Stereophonics – You Gotta Go There To Come Back (V2)
Con Stereophonics se corre un riesgo, y es el de tomárselos en serio. De optar por esa alternativa, sus trabajos están repletos de pegas, fallos y momentos muy discutibles. Ahora bien, si se les considera más a la ligera, es un grupo inofensivo, más amable y bastante más soportable. Desde esa segunda división donde se han instalado cómoda y deliberadamente, hacen su trabajo sin apenas estorbar y aceptando su condición de aspirantes a cabeza de ratón, claudicando ante la posibilidad de ser la cola de ese envejecido y famélico león que es el brit pop.
You Gotta Go There To Come Back es su cuarto trabajo, y en el que, sin renunciar a sus “principios” –ya se sabe, un poquito de carraspeo por aquí, algún guitarrazo por allá…-, presentan algún momento notablemente más interesante que en sus anteriores discos, hasta el punto de convertirlo en su mejor larga duración. Esto no significa que sea un gran disco, ni mucho menos: es un álbum que funciona, muy competente y mucho más basado en el trabajo que en la inspiración.
Los mejores momentos del disco se presentan cuando el trío se acerca al universo de Weller y Style Council, que se reflejan en dos muy buenos temas como son “Maybe Tomorrow” (el mejor corte del disco) y la bonita “Climbing The Wall”, en los que los juegos vocales y la contenida instrumentación anulan la cierta tendencia a la grandilocuencia que el trío suele exhibir en bastantes ocasiones. Dos canciones que flanquean “Madame Helga”, el tema que se supone la estrella del disco y que se trata de una propuesta de hit tan resultón como sencillo, aunque con un estribillo bastante deudor de determinadas claves de, ejem, Screamadelica (01) (la manera de tratar los coros, por ejemplo, y que repiten en la interesante “Jealousy”).
Por lo demás, nada nuevo bajo el sol: temas buenos-y-punto como “Nothing Precious At All” o “Help Me” –canción que hubiese salido ganando si la hubieran dejado en los tres minutos y pico habituales: los siete se hacen excesivos, sobre todo por las dificultades que la banda tiene para mantener el nivel- y temas menos buenos como las pretenciosas “Getaway” o “Rainbows & Pots Of Gold” (premio al título más cursi del año). El álbum lo completan aplicados ejercicios de pop-rock como la potente “High As The Ceiling” –otro apreciable tema- y medios tiempos como el ramplón “I’m Alright” (de nuevo, esos problemas para controlar el minutaje) o “Nothing Precious At All”, una edulcorada balada que podría pasar perfectamente por un exitazo de Bryan Adams.
El resultado global no pasa de correcto, pero ni mucho menos cae en el aburrimiento mortal que provoca buena parte de su discografía anterior. Es un álbum ligerito y digestivo que se escucha sin problemas, de los que miran de reojo a las emisoras convencionales pero con cuatro o cinco canciones muy por encima de la media (suya). Vamos, que con otro disco como éste, tienen el ascenso asegurado.