Tulsa – Espera La Pálida (Subterfuge)
Miren Iza lleva dos de dos. Aquel pop-rock de aroma a desierto cantado con voz agridulce que nos pilló a todos con los pantalones por los suelos ya tiene una continuación, y goza del mismo sabor a tierra seca y sangre. Si con Sólo Me Has Rozado (Subterfuge, 2007) Tulsa clamaba venganza ardientemente, en Espera La Pálida vuelve a tirar de tragedia e intensidad, esta vez contenida, para agarrarnos las entrañas con fuerza.
Bien parece que la de Fuenterrabía lo hiciera esta vez desde el sofá-cama de su rulot, estacionada en mitad de Death Valley, con un buen whisky entre sus manos. Ya no hay espacio para el movimiento de caderas que tan bien oxigenaba su anterior trabajo temas como “Estúpida” o “Mina Harper”; aquí, lo más parecido a una melodía que revoluciona pulsaciones e invita al baile acaba siendo, como en “Aniversario de boda” (adaptación de un poema de Dylan Thomas) o “Flores”, una invitación a correr, con el barro por las rodillas, por una lúgubre y turbia ciénaga.
Queda claro que el ensamblaje del resto de la banda con Miren es perfecto. En esta ocasión, la producción de Karlos Osinaga (Lisabö) nos invita a seguir dirigiendo la vista hacia la americana de The Jayhawks o Centro-matic, pero también hacia grandes voces femeninas de la escena independiente; la sublime sombra de Cat Power está presente tanto en el sonido (estimulante el piano de “Algo ha cambiado para siempre”) como en la voz (“Matxitxako”). Si bien ambas despiertan los sentidos, la de la española luce cierto toque de rudeza callejera que, junto a su indudable carisma, te acaba por enredar con la misma efectividad.
Las letras de Tulsa siguen siendo en este disco algo esencial. Miren se está convirtiendo, poco a poco, en una suerte de Nacho Vegas femenina que lo mismo interpreta con soltura la figura del sempiterno perdedor sentimental (“Algo ha cambiado para siempre”, “Te ofrecí”, “Herencia veneno”) que se saca de la manga relatos desgarragadores (“Araña”, a dúo con Anari), cuentos malditos (“Alguien viene a por lo suyo”) o desconcertantes parábolas bíblicas (“El duelo”). Y aquí, además, acierta con las versiones eligiendo “Into my arms” de Nick Cave (que sólo ha permitido 3.000 copias con la canción) para convertirla en “A mis brazos” y cerrar el disco de forma brillante.
Muchos habrían preferido una versión más accesible de Tulsa, pero la exigencia de Espera La Pálida va con premio: escuchar uno de los mejores discos del año desde comienzos del mismo.