Discos

Foo Fighters – Sonic Highways (Roswell/RCA)

Existe una opinión generalizada entre gran parte de crítica y público que viene a decir que Sonic Highways -la serie- es muy superior a Sonic Highways (14) -el disco-. Bien, no lo negaré, pero con matices; Dave Grohl ya dio probados indicios de su valor como director de cine documental con Sound City -la película basada en la historia de el mítico estudio de grabación- y, ahora, la serie de ocho capítulos de HBO dirigida por el líder de Foo Fighters es una auténtica celebración pasional para cualquier amante de la música en su estado más puro: brillante, viva y jugosa.

Desde esa perspectiva, es difícil pensar que un octavo disco de estudio pueda ganar al pulso nervioso de la serie, pero de ahí a considerar Sonic Highways un trabajo flojo va un abismo. Recapitulemos: los tres temas iniciales del disco -reconozcamos que el hecho de que sean sólo ocho los temas que contenga, uno por ciudad, incrementa la impresión de disco «corto o «menor»- están, directamente, entre lo mejor de la carrera de los footos.

«Something from nothing», el tema de apertura, supone una cierta ruptura -a ver, esto es Foo Fighters, no busquen experimentalismos- con su sonido. Un tema con un sorprendente desarrollo, muy groovy, que va desde la calma a la explosión de rabia más brutal en una orgía final de guitarras acompañada incesantemente por una rítmica poderosísima marca de la casa. «The feast and the famine» pasará a la historia como una de las canciones más incendiarias de la banda y sin problema remite a la tensión más primitiva atesorada por sus dos primeras grandes obras, su insuperable debut homónimo y el completo The colour and the shape (97). En tercer lugar, «Congregation», himno para nada artrítico, celebración pura, espíritu justificativo de lo que supone Foo Fighters: un big rock que mutó desde un origen más underground, expresando a los cuatro vientos el apasionamiento eternamente joven por sonar vivo e invencible.
Bien es cierto que a partir de ahí, el disco baja enteros con «What Did I Do? / God as My Witness», una suerte de pasticho que auna dos canciones en una, bajando el acelerador y quedando como algo prescindible. «Outside» es un tema solvente, pero ciertamente suena a vieja fórmula reciclada una y otra vez. Su sonido, eso sí, le da aporte y convencimiento. Me creo lo que observo y lo que escucho.

«In the clear» suena algo soft, es de los pocos momentos donde tiene cabida esa vox populi justificada con los años, quizás, en el abultamiento de vejiga y la pérdida de orina de sus voceros en tanto en cuanto afirmar que el combo suena adocenado, fácil y autocomplaciente. «Subterranean», la canción dedicada a Seattle, suena extraña y esquiva, y, si se le da las suficientes oportunidades, termina convenciendo como una rara avis en el cancionero de Foo Fighters. Como colofón inmenso, reservan «I am a river», uno de sus particulares cierres épicos, epiteliales y de emoción desbordante, así como antaño lo hicieron la inmortal «Exhausted», las potentes «New way home» y «Come back» o la crepuscular «Walk».

Foo Fighters dan otro gran pequeño paso firme en posicionarse como una de las bandas de rock que mejor saben madurar sin pudrirse, paso inevitable a lo que casi todo está destinado.

 

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