Saint Etienne – The Night ([PIAS])
Hace tiempo que Sarah Cracknell, Bob Stanley y Pete Wiggs pusieron el cerrojo a la fábrica de hits bailables con la que pusieron color y calor a la pista de baile en los noventa, convirtiendo en artefactos de obligada escucha a sus excelentes recopilatorios Smash The System: Singles And More (Heavenly, 2005) y London Conversations – The Best Of Saint Etienne (Heavenyl, 2008).
Asentados cómodamente en una plácida madurez compositiva alejada de los focos y las urgencias, los británicos afrontan un nuevo trabajo conceptual quien sabe si para evitar repetirse o caer en la autoparodia, como vienen haciendo de algún modo desde Sound Of Water (Mantra/Everlasting Records, 2000). Es por ello que debemos afrontar la (reposada) escucha de esta sucesión de ritmos acuosos y taciturnos como un ejercicio de desconexión que bien podría acompañar a una conducción nocturna por carreteras secundarias.
Entregarse a los recitados de Sarah Cracknell a modo de locución de un programa de madrugada en una emisora ficticia para quienes habitan cuando la mayoría descansa, se revela como un remedio más que aconsejable para apartar demonios de diversa naturaleza y fijar la atención en lo etéreo y abstracto de la experiencia vital. Algunas pistas toman forma de canción más o menos estándar como es el caso de la celestial letanía de “When You Were Young” y “Alone Together” o la dulce y susurrante “Gold”, lo más cercano a un single que encontrarás aquí, manejando la nostalgia como pocos saben hacer, pero en general, predominan los cortes que aparecen y desaparecen dejando una enigmática huella y alejándose de lo concreto y tangible. Es en ese momento en el que estás empezando a perder el contacto con la realidad, acariciando la duermevela, donde habitan la mística repleta de extraña levedad de las epatantes “Preflyte” y “Half Light”, sin duda dos de las cimas del álbum, o esa hipnótica mirada a la épica contenida que es “Hear My Heart”.
La sensación de estar ante de un conjunto de melodías en cámara lenta que seducen sin prisas, prevalece mientras el oyente se deja mecer aparcando cualquier atisbo relacionado con sus expectativas y desprovisto de injerencias inoportunas, entregado en cuerpo y alma a un recorrido marcado por paisajes oníricos y escapistas. Como bien propone “No Rush”, las prisas están prohibidas en esta inmersión espectral alejada del mundanal ruido que muestra a unos Saint Etienne siempre interesantes y reivindicables en sus diferentes formas de manejar la fórmula del pop.
Ahora que David Lynch, agitador inclasificable de lo oscuro y enigmático, nos ha dejado, escuchar este The Night, preferiblemente con auriculares y dejándose llevar por su envolvente amalgama de ritmos crepusculares y su marcado pulso entre lo lisérgico y lo embriagador, se antoja una de las múltiples maneras pertinentes con las que poner banda sonora a las imágenes recreadas por el genio de Missoula.