Nudozurdo + Ambros Chapel – Sala Wah-Wah (Valencia)
El número de palabras que uno puede llegar a aprender en su vida es finito y, sobre el directo de Nudozurdo, pocas combinaciones nuevas me quedan por hacer. La tesitura en la que me deja esto resulta aún más dramática si tenemos en cuenta que el efecto hipnótico de los madrileños sigue todavía muy lejos de aceptar limitaciones de ningún tipo de ley matemática. Nudozurdo es un animal en constante evolución, y no lo digo precisamente por las mechas de Leo Mateos. Es prácticamente imposible evolucionar léxico-morfológicamente al ritmo al que lo hace el monstruo de Nudozurdo en directo.
Antes de que el trío hiciera acto de presencia, el cuarto aniversario de Water Tapes, ese colectivo que se dedica a demostrar lo bien que suena todo en un baño, se inició con la contundente presentación de Ambros Chapel. Los valencianos, que inexplicablemente continúan sin hacer ni un poco del ruido que merecen a tenor de la entidad de algunas de sus canciones, diseñaron un setlist con temas de sus dos largos, con especial atención a Constants Are Changing. Potentes y dejando pocos resquicios, su puesta en escena tuvo algún momento de brillantez que coincidió con las interpretaciones de «Call me May», «Lullaby», «Lovers» y «Rome».
Tras un receso con un espectáculo entre chanante y extraño, Leo Mateos y compañía hicieron acto de presencia sobre el escenario de Wah-Wah una vez más. Ya van cuatro, si no recuerdo mal. Y siguen llenando (otra cosa es de qué porque, y esto es un nuevo capítulo de «Este es el nivel, amigos», a mis espaldas había quien discutía sobre si el concierto era de Nudozurdo o de Vacazul). «Hacía muchísimo tiempo que no tocábamos esta canción«, dijo Mateos refiriéndose a «Viaja hacia mí», y esa fue la frase más larga que pronunció fuera del repertorio; sobre el escenario, sólo habla con sus compañeros, y a veces lo hace hasta sin abrir la boca. El cantante es más líder en directo: todo pasa por él. Su prevalencia, vista desde abajo, permite creer que es él quien decide cuándo empieza y cuándo acaba una canción, del mismo modo que es él, y nadie más, el que dice cuándo estalla cada historia. Él sentencia con la ley del clímax.
Salvo la sorpresa inicial, la arquitectura del concierto tampoco es que variara demasiado respecto a otras ocasiones. Tres canciones del imperial primer-segundo disco («Dentro de él» y «Utilízame», junto a «Viaja hacia mí»), las incunables del incunable Sintética («Ha sido divertido», «Mil espejos», «Negativo», «El hijo de Dios»), lo gordo de Tara.Motor.Hembra («Conocí el amor», «Prometo hacerte daño», «No me toquéis», «Laser love» y «Dosis modernas») y un representante de su EP («Chicopromo»). Lo dijo Bozidar Maljkovic sobre las estadísticas, y aquí pasa lo mismo: el setlist es como el bikini, te deja ver algo, pero no lo más importante. Es en la inercia del concierto y sus tendencias donde encontramos las claves de otro enorme concierto de Nudozurdo en Valencia.
Reconstrucción y actualización. El primer concepto lo encabeza con éxito «Utilízame» y le sigue, por ejemplo, la hipnosis infinita y el estado de animación suspendida de una «Laser love» en la que Mateos se divierte con los límites del metanudozurdismo y, en efecto, juega con el tiempo («nunca pensé poder andar tan lento, soy invisible, juego con el tiempo«); salvando las muchísimas distancias que los separan, Mateos tiene ese algo del Dylan en vivo en lo que se refiere al derribo de sus canciones y la reconstrucción de las mismas a partir de los escombros. El segundo concepto se corporiza en la afiladísima versión de «Negativo» y, sobre todo, en «Chicopromo». Cualquiera que sea consciente de que va a un concierto de Nudozurdo sabe que escuchará «El hijo de Dios» en el momento cumbre; imaginad la crueldad de dejar este mundo sin haber escuchado «El hijo de Dios» en vivo. Sin embargo, lo realmente importante para la supervivencia del grupo es la propia renovación de los pilares de su directo; en mi quinto encuentro con los madrileños pude observar cómo ha crecido «Chicopromo», y lo ha hecho empujada deliberadamente por el trío, con un Leo Mateos resucitando esas comparaciones chuscas de sus inicios con Ian Curtis.
La caravana de Nudozurdo está permanentemente abierta a los curiosos. Si pasan por su pueblo no duden en subirse al carro.