Vampire Weekend – Modern Vampires Of The City (Xl Recordings)
Los chicos se han hecho mayores; ésta es la conclusión a la que uno llega tras zambullirse de lleno en esta auténtica maravilla de disco que es Modern Vampires Of The City (2013). Cuando debutaron, pillaron a todo el mundo con el pie cambiado: ¿un grupo indie que reivindicaba en su magnífico debut Vampire Weekend (2008) al Paul Simon de Graceland? ¿alguien esperaba esto? Después demostraron que podían ir más allá e introducir nuevos elementos en su música para sonar más grandes y expansivos en un segundo disco de asentamiento, plagado de aciertos (y de hits) como fue el ambicioso Contra (2010). Y con este tercer paso abren nuevas puertas a un futuro sin duda excitante, el que recibe a los grupos capaces de ir un paso más allá y ser valientes, rechazando convertirse en una mala copia de sí mismos y abrazando nuevos caminos con los que crecer, con los que seguir escribiendo su propia historia.
Como es natural en alguien que se acerca a la treintena y que va dejando lejos los ajetreos universitarios, lo primero que llama la atención en este nuevo trabajo es la naturaleza de las letras; ellos mismos reconocen haber pasado de la inocencia post adolescente de sus inicios como banda a plantearse cosas mucho más serias como la muerte y el paso del tiempo. «Wisdom´s a gift, but you´d trade it for youth. Age is an honor, it´s still not the truth» cantan en la mágica «Step». No es el único ejemplo.
Entrados en materia, empezaremos por tranquilizar a los que busquen urgencia puesto que aquí continúan conjugando la gramática pop con soltura y denominación de origen en ganchos directos como «Unbelievers», «Diane Young» (en la que distorsionan su propia voz en el estribillo para contrastar el sonido de la juventud con el de la vejez simbolizando, como decíamos, el paso del tiempo), «Worship you» con su aire épico y triunfal o la más elaborada «Everlasting arms», que lucen esbeltas y suman al ya lustroso fondo de armario. Sin embargo, el verdadero salto cualitativo de este tercer álbum reside en su habilidad para redondear unos medios tiempos sobresalientes que nunca tuvieron tanto protagonismo en un disco de Vampire Weekend y que descubren a un Ezra Koenig en auténtico estado de gracia; sensible, vulnerable y tremendamente sugerente. Así lo demuestran joyas del calibre de «Obvious bicycle» (o cómo abrir un disco con esmoquin y pajarita), «Steps» (un milagro hecho canción), «Hannah Hunt», «Don´t lie» o «Hudson» (bonito homenaje al explorador que acabó muriendo abandonado en la bahía que él mismo descubrió). Toda esta inspiración desbordada y acumulada a lo largo del disco confluye en un auténtico ejercicio de pop pluscuamperfecto, lleno de encanto e inocencia, como es «Ya hey»; algo así como un meteorito multicolor lanzado a la tierra desde un planeta bien lejano. Un ejercicio de pop escapista y alucinógeno con voces dislocadas, coros angelicales y de lenta progresión, que los acerca a la dimensión de bandas siempre dispuestas a ofrecer algo diferente y cuyo influjo planea en más de un momento del disco (sí, estoy pensando en Flaming Lips, Animal Collective, Dirty Projectors, Grizzly Bear…). Una canción así sólo puede existir en una mente privilegiada, sólo puede hacer de éste un mundo mejor y algo más habitable. Si después de escucharla no sientes nada, es que no hablamos el mismo lenguaje.
Vampire Weekend han evolucionado de manera natural, todavía mostrando elementos que los hace perfectamente reconocibles pero aplicando ahora mejor que nunca todos los recursos adquiridos durante todo este camino desde su nacimiento como grupo para desarrollar todo su potencial y mostrarse en todo su esplendor. Lo que antes sería uno de los números más destacados del álbum, como «Finger back», ahora se queda en simpática fotografía de un pasado que les situó a la cabeza de lo que se llamó afro-pop, pero lejos de hacer sombra a sus nuevos logros antes mencionados. Los detalles electrónicos y los sutiles arreglos escondidos en cada rincón (excelente labor del compositor y multiinstrumentista Rostam Batmanglij y de Ariel Rechtshaid en tareas de producción) sirven como colchones para elevar el tempo de unas canciones que suenan más grandes que nunca, como enormes castillos de arena construidos a conciencia. Difícil no agotar los adjetivos, imposible contener la euforia.
Modern Vampires Of The City es un disco arriesgado en tanto en cuanto decide usar el pasado, el suyo y el de la música pop en general, para dar un paso más y ofrecer algo nuevo y no para acomodarse en él y vivir de las rentas. Suena equilibrado y maduro y aunque el talento siempre estuvo ahí, sin duda ahora manejan material de mayor calado. En este punto, tras cinco años y tres álbumes incuestionables, diferentes y coherentes al mismo tiempo, llega el momento de marcar diferencias y reconocer a los grupos destinados a perdurar distinguiéndolos de aquellos que simplemente aligeran el paso de las temporadas. Algunos todavía situaban a Vampire Weekend en esta segunda categoría pero probablemente se verán obligados a rectificar tras escuchar un disco que marca un antes y un después en su carrera y no sólo porque con él, según ellos mismos señalan, cierran su particular trilogía pop sino porque este disco es un auténtico regalo para los sentidos. Un regalo que te permite soñar despierto y seguir confiando en el poder terapéutico de la música. Si el futuro era esto, ha merecido la pena esperar.