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Poppy – I Disagree (Sumerian Records)

Poppy sería una presa fácil del mundo de hoy: lo mismo podría ser aupada a los cielos por su exposición como icono mediático en Estados Unidos como ser vilipendiada por esa nebulosa que es la apropiación cultural o acusada de sumergirse en demasiadas influencias. Personalmente, me da un poco igual si todo ello sigue contribuyendo a la bizarrada que la artista de Boston tiene en progreso desde 2016, fecha en la que publica su primer lanzamiento, el EP Bubblebath.

I Disagree es la última locura de Moriah Rose Pereira, su nombre real (quizá lo único que haya detrás de esta personalidad de YouTube, artista visual y musical), y es la tercera en formato de larga duración. No sabría decir si hay que tomárselo a broma o en serio, pero sí estoy convencido de que esta nueva transformación responde a un plan meticulosamente trazado de metamorfosis inversa, de mariposa frágil a oruga con pinchos, de pop de chicle y la candidez a una especie de olla donde caben (casi) todos los estilos y una cara sangrienta. Seamos sinceros: tres cuartas partes de Poppy son imagen, y la suya actual ya no es la de chica sacada de un videojuego o de celebridad juvenil que coqueteaba con la estética de ídolo asiática, sino la de una black metalera de los 90 que bien podría haber participado en la quema de alguna iglesia noruega de la mano de Varg Vikernes.

Pero de nuevo, nada parece lo que es. Este disco tiene una peculiaridad que lo hace interesante. Quitando algunas canciones de la segunda parte (“Sick of the Sun”, “Nothing I Need” y “Don’t Go Outside”), donde parece que se serena el asunto con una vuelta al bubblegum pop o al fenómeno fan de instrumentación casi cercana al dream pop, el resto de los temas se desintegran en varias fases, como un cohete lanzado al espacio, donde cada equis segundos se van dejando caer partes de un todo. Me explico: “Concrete”, el tema que abre, define muy bien esta situación. Tras una psicópata introducción, siguen unos riffs de guitarra hiper sintetizados que dan paso a varios segundos de homenaje J-pop o K-pop, para continuar con algo parecido al nu metal y cerrar con un pop empalagosísimo antes de reiniciar el bucle.

El tema homónimo al álbum se adentra más en ese metal un tercio oscuro un tercio pop un tercio algo, que bebería directamente de Evanescence, apuntalados todos ellos tanto en voz como en instrumentación, si bien es en “Fill the Crown” y en “Bite Your Teeth” donde se ve más esa “pureza” (es decir mucho, muchísimo) del metal alternativo. En “BLOODMONEY” y “Anything Like Me” decide centrarse en melodías cortantes con partes vocales que parecen invocar a Yolandi Visser, mientras que “Sit/Stay” va más hacia la electrónica con tintes nórdicos, interrumpida por episodios de carga vocal y por ese estilo que popularizaron en los noventa las BSO de Spawn y de Matrix, donde lo mismo valían berridos que loops que guitarras que ambientes de texturas.

Y cierro con dudas: el hecho de que el disco dure menos de 40 minutos no sé si es un bajón para aquel que pueda llegar a engancharse a semejante rareza o una bendición para el que esté más cerca de la esquizofrenia o mal de los nervios. Tomar como canon conceptual un cambio de ritmo cada veinte segundos puede estar muy bien para el ciclismo en pista, para las relaciones sexuales o para un discurso político, pero no sé si para un disco de este tipo, a no ser, claro, que uno se aproxime a él con esa curiosidad insensata del que no sabe, ni de lejos, a lo que se enfrenta.

Escucha Poppy – I Disagree 

 

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