Tamar Aphek – All the bets are off (Kill Rock Stars)
Tamar Aphek no es una recién llegada, aunque este All The Bets Are Off sea su disco de debut. Lo es en solitario, pero la israelí ya atesora una década de experiencia como compositora para otros artistas y como miembro de alguna que otra banda. A nuestro país, que yo sepa, este primer disco a su nombre es lo primero que nos llega de esta extraña y arriesgada artista con mayúsculas. Todo un desafío para los sentidos que invita, igual que lo hacía Baudelaire en su ensayo El Pintor de la Vida Moderna, a amar la belleza general pero no descuidar la particular, la circunstancial. Un punto de vista que, aplicado a la música, ya hemos transitado a través de numerosas bandas y artistas de noise rock, free jazz y otros estilos vanguardistas y rompedores, pero que sigue sorprendiendo cada vez que aparece un nuevo nombre que, en vez de surcar a toda velocidad las autopistas que llevan al éxito comercial, prefiere forjar su personalidad caminando descalza por los pedregales.
Eso hace Tamar Aphek en este disco, invitarnos a caminar con ella por dolorosas sendas llenas de gravilla que nos hieren las plantas de los pies a cada paso. Las canciones, de hecho, parecen también formadas de gravilla, con pequeñas piezas de sonido aquí y allá cuyo encaje se deja a la predisposición del oyente. Todo el disco parece un puzzle de sonidos, como si estuviese hecho a base de samples de viejos discos de jazz con la voz de Tamar cantando temas sobre la muerte y el dolor sobre ellos. No sorprende, por tanto, que su autora declare que la improvisación es una parte fundamental en su proceso creativo. Tampoco que diga que escuchó muchos discos de bebop durante la preparación de las canciones y que muchas de sus partes de guitarra las ha ido creando sobre la marcha en los directos anteriores a la grabación del disco.
Entre la psicodelia, el jazz y el rock se mueven estas canciones inclasificables que juegan con nosotros al escondite. Extrañamente, todo fluye con naturalidad. Lo hace en las canciones que podríamos considerar más ortodoxas, como “Show me your pretty side”, donde la sedosa y profunda voz de Tamar recuerda a uno de sus referentes, la gran Julie London. También en “All I know”, que envuelve y constriñe como hacen las canciones de Jesse Sykes o Blonde Redhead, combinando la oscuridad de la primera y la luminosidad de los segundos. Las letras, con abundantes referencias a la muerte, al dolor, a la confusión de estos tiempos, ayudan a crear un ambiente amenazante pero elegante, desquiciante pero bello, abstracto pero minucioso.
Tamar Aphek se presenta en solitario con este disco excitante y desafiante, que se abre con lo que podría ser un tema de los Chemical Brothers (“Crossbow”), sigue con la inclasificable “Russian Winter” y se cierra con una desflecada versión lo-fi del estándar “As time goes by”. Por el medio, un vericueto de sonidos hechos de retales, de improvisaciones a la batería y a la guitarra, de frases escupidas, de amagos y fintas, de estribillos entregados con cuentagotas (“Too much information”) y, en definitiva, un espléndido orden dentro del caos sonoro que aparenta en una primera (y segunda, y tercera…) escucha. Pero ahí está la belleza circunstancial, la que Baudelaire defendía por encima de las obviedades clásicas. Un disco perfecto para un momento trémulo y lacerante como este. El contrapunto deforme a discos también heterodoxos pero más amables como los de Virginia Wing o Jane Weaver.
Es un discazo. Gracias por darle la visibilidad que se merece.