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Yann Tiersen (Sala But) Madrid 22/10/24

El pasado martes 22 de octubre, la Sala But en Madrid se llenó hasta el último rincón para recibir a Yann Tiersen, el aclamado compositor francés, en su espectáculo “Solo Piano + Electronics”. Con un aforo completo, el ambiente estaba impregnado de expectación y una sensación palpable de intimidad que prometía un viaje musical cautivador. Desde el primer acorde, Tiersen estableció un diálogo profundo con el público, transformando la atmósfera en un espacio reverente.

El único sonido que rompía el silencio eran los crujidos de botellines y los murmullos de emoción entre los asistentes, en algunos casos molestos, pero nada reseñables.  En esta conexión instantánea, se atisbaba un elemento de cambio que se viviría a lo largo del concierto. Tiersen, al compartir su repertorio, se alejó de la rutina y optó por explorar su creatividad de una forma innovadora, para bien o para mal, dependiendo del gusto personal, en un enfoque que se evidenció en el recorrido musical que comenzó principalmente con su disco Kerber (2021) y continuó con 11 5 18 2 5 18 (2022).

El concierto, que comenzó puntualmente y se extendió durante más de ciento veinte minutos, se convirtió en una inmersión total en el nuevo universo sonoro de Tiersen. Aunque muchos asistentes esperaban disfrutar de sus composiciones más icónicas, como las bandas sonoras de Amélie y Good Bye Lenin, el artista eligió un enfoque audaz y contemporáneo que sorprendió y cautivó. Este cambio no solo reflejó su evolución musical, sino que también ofreció un elemento de sorpresa que llevó a algunos a experimentar una mezcla de emociones. La intensidad del momento se palpó en el aire cuando, durante la segunda composición del bis, Tiersen volvió a ocupar su lugar en el escenario e interpretó “Dernière”. En ese instante, un grito resonó desde el fondo de la sala: “¡Por fin!” Esta exclamación encapsuló l la esperanza de parte del público, ansioso por reconectar con el Tiersen que había dejado una huella indeleble en el pasado.

Incluso un servidor, fascinado por el descubrimiento de sus nuevos trabajos, especialmente Kerber, no pude evitar desear que el músico francés dedicara al menos un momento a sus obras más icónicas. La conexión emocional que esas composiciones han creado en generaciones de oyentes es innegable, y un guiño a esos clásicos habría sido un regalo tanto para el artista como para el público. Ese guiño no se dio en ningún momento, y pese a ello, el concierto al menos personalmente fue un éxito.

A lo largo de su gira por una quincena de ciudades españolas, Tiersen ha demostrado una vez más su capacidad para reinventarse y sorprender. El concierto ofreció una simbiosis perfecta de sensaciones, donde la innovación musical fue el núcleo central. El escenario reflejaba esta dualidad de su propuesta: a un lado, un imponente piano de cola, y al otro, una mesa de mezclas repleta de sintetizadores analógicos y cables que parecían extenderse hacia lo desconocido. El resultado fue un cóctel explosivo de sonidos que envolvieron a los asistentes en una atmósfera hipnótica. Cada melodía parecía surgir desde un lugar profundo, rechazando los caminos convencionales y guiando al público a un crescendo constante que dejaba huella.

La elección de la Sala But fue un acierto total, creando la cercanía que Tiersen buscaba con su público. Desde los primeros compases, además de delinear la estructura dual del concierto, el músico francés aprovechó para compartir algunas anécdotas que añadieron un toque personal a la velada. Relató cómo, durante esta gira, estaba viajando de manera singular a bordo del barco Ninnog, con el que recorrió las islas de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. Sin embargo, su plan de llegar a Madrid por mar se vio truncado, obligándole a desembarcar en Valencia y continuar el trayecto por tierra en una autocaravana, recorriendo la península a un máximo de cien kilómetros por hora, con un máximo de doscientos kilómetros al día.

Entre las historias que compartió, Yann Tiersen también mencionó su viaje a las Islas Feroe, donde, rodeado de amigos locales, disfrutó de la mejor sopa de su vida, aunque acompañada por el olor más terrible que haya experimentado. Estas anécdotas, contadas con humor y cercanía, no solo aportaron calidez al concierto, sino que también reforzaron esa conexión especial entre el músico y su público.

La primera parte del espectáculo fue un deleite para los sentidos. Con unas siete composiciones interpretadas al piano, Tiersen capturó al público en un estado casi meditativo. Cada nota resonaba en la sala, y el silencio de los asistentes, completamente entregados, permitía que cada acorde fluyera en perfecta armonía. Sin embargo, en cuestión de minutos, el ambiente dio un giro total. La segunda mitad del concierto, dedicada a su faceta más electrónica, sumergió a la audiencia en un viaje sonoro que evocaba influencias de Jean-Michel Jarre y unos Daft Punk oscuros, filtrados a través del big room house.

Era realmente increíble observar la disposición del público, completamente atónito, escuchando una electrónica analógica que desafiaba las expectativas con las que acudimos en una primera instancia al concierto. Todos se mantenían de pie, inmóviles, incluidos muchos que, como yo, se sentían divididos entre saltar y bailar, o simplemente dejarse llevar por las vibraciones de la música. En ese momento, la única frase que resonaba en mi mente era una célebre cita de la serie Aquí no hay quien viva: “Grábales las caras Juan, ¡las caras!”. 

La combinación de lo íntimo y lo electrónico, la dualidad del espectáculo se convirtió en un tema recurrente en la conversación entre los asistentes al salir. «¿Dónde habíamos estado?» y «¿a quién hemos escuchado?» eran preguntas que flotaban en el aire, mientras muchos expresaban su desconcierto, pero también su fascinación. A pesar de la falta de sus composiciones más icónicas, la propuesta del francés fue un viaje único, un desafío a las expectativas que no dejó a nadie indiferente, para bien o para mal. Yann Tiersen demostró, una vez más, que sigue siendo un artista en constante evolución, capaz de sorprender, inspirar y hacer reflexionar.

 

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