Viva Belgrado – Bellavista (Aloud Music)
Banda cordobesa que lleva años girando por Japón, México y Reino Unido. Cuatro músicos entregados a una causa menor pero extraordinaria. Discos que claman en el desierto nacional la grandeza que proclaman fuera de su país. En resumen, un caso más de los muchos –por desgracia- que pueblan el grueso de la geografía hispana con mucho más voluntad que trascendencia mediática. Y eso que en el caso que nos ocupa, las menciones laudatorias hacia la música que practican son cada vez más frecuentes y están más repartidas. Algo vamos avanzando. Viva Belgrado afrontaban con la composición de los temas que integran Bellavista la habitual duda entre una nueva recreación de sus influencias y bases sonoras y la posibilidad real, porque capacidades no les faltan, de iniciar una apertura hacia otras opciones, otros paisajes instrumentales y líricos y una renovada perspectiva que les hiciera, uy, evolucionar. Esa palabra tan manida y tan incierta que se usa gratuitamente la mayoría de veces para definir muchos nuevos discos de otras tantas bandas a los que da pereza calificar de forma más adecuada.
En esa lucha interna que muchas bandas parecen tener, llamada también conflicto de intereses, los reyes del screamo patrio deciden aportar claridad a sus conceptos (tampoco mucha) y reorientar los pasos hacia una poesía electrificada con referentes claros. Por ejemplo, los de Mercedes Cebrián o Roberto Bolaño, de cuya inmensa novela Los Detectives Salvajes toman prestada su última frase, “¿Qué hay detrás de la ventana?”, para titular la pieza más shoegaze de la colección y concluir un trabajo que se inicia emparentando nombres y complementando historias. De ahí los guiños entre “Una soga” y “Un collar”, el equilibrio imposible entre una base punk y una improbable pero efectiva guitarra flamenca; o entre “Cerecita blues” y “Amapolita blues”, con la curiosa inclusión de alguna frase ya pronunciada por el inefable C Tangana y el tono melancólico, de literatura interior, que otorgan a todo el disco. Lo suyo son las metáforas crudas y las imágenes de momentos y lugares que han guiado su bagaje, claramente marcado por las citas orientalistas, aquí una vez más relevantes en el corte más desconcertante, “Más triste que Shinji Ikari” (para los no iniciados en la cultura anime, un personaje de la serie Neon Genesis Evangelion educado por su mentor después de que su padre lo abandonara). Aquí el registro vocal de Cándido Gálvez sustituye la habitual tensión por otro que lo acerca al trap, nada que no se adivinara tras las pistas que dejaron en su EP Guillotinas (2017), donde la electrónica empezaba a ser un telón de fondo más que incipiente. Lo cual no quiere decir que quienes los conocen y los siguen por esa infalible mezcla de hardcore y post-punk con la que han hecho crecer su música no tengan también ocasión de recrearse en cortes como la intensa “Bellavista” o la casi escupida “Vicios”, tan definitorias de un sonido que encuentra su reverso acústico en “Lindavista” y vuelve a recrearse en su pasión por Japón en los punteos emo de “Ikebukuro sunshine” –una fotografía sentimental de uno de los rascacielos más famosos del país-, con la colaboración casi anecdótica de sus amigos de Cala Vento, y retrata batallas interiores en “Shibari emocional”.
El salto creativo respecto a Ulises, su trabajo largo anterior más inmediato, es más que evidente, no solo por la acertada producción de Santi García, sino porque el tímido salto que ya apuntaban entonces ha sido ahora de mucho más recorrido. Puede que algunas cosas chirríen en este disco viniendo de quien vienen, pero la asunción de riesgos y el apego a una señas de identidad son algo de lo que se puede estar completamente seguro cuando hablamos de Viva Belgrado. A partir de ahí, los tomas o los dejas. Pero si alguien decide acogerlos durante un tiempo después de escuchar esta obra, les asaltará la certeza de que van a quedarse ahí de forma indefinida. Y si no, que nos lo cuenten.
Escucha Viva Belgrado – Bellavista
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