Refree – Café La Palma (Madrid)
Hace no demasiado tiempo hablé aquí de un concierto de Refree en La Palma. Y no, no era una visión futurista en plan Nostradamus, sólo que hoy voy a hablar de lo mismo. Y es complicado aportar cosas nuevas. Celebraba el café “La Palma” su aniversario ¿Y qué ofrecen al público para tan especial ocasión? Este proyecto tan íntimo de Raül Fernández sobre un escenario y el francés Dominique A a los platos. Así que, la noche se presentaba interesante.
“Quitamiedos” es un disco íntimo, pero que rezuma biografía universal. Y sólo aquellos que también respiran silencio son capaces de escribir lo suyo pero de modo que parezca que están contando la última vez que tú sentiste la soledad o el temor a ser peor que ayer. Raül es uno de esos tipos. Sus letras, sus melodías, los arreglos… todo ello unido de un modo coherente para sonar intensamente simple y cercano.
Esta vez no estuvo Abel Migala para emocionar como en el disco y en el directo anterior “Feo y malo“, una de las mejores canciones del álbum. Los temas nuevos siguen en la misma línea personal, rozando el emo, susurrando palabras coherentes, gritando melancolía. Lástima que muchas veces haya palabras que no se entiendan. “Contra”, posiblemente el tema más accesible de Refree, volvió a estremecerme como la primera vez que la escuché en este mismo espacio. Y “Bolero sin querer”. Y, sobre todo, “Quitamiedos”. Y sí, hubo mucho ruido durante la actuación, demasiado para unas canciones cuyo principal ingrediente es la desnudez. A destacar los desarrollos instrumentales, uno de los puntos dónde más se percibe todo el bagaje musical de Raül, que sonaron compactos, con un toque jazz muy sugerente.
Los parámetros de Refree son cercanos a los de Nacho Vegas o Nick Drake. Hay personalidad y un sentimiento triste muy parecido al que sientes cuando para de llover: no hay angustia ni ansiedad, sólo tristeza limpia y agradable.
Y luego llegaron los franceses, en masa, acoplando su cuerpo en cada recoveco para ver pinchar a Dominique A. Y teniendo en cuenta que el oxígeno escaseaba, que uno me amenazó (“traggggnquila que te doy”- juro que sólo intentaba salir y que no le pisé voluntariamente), y que el calor era cercano al propio de un desierto a las 3 de la tarde decidimos huir.