Suede – Multiusos (Santiago)
Mantengo de siempre una relación son SUEDE algo especial. En su momento los detesté con Suede, no los entendí con Dog man star, me entusiasmaron por sorpresa cuando apareció Coming up, los aburrí poco después ante la sobreexposición de este disco, me enamoré perdidamente de ellos ante mi redescubrimiento de Suede y, sobre todo del colosal Dog Man Star, me decepcionaron con Head Music y finalmente los dejé de lado ante una (única) escucha de su último disco del que no recuerdo ni el título. Personalmente -y creo que podría decir que es la opinión mayoritaria- los considero acabados creativamente, como una especie de Metallica del pop británico que únicamente tiene opciones sobre un escenario tirando de greatest hits, oficio, tablas y profesionalidad. No sería de extrañar ( y en cierto modo creo que sería deseable) que tras esta gira el fin del grupo fuera un hecho.
Pero claro, ¿quién se resiste a la oportunidad de escuchar «Animal Nitrate», «The Wild Ones», «Trash» o «So Young» una vez más?, ¿quién se resiste a ser partícipe de los suspiros, sudores, gritos, afonías y celebración colectiva en las que derivan sus conciertos?, ¿quien se resiste si, además, ello va a ocurrir a una hora en coche de tu casa y sabes de antemano que Brett Anderson & co. raro es el día que fallan sobre las tablas y el profundo respeto que sienten ante sus fans?. Pese a todas las reticencias del mundo, había que ir. Quizá sea la última oportunidad… de ver a uno de los grandes grupos de los 90 y qué demonios, en los niveles musicales donde uno se mueve raro es encontrar a un grupo de audiencias más o menos grandes, con fans coreando sus canciones, gente botando y atmósfera ceremonial.
El concierto en cuestión se celebraba en el Multiusos del Sar en Santiago, un recinto cuya lamentable acústica ya ha abortado más de un concierto que se prometía glorioso, si es que nombres como Smashing Pumpkins o Saint Germain merecen ser bañados por tal calificativo. Unos SUEDE inteligentes y previsores acotaron la entrada. La gradas se cerraron y todo el público se congregó en el foso. Estaba clara la intención: concierto físico, de cuerpo a cuerpo y nada de fans entrandos en edad observando al grupo sentados. Bien. Para ello deberían cambiar lo que se anunciaba en la promo de su último trabajo, en el que aseguraban que los conciertos serían 50% repertorio de del disco a presentar y 50% clásicos de la banda. Afortunadamente, como ya ocurriera en la gira de Head Music, nos volvieron a mentir. Desde el mismo momento que arrancan con una soberbia lectura de una cara b de la época Coming up («Europa…») lo dejan claro: esto va a ser un acto de comunión público-artista.
Solamente cayeron 5 temas del reciente trabajo en los que se evidenció que ni el más fan lo ha recibido de buen grado. A excepción de «Obsesions», cada vez que Brett anunciaba «éste es un tema de nuestro último álbum» el mutismo y la indiferencia era la respuesta. En dos ocasiones tuvo incluso que pedir los aplausos en una faceta populista que no toleraríamos a nadie, pero, por cariño, a SUEDE siempre se le ha disculpado. No es de extrañar, por momentos parecían los Stereophonics en plena balada babosa, con el hortera del mechero siempre dispuesto a recordártelo con mas intensidad. Y se acaban los peros… por que le resto del concierto Uff!!!
Sí, por que de repente entra «So Young» y uno se olvida del deficiente sonido, de que ya estamos más cerca de los 30 que de los 20 y el corazón lo sientes en un puño. Y si lo enlazan con «New Generation» y la siempre preciosa «The Wild Ones» te das cuenta que tu garganta se ha desacostumbrado a gritar como un poseso ante la ausencia de grupos de estas características (¿Travis?…venga ya!!!!!). Brett se sube a las pantallas de sonido y suspiramos. Te das cuenta que pocos tienen su carisma, su magnetismo sobre las tablas y pese a su algo deteriorada imagen sigue siendo un animal escénico sin parangón que te contagia de tal manera que no te queda más remedio que unirte . En efecto, que nadie piense que aquella imagen salvaje, peligrosa y erótica de la primera época o en el glamour refinado, anoréxico e innacessible de Coming Up. Pensad en un cruce entre el River Phoenix de Privata Idaho y Calvin Johnson de Beat Happening. Pensad también que su contrapunto Neil Colding ya no está a los teclados y que sus coros se echan (mucho) en falta. Pero en fin: «Metal Mickey», «Filmstar», «Trash» o «Animal Nitrate» pueden con todo y contra todo. Y el suspiro se prolonga.
Tras su salida del escenario retornan y llega «el momento». Al menos para mi. Han sido fans y se nota. Porque salir solo con guitarra acústica y rescatar por sorpresa la soberbia «The Living Dead» (otra cara b perdida en el olvido y para mi uno de los mejores temas de toda su carrera) para el bis es algo que, de verdad, por lo emocional, lo inesperado y lo que tiene de gesto solo-para-los-fans-acérrimos, apelan a la fibra sensible y no tienes palabras de agradecimiento, solo dejarte llevar y dejar tu último aliento hasta que deciden cerrar en plena apoteósis con «Beatiful Ones» con un público derrochando pasión por los cuatro costados.
Al final, sonrisas, gotas de sudor, sensación de que «aún no me lo creo» y, evidentemente, un pequeño poso agidulce. Dulce: ha sido el mejor concierto que a estas alturas el grupo puede ofrecer. Agrio: ellos no son lo que eran (no nos engañemos) y lamentablemente, nosotros tampoco. Había que coger el coche y volver a casa rápidamente. Nuestros padres y/o jefes no lo entenderían. Y no estamos por la labor de que las asignaturas que nos quedan de carrera se eternicen indefinidamente con una salida del hogar familiar por la puerta de atrás o de perder nuestro puesto de becario puteado haciendo telemarketing con una sonrisa servil en los labios. Cada uno que escoja su opción. Yo, tras venir en el coche escuchando Suede, me dormí con el ultimo disco de Migala de fondo. Porca miseria!