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The Brian Jonestown Massacre (Sala La Paqui) Madrid 27/09/22

Seis años después de su última visita a España, The Brian Jonestown Massacre regresaban en una corta gira de tres fechas, con nuevo disco debajo del brazo y de la mano de la promotora Live Nation. Entradas agotadas para el concierto de Madrid en la sala La Paqui, con algún despistado tratando de lograr la suya a última hora y con la banda entrando a la sala mientras un tipo en la puerta gritaba con bastante cachondeo: “Eh ya estáis fumados”.

Parece que lejos quedan las broncas de escenario o movidas con el público hasta casi llegar a las manos, como en aquel Azkena del 2012 en el que comenzaron ya increpando al público y este respondió con lanzamiento de objetos, o la adicción a ciertas sustancias de Anton Newcombe. Parece que el tiempo los ha alcanzado, han madurado y sus conciertos son otra cosa ¿o no?

The Brian Jonestown Massacre no saben de puestas en escena y no hablemos ya de sentido del espectáculo. Son los “anti-rock star” por excelencia, solo así se explica que salieran al escenario todavía con la música de sala sonando y que Ricky Maymi se pusiera a afinar su guitarra en ese preciso momento.

Lo cierto es que cuando nos quisimos dar cuenta ya estaba sonando “We Never Had a Chance” en todo su esplendor, con toneladas de reverb como le gusta a Anton Newcombe que sigue dirigiendo a la banda aunque desde Berlín, ciudad que es su hogar hace años. Situado siempre en la esquina derecha del escenario, prácticamente escondido tras su sombrero y el sempiterno y antiestético atril que siempre le acompaña, nadie diría que es la espina dorsal que une a la formación si no fuese porque canta y de vez en cuando asoma ese genio; cuando parece que algo sobre el escenario no le cuadra.

“The Future is your Past”, cara B del nuevo single, para el cual Newcombe se llevó a la mitad de la banda a Berlín para grabarlo, suena hipnótico y potente y enlaza con la cara A, “Fudge” que nos trasporta a los mejores momentos del grupo.

Como si no quisieran vivir del pasado la siguiente batería de canciones serian también recientes, entre las que destacaron: “The Real” o “Number One Lucky Kitty”, en la que la guitarra de Ricky Maymi que dicho sea de paso, es el que mejor parece pasárselo sobre el escenario y casi nos deja sordos. Porque esa es otra particularidad de los de San Francisco, que gustan de controlar todo el volumen, con sus propios amplificadores. Lo que en muchas ocasiones lleva a que entre canción y canción haya tiempos muertos considerables, por no hablar de los cambios de guitarras (hasta 15 instrumentos llegué a contar detrás de ellos). El baúl de Concha Piquer fue una broma en comparación con el backline de The Brian Jonestowm Massacre.

La verdad es que todas esas paradas que logran socavar la tensión y la atención que demanda todo buen concierto, se ven compensadas cuando suenan algunos de sus hits indiscutibles –si es que a una formación de tales características se le puede aplicar el concepto de hit– como “Anemone”, o “Your Mind Is My Café”.

Así, entre interrupciones y humo de los cigarrillos de Newcombe, llegábamos a uno de los puntos álgidos del concierto con “Forgotten Graves” y no porque Joel Gion (el de la pandereta de los The Brian Jonestown Massacre) siempre situado al frente del escenario, en un alarde de esfuerzo sobrehumano cogiera (además de la pandereta) unas maracas, sino por la belleza de la composición y esa colección de guitarras sonando con la misma cadencia y prácticamente con los mismos acordes.

Como un concierto suyo no es un concierto sin algún incidente por pequeño que este sea, justo después de “The Mother of all Fuckers”, el bueno de Anton Newcombe pareció mosquearse con el resto de la banda por algo relacionado con el setlist. No coincidía el suyo con el resto o vete a saber, lo que provocó otra paradita interminable.

Pero claro, van los mamones y se sacan a pasear “Servo” y luego “Word”, ya con los dos backliners uniéndose a la fiesta, haciendo un total de nueve músicos sobre el escenario montando un escándalo estratosférico y ¿cómo te vas a enfadar por esos groseros espacios entre canción y canción? porque ¿a quién no le va a gustar un baptisterio romano del siglo I y nueve greñudos haciendo un ruido de mil demonios sobre un escenario? ¿a quién?

En total dos horas de concierto, aunque sin las mencionadas interrupciones, el cancionero total no hubiera rebasado, los 90 minutos.

Hubo alguien a la salida que dijo que eso no era un concierto, que era un ensayo de colegas y puede que no le falte razón, desde el punto de vista de una percepción de un concierto normal. A mí si algún día me preguntan que si soy más de los Dandy Warhols o de The Brian Jonestown Massacre, contestaré que ni idea, que a mí lo que me gusta es el volumen al once y una tonelada de reverb.

Fotos The Brian Jonestown Massacre: Fernando del Río

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