The Darkness – La Riviera (Madrid)
El domingo era un día para celebrar por todo lo alto la esencia del rock primigenio de AC/DC, Queen o Journey, ese que, sin ningún tipo de complejo y sí con mucha pasión, consigue salvarnos en no pocas ocasiones cuando todo alrededor parece hundirse.
La causa era el regreso a nuestras tierras de The Darkness, la banda que, posiblemente, más ennobleció este legado desde principios de siglo. En Madrid, con una sala bien repleta y alejados de su papel como teloneros en la gira mundial de Lady Gaga -gran freak eligiéndoles como tales-, los ingleses se convirtieron en protagonistas y reinaron sin problema desde el primer minuto.
Es cierto que Hot cakes (12), un disco deslavazado y falto de coherencia estructural, no era el mejor regreso que ansiábamos los fans de la banda. Eso evidenció en directo la racanería de temas como «Every inch of you» -¿la apertura menos acertada de un disco en la historia del rock?-, «She just a girl, Eddie» o «With a woman», aunque, por el contrario, cuando recurrió a sus aciertos, emocionó e hizo palpitar con «Love is not the answer» y «Concrete».
Pero está claro que los allí congregados lo estábamos para disfrutar de esa obra maestra imponente que fue su debut Permission to land (03), el cual brindaron por completo exceptuando ese broche descomunalmente emotivo que es «Holding my own» y que algunos reivindicamos durante la velada.
Así, pepinazos como «Black shuck», auténticos himnos como «Love is only a feeling» o el demoledor binomio compuesto por «Givin’ up» y «Stuck in a rut» nos hicieron saltar, gritar y jalear a unos Darkness que han ganado una consistencia escénica ejemplar, superando inseguridades primitivas y derrochando un sonido, energía y seguridad encomiables.
Mención especial a Justin Hawkins, un auténtico animal escénico manejando audiencias y tempos de forma extraordinaria, así como poseedor de un timbre histriónico y entonado que brilló especialmente en la irritante -todo hay que decirlo- acelerada versión del «Street spirit» de Radiohead.
Por poner algún pero, el ninguneo a su segundo trabajo, One way ticket to hell…and back (05), nunca suficientemente reivindicado y que, por desgracia, sólo sonó con su tema homónimo.
En el bis, un baño -literal- entre multitudes del mosquetero frontman guitarra en alto y llevado por decenas de brazos en volandas con la babilónica «Love on the rocks with no ice», supuso un broche de oro a una velada cicatrizante de las heridas profundas que causa el desagradecido día a día.