Conciertos

U2 – Palau Sant Jordi (Barcelona)

La noche no empezó bien para Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen. La apertura de puertas se produjo a las 8 de la tarde, sólo dos horas antes del comienzo previsto para el concierto de U2. Esto, añadido a que sólo había dos accesos hizo que muchas personas no pudieran presenciar completa la actuación del artista invitado: Stereophonics. Los británicos cumplieron de largo con su función de teloneros, ganándose el respeto de los pocos que habían logrado traspasar la puerta del Sant Jordi.


Tras los galeses, la espera, el calor y la sed. Suena música por megafonía y la gente comienza a impacientarse. La espera se trata de mitigar con una ola, dos olas, tres olas…y aplausos; hay ganas de ver a U2 y el público está predispuesto a dar lo mejor, pero los irlandeses aún no aparecen.

Suena ahora el Sgt. Peppers, se hace el silencio y empiezan las comparaciones, odiosas, como todas; ¿son U2 tan grandes como los Beatles? La respuesta se quedó en el aire porque por fin, tras cuarenta minutos de retraso, Bono y compañía salen a un escenario que se queda muy lejos de las espectaculares puestas en escena de los últimos años. La intención de U2 es ser ahora más cercano y sobrio, pero la cercanía se ha confundido con lo cursi, y la sobriedad con lo cutre.

Bono y sus muchachos acceden a su cardiológico escenario con las luces del Sant Jordi encendidas, comenzando su actuación con su último hit, Elevation. Bastó el primer tema para atisbar lo que serían las tres constantes de la noche: un público entusiasta y magnánimo, un sonido mediocre y la quebrada voz de Bono; las dos primeras ayudaron a maquillar la ronquera del líder de U2.


Después llegaron Beautiful Day y Until the End of the World, en el que Bono y The Edge, al igual que en otros temas, repitieron poses utilizadas y reutilizadas en ésta y anteriores giras. Otra vez recurrieron a sus grandes éxitos para levantar de nuevo al público, llegando entonces New Year’s Day, un clásico de los primeros 80.


Cuando finalizó el tema de War hubo un intento de cantarle el Cumpleaños Feliz a The Edge, pero Bono cortó el intento dedicándole a su enfermo padre Kite. A New York, otro tema incluido en su último disco, le faltó el vigor necesario para encandilar al respetable. Ahí llegó I Will Follow, éste sí, más celebrado y participado por el público.


La noche prometía alguna sorpresa dentro del habitualmente hermético setlist de la gira, y es que el cumpleaños de The Edge lo permitía. Así llegó Spanish Eyes, posiblemente el mejor tema que U2 tocó esa noche.


Pero, cómo no, tenía que haber un momento de denuncia política, y Sunday Bloody Sunday se convirtió en el mejor cómplice para pedir la difícil paz de Irlanda del Norte. El inexplicable Wake Up Dead Man dio paso a Stuck in a Moment, muy cuidado por los irlandeses.


A partir de aquí llegó el momento en el que Bono y The Edge acapararon todo el protagonismo, dejando a un lado a Adam Clayton y Larry Mullen. Bono cantó In a Little While ayudado en las notas más agudas por The Edge y por las gargantas de 19.000 incondicionales, que poco después le cantarían al guitarrista de U2 el Happy Birthday por su 40 cumpleaños. Aquí llegó la segunda sorpresa de la noche, al rescatar Party Girl como homenaje a The Edge. El tema acabó con la celebración del cumpleaños de The Edge sacando una botella de cava, tras lo cual tocaron un Desire descafeinado, al empeñarse en interpretar de forma acústica un tema concebido para ser tocado en clave eléctrica.


Stay (Faraway, so close!), del olvidado Zooropa, cerró el set acústico, iniciándose otra tanda de grandes éxitos; Bad, Where the Streets have No Name (indispensable en sus directos), Mysterious Ways (con sorpresa del grupo a The Edge) y Pride (In the Name of Love), cerraron el concierto.


El primer “bis” se inició con otra denuncia política, en castellano, al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que fue el prólogo de Bullet the Blue Sky, en el que Bono volvió a sacar un cañón de luz apuntando al público, como ya hiciera en los 80. Y para novedades With or Without You, con la emoción a flor de piel, los suspiros, los desmayos, y la chica subida al escenario para bailar junto a Bono los acordes del mítico tema.


El segundo de los bises fue menos previsible que el anterior; a ello ayudó bastante que Bono pasara por alto una estrofa de One, desconcertando al público y, lo que es peor, al resto del grupo, que tardó en reaccionar ante la situación. Walk On cerró una velada de escasas dos horas, en las los irlandeses no se atrevieron a arriesgar y a dar mayor cancha a los temas de su último álbum.


A pesar de las carencias de su voz, Bono volvió a demostrar sus casi infinitos recursos como showman. Sin embargo, se echó en falta cierta espontaneidad por parte de los irlandeses, ya que cada tema, cada gesto, cada guiño, estaban calculados con una exactitud casi milimétrica. Precisamente los fogonazos de espontaneidad motivados por el cumpleaños de The Edge salvaron a U2 de la mediocridad.

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