La Familia del Árbol – Odisea (Cydonia Records)
No son buenos tiempos para los discos que entran despacio, suave, con tiempo. La dictadura de la actualidad impone su maquiavélica ley. Por suerte, a veces la insistencia, y también la paciencia, dan sus frutos. Sé que hablar a estas alturas de un disco editado en octubre del año pasado puede parecer extraño, pero no podía dejar pasar un álbum tan extraordinario como este Odisea, de La Familia del Árbol, el dúo que forman Nacho Casado y Pilar Guillén.
Solo hace falta escuchar los primeros minutos de “Olas”, la maravilla que abre el disco, para darse cuenta de la injusticia que podría haber cometido si no le hubiese dedicado a Odisea, finalmente, el tiempo que merece. Es una canción larga, que empieza con un delicado punteo de guitarra que suena a gloria bendita, y cuando por fin entra la voz, pasado un minuto, la sensación de estar ante algo de otro mundo se completa. La letra es preciosa, y la voz suena como si Antonio Vega nos estuviese cantando desde el Infinito. El tema se alarga y va progresando hasta explotar en una fantasía de coros, guitarras, percusión y trompetas a lo Beatles. Eso es empezar a lo grande.
Pero hay más: “Vulcano” también desprende ese sabor añejo, con coros celestiales muy de los 60, coqueteos con la psicodelia, unas líneas de sinte fantasmales y, de nuevo, una voz soberbia, lejana pero clara. Nada que envidiar a los grandes grupos de la nueva psicodelia, incluso puede que bastante que enseñar. “Canto XI” mezcla con habilidad y naturalidad un arpa y coros de canto gregoriano con otra bella melodía vocal y una cadencia de pop clásico. En “Caballo” los riffs rockeros de guitarra van entrando y saliendo, jugando con la parte más folk y las armonías vocales, creando otro ambiente repleto de estímulos y visiones.
En general el resto del disco sigue esa misma tónica, la de no hacerle ascos a ninguna influencia del pasado (“1984” los abren unos acordes de guitarra muy similares al de “Rain song”, de Led Zeppelin), mezclar arpeggios de guitarra con persistentes sintetizadores de fondo, unir folk, pop y psicodelia, meter coros brillantes que siempre mejoran la canción y cuidar hasta el mínimo detalle de cada tema. También las letras, que van incluyendo aquí y allá referencias al viaje, a esa Odisea del título, hasta que la vuelta a casa tiene lugar: “El viaje (Ulysses II) recupera la guitarra del inicio, algunos textos ya usados en otras canciones y cierra así un círculo mágico del que es imposible salir sin sentir una repentina sacudida de nostalgia.