Cabezalí – Pequeño y Plateado (Origami Records)
Para otorgarle un poco de justicia postmortem a un año tan desequilibrado como 2013 habría que coronar a este disco, aunque fuera a título póstumo, como uno de los mejores del curso pasado en la escena española. Emergió en noviembre, despacio y sin hacer mucho ruido, como se erige el propio disco, justo cuando la vorágine recopilatoria de los medios arrasa con todo lo que requiera ser encarado desde cero. El debut de Manuel Cabezalí apareció en el momento en el que tenía que hacerlo: tan al margen de Havalina como del ritmo que marca la gran rueda de la industria.
Dice Cabezalí que las canciones de Pequeño y Plateado han sido escritas «sin prisa y sin presión«, y la realidad es que la imagen que proyecta el disco no se aleja ni un ápice de esa verdad. Grabada en diciembre de 2012, la ópera prima del guitarrista y cantante de Havalina parece haber visto la luz en un parto muy largo, sí, pero nada doloroso. Nada mejor que contar con Dany Richter en la producción para patrocinar las incursiones de Cabezalí en el universo de lo acústico y cuasi-folk; tanto por la experiencia de Richter detrás del cristal (sin ir más lejos, el año pasado estuvo detrás del Pequeños Trastornos sin Importancia de Julio de la Rosa), como delante (aún recordamos aquel bonito Patchwork de hace años).
Aunque por momentos lo más sencillo es pensar en una versión desenchufada y menos exigente de Havalina («Amor felino II» recuerda a algún que otro título y portada del grupo, y «Planes» suena mucho a unplugged), la media hora de Pequeño y Plateado va más allá. La propuesta de Cabezalí en solitario se alinea en otras coordenadas, y apunta a referentes tan dispares como Maga («El humo», «Nana para un gato enfermo») o Luna («Pequeño y plateado»); aunque es en la fuerte personalidad y la intensidad de «El encontronazo», «Puentes» y «Otro traje» donde el músico demuestra que esto, más que un escape, podría llegar a ser una alternativa cristalina y de enorme peso en su carrera.