de ir siempre más allá, y que nos demuestra que el pony sigue galopando.

Corre Pony!

Escucha Pony Bravo – Trópico

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