Gun – Frantic (Caroline)
No hay muchos grupos de rock formados en el siglo pasado que, después de firmar su epitafio y desaparecer del panorama musical durante más de una década, vuelven a él con paso firme, aplicando la misma fórmula con la que empezaron. La banda escocesa Gun forma parte de ese selecto club. Su nuevo disco «Frantic» es, sin duda, un efluvio de aquel «composite» de hard rock y pop de los 90 que tan bien le funcionó, hasta que, en 1997, decidiera coquetear con la electrónica en aquel extraño 0141 632 6326.
Este flamante álbum destila llanamente aquello que ya se hizo; una atractiva miscelánea de melodías sencillas y arreglos simples, aderezados de riffs pronunciados, guitarras abigarradas y un estribillo pegadizo de inusitada facilidad para convertirse en karaokes de grandes recitos.
Su primera canción, «Let it Shine», confirma esa percepción. Una inicio coral alimentado de góspel que, rápidamente, se difumina para dar protagonismo a la carismática voz de Dante Gizzi y a algún que otro riff de acertada turbación.
El disco continúa con un baile de géneros y subgéneros. Al punk con sacarina y punteo pronunciado de «Labour of Life» le sigue el desdén de «Beautiful smile», probablemente una de las más destacable del disco; vigorosas guitarras, que bien recuerdan a los Royal Blood más enérgicos, y un estribillo entonado con la reconocible rudeza del mismísimo Layne Staley.
A continuación, «One wrong turn», sin dejar de ser otra de las joyas del álbum, pasa a un pop cadencioso sin apenas artificios rítmicos, pero con sabor a epopeya roquera. Es, claramente, una digna inclusión para cualquier momento de épica en una «teen movie». «Our time», en cambio, bebe del Bon Jovi más noventero, en una medio tiempo iniciado con una guitarra acústica que se pasea sin sobresaltos por una canción erigida en inflexión rítmica del disco. En esa línea, «Frantic», la composición que da nombre al del disco, asienta sus mimbres en una sección de cuerda que prenda su rock contenido de un cierto efectismo a golpe de Dandy Warhols.
Hace rato que las reminiscencias musicales que llenan estadios han dado un golpe sobre la mesa en este álbum, y «Hold your head up» no es la excepción. Aquí, el constante diálogo de piano y guitarra irguen e intensifican con fuerzan el mensaje de su título en esta suerte de «November Rain».
Tras acentuar el ritmo nuevamente con «Big City», Gun recupera, con gran sorpresa, «Seraphina» del olvidable EP Popkiller (2009), aunque, en esta ocasión, con una modulación y un trato instrumental más sucio y desgarrado. Da la impresión de ser un salto adelante de la banda en su avidez por escupir sobre su tibieza predominante. El disco cierra con «Never Knew What I Had», una balada que es, pero no, que amansa, pero hiere. Comienza lenta e indolora, con teclados como analgésicos, pero, poco a poco, termina por apretar el gatillo. De esta manera, la convierte en un broche de un disco que no es, ni mucho menos, la conmemoración definitiva al puro rock noventero, pero sí que sirve para recolocar la mirilla de un estilo del que ya, apenas, se esperan impactos certeros.