Throwing Muses – Moonlight Concessions (Fire Records)
Hace casi un año que entrevistamos en Muzikalia a Kristin Hersh con motivo de sus conciertos por la península para presentar su último disco en solitario Clear Pond Road. De esa entrevista quedó meridianamente claro su postura artística insobornable ante la industria y, de paso, no quebrantar sus ideales personales y artísticos. De esa charla se podían extraer jugosas reflexiones, pero querría destacar esta contestación en la que se posiciona como artista y el rol que como mujer desempeña dentro de los engranajes de la oligarquía del indie:
“Odiaba el producto sexista en la industria. Las canciones no son productos y las mujeres tampoco. Me decían que tenía que actuar como si coqueteara con las cámaras y usar ropa ajustada y tocar «música comercial», que no es música, es solo comercio. Casi todas las mujeres en la industria están dispuestas a jugar este insultante juego de moda porque es la única manera de obtener dinero promocional a costa de ti, la única manera de volverte famosa, rica, etc.”. Genio y figura.
Para los que seguimos la trayectoría de la de Atlanta parece que el tiempo se haya detenido. Aún con sus variables sonoras, la música que pergeña siempre se aferra a ese halo confesional, y tiene también ese componente de atemporalidad y de estar ante una artista que se ha labrado un estilo inconfundible. Ya sea en solitario o acompañada, Hersh es una marca personal que, además, con el tiempo ha ido ganando en matices y en sentimiento (mesurado) ponzoñoso, pero a la vez torrencial.
Tras su anterior disco de Throwing Muses – Sun Racket, editado en 2020 – la banda estuvo grabando estas canciones en el estudio de Steve Rizzo, y es un trabajo en donde la producción apuesta por una sonoridad más espartana que discos anteriores, lo cual nos lleva por territorios más acústicos, agrestes, y con detalles hermosos definidos por adornos de cuerdas.
“Summer Of Love” arranca el disco con la voz y la guitarra de Kristin Hersh subyugando en una melodía que tiene ecos a aquel MTV Unplugged de Nirvana (no sé si este símil sería de su agrado), y que se fraguó a través de una apuesta que le hizo la propia artista a otra persona a raíz de dilucidar si las estaciones cambian a las personas su temperamento. Otras canciones siguen los mismos patrones (guitarra al frente y el pespunteado de violonchelo y la voz a punto de desbordarse) como en “South Coast”, o “Albatross”, aunque en la imponente “Libretto” uno no puede si no mirar atrás y acordarse de aquel magistral Hips and Makers que sigue resonando en nuestra memoria una y otra vez. Ese rock repleto de pequeños matices texturales sigue aportando bellas canciones como “Drugstore Drastic” (con nuestra mujer declamando y pasando de la calma a la agitación según lo pide la canción), hasta cerrar un estupendo disco con la canción titular en forma de balada con violines y ecos de fondo.