The Strokes – Room On Fire (RCA)
Elevados tras Is This It? (01) a los superpoblados altares de hypes del principio de siglo, los Strokes han protagonizado desde la publicación del mencionado disco un debate tan inexplicablemente encarnizado como estéril acerca de su verdadera dimensión. Dejando de lado su obvia devoción por los Stooges, y no sólo en lo musical, se les ha ensalzado su savoir faire, su sonido personal o su gran debut (innegable, aunque en este terreno me temo que en el cuerpo a cuerpo ganan Interpol, por mencionar vecinos), y se les ha reprochado un exceso de pose, poca imaginación o el marketing, voluntario o involuntario, que les ha acompañado desde hace un par de años, y que les ha hecho aparecer hasta en las revistas del corazón tras la boda del batería Fabrizio Moretti con la actriz Drew Barrymore. Como suele pasar en estos casos y en todos, los extremos no suelen acertar, y posiblemente ni sean un bluff ni los salvadores de la escena ¿independiente?.
Así las cosas, lo mejor es abstraerse de estas cuestiones y centrarse en este su segundo disco. Y Room On Fire es un disco magnífico, que tendrá que sufrir comparaciones más o menos afortunadas con Is This It?, algo tan inevitable como injusto. Independientemente de lo que el primer disco ofreciese, Room On Fire es un disco vigoroso, sólido y que admite varias lecturas, sin perder nunca la tensión. Se puede interpretar como la segunda parte de Is This It?, desde luego –argumento que no hará cambiar de opinión a sus detractores, pero tampoco a sus defensores-, o como el disco trabajado, cuidado y rico que es.
Siempre desde su característico estilo rockista añejo, el álbum se abre con un arrollador “Whatever happened?””, potencial hit e indiscutible temazo que pone los dientes largos a la espera de lo que viene después. Y lo que viene después no defrauda: melodías redondas (“Automatic Stop”, “You Talk Way Too Much”), guitarras que acompañan nota por nota a la voz subrayando y marcando los tiempos (la espléndida “12:51”), cambios de ritmo o destellos en (algo así como) medios tiempos (“Under Control”) pueblan la media hora de este trabajo. Por su parte, la voz de Julian Casablancas -que no es la mejor del mundo, precisamente- muestra una madurez y una cierta contención que, lejos de diluir los temas, los enriquece (pregunta al aire: ¿hubiese sonado igual “I Can’t Win” de haber estado en el primer disco?).
El disco se convierte de este modo en un enérgico viaje con momentos sombríos (“Reptilia”) en el que no se baja la guardia en ningún momento, en el que es difícil no acompañar con la cabeza temas como los pegajosos “The End Has No End” o “Between Love And Hate”. Es decir, un disco en el que no sobra nada, y en el que posiblemente nada falte: más allá de comparaciones, es un álbum bastante más equilibrado que “Is This It?” y que gana en cada nueva escucha.
Reza el slogan del marketing que acompaña a este Room On Fire que “Lo han vuelto a hacer”. Más o menos es cierto, y, si bien los seguidores de los Strokes se van a frotar las manos, puede que más de un detractor los mire con otros ojos. Lo que está claro es que si nos olvidamos y abstraemos de los factores que rodean a la banda, Room On Fire es un disco estupendo en sí. Sospecho que, de todos modos, el debate va a continuar.