Tulsa – La Calma Chicha (Gran Derby Records)
No hay espacio para la duda: Miren Iza es uno de los personajes más interesantes de la escena musical española. Alimentado por una trayectoria guadianera que se rige fundamentalmente por la ejecución de su libre albedrío artístico e individual, el enigma alrededor de su figura crece con cada una de sus decisiones. De Electrobikinis al estallido popular de Sólo Me Has Rozado y la protofórmula de éxito de voz femenina más guitarra; del drama grisáceo y catpoweresque de Espera La Pálida al vacío, y de ahí a La Calma Chicha.
El regreso de Iza, el de Tulsa, puede no parecer gran cosa porque llega sin hacer mucho ruido, por la propia idiosincrasia de la protagonista, que ha cambiado Subterfuge por Gran Derby Records. Sin embargo, ni la discreción ni la sobriedad habitual de la cantante vasca deberían despistarnos: La Calma Chicha es uno de los discos más ambiciosos de los últimos años en España. La transformación de Tulsa, rotunda en la forma, es sin embargo coherente hasta el dolor con su habitual universo lírico; «llevo años escribiendo la misma canción«, canta Iza en «Ay», un lamento resignado dedicado en apariencia a su propia brújula interior.
Así, mientras las profundidades de Tulsa siguen intactas, el guardián de la superficie ha visto con estoicismo pasar la revolución ante él; desde la puerta ha observado las piras de guitarras acústicas en las calles, mientras se repartían sintetizadores y cajas de ritmo casa por casa. El resultado del nuevo régimen es un disco menos convencional, con una textura mucho más áspera incluso en magníficas concesiones al baile como «Gente común». La preciosa incomodidad de «Leña» y «Casa» recuerda a partes iguales a Portishead y My Bloody Valentine. Sin embargo, a lo largo de las nueve canciones de La Calma Chicha, Miren Iza va dejando detonadores a través de los cuales viajar al pasado propio desde el de Tulsa. Lejos de caer en la sobreproducción, el trabajo a seis manos de Carasueño, Charlie Bautista y la propia cantante ha conseguido imprimir su personalidad en cada uno de los matices sintéticos que sobreviven en canciones como «Los ilusos», «Los amantes del puente» o el dúo con Ricardo Lezón en «Bosque».
La ausencia de urgencia a la hora de levantar un disco concebido en Nueva York y grabado en Madrid se palpa en los detalles de las mejores canciones de la colección. El crescendo marcial de «En tu corazón sólo hay sitio en los suburbios», el éxito de la teoría de las capas en «Oda al amor efímero» (candidata ya a canción del año) y la falsa producción de juguete en la maravillosa «Ay» hacen de La Calma Chicha un disco de extraordinaria e irrepetible condición.