Conciertos

Queen – Palau Sant Jordi (Barcelona)

Hay grupos que parecen empeñados en ensuciar su pasado glorioso, y Queen son sin duda unos especialistas en ese terreno. No contentos con firmar una década de los 80 más que mediocre y, tras la muerte de Freddie Mercury, excederse en temas inéditos, recopilatorios, conciertos homenajes, … llegaban a España con una gira de dudosa credibilidad y cuyo resultado ha sido decepcionante para los miles de fans que, en su mayoría, nunca tuvieron la oportunidad de verlos en directo.

Y es que Queen eran provocación, innovación, riesgo, fuerza encima de un escenario,… pero por encima de todo, Queen era Freddie Mercury. Imperdonable la caradura de grupo y promotores al anunciar la gira como la vuelta de Queen, cuando tan sólo hay 2 miembros del cuarteto original y encima funcionando a un 25%.

Mal empezaron las cosas con el considerable retraso inicial, debido a un mal cálculo de tiempo en el desplazamiento de Madrid a Barcelona, pero mucho peor fue escuchar “Lose Yourself” de Eminem mientras se apagaban las luces. ¿Era esa la sorpresa anunciada para 20 minutos antes del inicio?

Tras los compases de “Reachin’ Out”, se abrió el telón y sonaron los primeros guitarrazos de “Tie your mother down”. Fue vibrante, en parte por la emoción de ver a Brian May y Roger Taylor encima del escenario, y en parte por ser un tema contundente y que contó con un buen sonido.

Fue entonces cuando sonó “Can´t get enough of your love”, de Bad Company, y se constató lo que muchos imaginábamos: los temas que iba a aportar Paul Rodgers de sus bandas sólo servirían para parar el ritmo del concierto ante un público ansioso por escuchar temas de Queen. Además, sus movimientos y giros al estilo Bisbal (a cámara lenta eso sí), sus juegos con el pie de micro y su falta de fuerza en el escenario, tampoco ayudarían mucho a que el ritmo del concierto no se viniera abajo constantemente.

“I want to break free” fue la primera concesión a un público con ganas de escuchar temas de los 80, la época más comercial y accesible de la banda, antes de que nos sorprendieran al interpretar “Fat bottomed girls” de forma correcta e incluso agradable, un tema incluido en “Jazz” (1979), disco que daba carpetazo a la época dorada de Queen, la de los 70, la de verdad, con discos enormes como “Queen II” (1974), “Sheer Heart Attack” (1974) o “A night at the opera” (1975).

El primer bofetón llegó con el destrozo material de “Crazy little thing called love”, que incluyó unos segundos con Rodgers a la guitarra, que practicamente ni tocó. Allí comenzó a notarse la sensación de que eran una banda dispersa y que iba perdida la mayor parte del tiempo, en especial por culpa de Roger Taylor, antaño un potente pegador, y que a día de hoy no es más que un batería carente de velocidad, de fuerza, de precisión, y sobretodo de forma física. Temí que en cualquier momento se fuera a morir de un infarto o un ataque de asma.

Si bien Brian May mantuvo el tipo, como demostró en la interpretación de los clásicos “39” y “Love of my life” (con todo el público coreando el tema que iba dedicado a Freddie), Roger Taylor no debería volver a subirse a un escenario y dejar así intacto su pasado. Porque no contento con no poder dar ritmo a un concierto ya de por sí lento, el amigo Taylor se marcó un “I´m in love with my car” horrible, tocando y cantando al mismo tiempo (cosa que antes hacía sin mucha dificultad, como en “Live Killers”) y se atrevió a cantar “These are the days of our lives” y “Radio ga ga”, dónde la vergüenza ajena nos inundó al escuchar la batería enlatada en una caja de ritmos!! No podía creer que esos que estaban haciendo el ridículo fueran los Queen que tanto me habían gustado en su día.

Antes de eso, Brian May se marcó el solo de 10 minutos de “Brighton Rock”. Errático e impreciso, pero conservando el carisma, May mantuvo el concierto como pudo, aunque tampoco le hizo mucha falta cuando encararon la parte final del concierto, con los ‘clásicos’ “I want it all” y “A kind of magic”, que el público coreó de manera incansable.

Ahí llegó el que para mí fue el mejor momento de la noche, “Bohemian Rhapsody”, con una pantalla de video en la que se veia (y se oia) cantar a Freddie Mercury acompañado de su piano. Uno siempre soñó con cantar ese tema en un concierto, y a pesar de las circunstancias, fue emocionante, aunque era curioso comprobar que mucha gente no conocía el tema, y en cambio cantaban como locos con uno de los primeros temas del bis, que no fue otro que “All right now” de Free.

El clásico final de sus conciertos, con “We will rock you”, “We are the champions” y “God save the Queen”, sirvió para que abrieran las luces y despertáramos de la pesadilla en la que se había convertido el concierto. Llegó entonces el momento de la reflexión, de acordarse de los temas olvidados (demasiados), de los temas que sobraron (no era el día para los aportados por Rodgers), de la pobre imagen que había dado la banda, de la forma física de Roger Taylor, de la velocidad que un día tuvieron los dedos de Brian May, … nos acordamos de muchas cosas, pero ante todo de Freddie Mercury. Él ha sido uno de los vocalistas más importantes de la historia del rock, un excelente compositor, y un animal escénico absolutamente insustituible.

Fue entonces cuando comprendimos que nunca debimos haber sido complices de esa farsa que, bajo el nombre de Queen, pasó por nuestro país. Porque para hacerlo de esa manera, el espectáculo no debería continuar…

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