VVAA – Songbook of Songs (Sub Pop / Houston Party)
Si nos remontamos a los albores de la pasada década y fijamos nuestra mirada en Seattle, el centro neurálgico musical más inquieto por entonces, encontraríamos pana y franela como materia prima en Sub-Pop, discográfica responsable de recopilar dieciséis temas pertenecientes al grueso de su actual plantilla para este libro de canciones.
Años después de ídolos caídos, sobredosis fatales y escopetas descerrajadas, el panorama musical ha cambiado sobremanera, el espíritu independiente de muchos ha mutado en tentáculos corporativos que supuran dinero grasiento: no es éste precisamente el caso de Sub-Pop, compañía certera a la hora de fichar bandas con algo que decir desde la honestidad y la humildad lo que la convierte por méritos propios en el baluarte más preciado de la esencia que debe regir todo sello indie.
Qué duda cabe que Sub Pop siempre será asociada a artistas que han marcado a fuego el devenir musical de los últimos –buenos- tiempos: los primerizos Nirvana, los Afghan Whigs a punto de mudar de las bermudas a los trajes de rayas, los nunca suficientemente valorados Screaming Trees, los portentosos Soundgarden o los seminales Green River, (germen de cuya escisión surgirían una de las bandas más emblemáticas del eufemístico término “Sonido Seattle”, Pearl Jam, y una de las más reivindicables desde su “malditismo”, Mudhoney), fueron una pequeña muestra del potencial absolutamente demoledor que copaba esta casa en los tiempos del “Grunge”, vocablo que a más de uno le interesa dejar bien enterrado o mancillar para que el chicle inofensivo siga expendiéndose generosamente entre los teenagers.
Una vez puestas las cosas en su sitio, no esperéis encontraros con un recopilatorio de la talla de Sub-Pop 200, no pidamos milagros en los tiempos de e-mules y soulseeks, de papel couché, ojos vacíos y revistas musicales de maquetación tan cuidada como huecas de contenido o espíritu crítico. Ahora bien, eso no quita para que podamos deleitarnos con ciertas exquisiteces. Repasémoslas.
Se rescatan gemas como el agradecido himno “California” de los oclusivos Low, en una de las vertientes menos crípticas de su ya pasado Trust; el vacile “stoniano” de Love as Laughter con “Dirty Lives” despierta al menos una sonrisilla; dan muestras de su solvencia con “Entertain” apuntando buenas maneras en un exceso paradójico de pulcra suciedad; la resultona “Working Full-Time” de Constantines nos deja con ganas de más; la delicada Rosie Thomas emociona con la frágil “Pretty Dress”, ganadora por goleada y el remix de capilla de “Be still my Heart” para los exitosos The Postal Service tiene un pase. Hasta aquí lo digerible.
Tiempo para la mediocridad –esa inevitable invitada- no falta de la mano de Kinski con “The Wives of Artie Shaw”, orgía descafeinadísima de ruidismo guitarrero; la enésima demostración de pop atemporal acicate de bostezos varios llega con Fruit Bats, “Lives of Crime” es un viaje errático desde Big Star a The Posies; la escucha de la ratonera “I Do Dream you” de Jennifer Gentle nos asombra al hacernos comprobar durante dos escasos minutos lo que significa perder el tiempo; Chad Vangaalen con “Clinically Dead” resbala y se pega un buen ostión al intentar colarnos que todo vale si eres “cool” y haces indietrónica e Iron & Wine demuestra que sólo si eres un intelectual angustiado de palo matarás por un folk comatoso movido por latidos a golpe de gatillazo, “Woman King” la prueba.
En resumidas cuentas, poco que añadir, demasiadas patatas para tan poca carne.