Cuéntame una canción: Firestarter, de The Prodigy
“Firestarter” cambió muchas cosas. Fue el primer gran éxito de The Prodigy, certificado por varios números 1, y también fue el inicio de la etapa más exitosa de los de Braintree. Fue el pistoletazo de salida a una concepción distinta del espectáculo y fue la que experimentó con un Keith Flint al frente de la imagen del grupo. Pero, sobre todo, fue la que cambió la forma en la que concebir la música electrónica de los noventa.
A mediados de la década, los nombres asociados al género electronica (en inglés y sin tilde, vaya) se circunscribían casi exclusivamente al uso de sintetizadores y a una evolución más trabajada de los ritmos más machacones que todavía coleteaban de los estertores del acid house y del rave. Underworld o The Chemical Brothers comenzaban a debatirse entre abandonar lo subterráneo o consolidar su propio estilo, pero fue The Prodigy quien dio un paso adelante con la asimilación del sonido punk y de su estética a la que tanto debía Inglaterra.
La presencia de guitarras sampleadas en la producción de los temas no era una novedad en el género, pero hasta el lanzamiento de Music For The Jilted Generation (1994) nadie le había otorgado un lugar preeminente. “Their Law” y “Voodoo People” abrieron la puerta a la posibilidad de que el rock entrase de lleno hasta la cocina de la electrónica y con ello una forma nueva de entender un estilo hasta entonces casi confinado en clubes y fiestas ilegales.
“Firestarter” presentaba todas las características propias de la creatividad de Liam Howlett, la mente y único productor hasta esa fecha de todo lo que aparecía bajo la figura de The Prodigy. La buena dosis de beats y samplers contaba en esta ocasión, a diferencia de la mayoría de sus anteriores creaciones, con dos elementos rompedores y definitivos: la preeminencia de un sonido abrasivo, punk, industrial y duro; y el protagonismo de un vocalista, hasta entonces bailarín, que se convertiría para la eternidad en el frontman de la banda: Keith Flint.
Los créditos apuntan a que Liam Howlett y Keith Flint fueron los que trabajaron el tema, dejando claramente la parte lírica a aquel personaje danzante encerrado en sus tareas de animación, y la parte musical a manos de la cabeza pensante. Esta última parte es especialmente interesante, ya que, como es habitual, el conocimiento de las canciones que se samplean denotan las influencias y la cultura musical de quien las comprime y manipula. Para la ocasión, Howlett empleó tres samplers que actuarían como marcadores distintivos en el tema.
Así, el beat que predomina corresponde a un remix del “Devotion” (1989) de Ten City, una melodía mecánica y repetitiva que, desposeída de su esencia R&B y convenientemente adaptada, pasó a ser mundialmente conocida. La segunda seña de identidad, el riff de guitarra, proviene de “SOS” (1993), de The Breeders: apenas un segundo elevado a ejemplo de aprovechamiento máximo para convertirse en la espina dorsal de uno de los temas más celebrados de los noventa. La tercera seña de identidad, quizá menos protagonista, pero sin la cual no existiría esa desazón y angustia en la canción, se la debemos al grito que aparece en el “Close (To The Edit)” (1984), de Art Of Noise, una de las grandes referencias de Howlett como posibilidad real de mezclar música industrial, con la de baile y el hip hop. Como curiosidad, en los créditos de la canción aparece Paul Morley, el amado y odiado periodista del NME venido a “maestro del concepto” de Art Of Noise, algo así como un director de arte con poca o ninguna participación en lo musical. Pero claro, formaba parte del grupo. Jim Davies, uno de los guitarristas con los que la banda ya contaba en sus directos, grabaría parte de guitarra eléctrica.
Sin embargo, la gran novedad del tema radicaba, claramente, en los nuevos atributos otorgados a Keith Flint, parte de los cuales habían sido patrimonio exclusivo hasta la fecha del MC Maxim Reality. Aquel chico de pelo largo condenado a pegar brincos junto a Leeroy Thornhill y a hacer siempre de loco en el escenario, pero sobre todo los videoclips (emerger de barro hasta las trancas en «Poison», ser el tipo colgado boca debajo de un árbol en «Voodoo People» o colgado, directamente, en un baile imposible en «No Good (Start The Dance)», tendría la oportunidad de no solo de participar en la composición, sino también de convertirse en un icono mundial.
Su aportación lírica se tradujo en un despropósito psicópata, lleno de furia punk extrema, como si explotase de repente toda la ira y diera un fuerte golpe en la mesa. Tres estrofas en primera persona dejaban claro que el personaje que encarnaba Keith Flint sería lo último que quisieras encontrarte en un parque o en la calle: instigador del mal, adicto al miedo, ilustrado del peligro, la puta que odias o el dolor que probaste eran algunas de las lindezas que atesoraba nuestro protagonista. Cada estrofa finaliza con los mismos dos versos en los que te invita a empatizar con su locura o, simplemente, a descubrir que tu cabeza está igual de mal que la suya y que, no tan en el fondo, tú eres igual de retorcido que él.
Entrada al concierto que vio nacer a “Firestarter”.
El tema se escuchó por primera vez en el concierto del 28 de octubre de 1995 en el mítico Island, parada de referencia de las giras locales británicas en Ilford, una localidad históricamente encuadrada entre su Essex natal y el Gran Londres. Aquella noche también sonó por primera vez “Molotov Bitch”, a la postre en la cara B del sencillo y que duraría en los tracklists solo cuatro conciertos más. “Firestarter” empezaría aquí su leyenda en directo, convirtiéndose desde muy pronto en una de las más celebradas engrandeciendo desde entonces su nombre en cada una de las 729 veces que sonó antes de despedirse en Auckland, un mes antes de que Keith Flint también se despidiera este mundo.
Mezclado y producido en los estudios Earthbound, el sencillo se publicó por XL Recordings el 18 de marzo de 1996. La versión más frecuente del single contenía la versión corta para emisión en radio, la versión instrumental, un auténtico pepino de remix a cargo de Empirion y una canción de transición como lo era “Molotov Bitch”. El anterior sencillo de la banda, “Poison”, era pura base hip hop, algo que todavía conservaba esta cara B. Sin embargo, todavía no había hecho nada más que empezar la leyenda. Collin Hawkins fue el encargado de la fotografía y el arte, que mostraba en portada a una no tan inocente anciana con un cóctel molotov, perfecta conjunción tanto para “Firestarter” como para “Molotov Bitch”. Phil Nicholls contribuyó en la contraportada con una de las fotografías más célebres de la banda.
La icónica portada del sencillo concebida por Collin Hawkins
La promoción del sencillo, que a la larga sería el primer adelanto del enorme The Fat Of The Land (1997), estuvo acompañada por uno de los videoclips más rompedores del momento sin el cual no puede entenderse el fenómeno “Firestarter”. Dirigido por Walter Stern (quien ya había trabajado con The Prodigy realizando, entre otros, los vídeos de los sencillos del Music For The Jilted Generation), las secuencias mostraban pozos y túneles en los que la banda parecía estar atrapada en la espiral de locura de un Keith Flint con un cambio radical de imagen (a pesar de que ya se había cortado la melena para algunos de los conciertos previos), y de paranoia e irrealidad. Ese mundo subterráneo formaba parte de la red abandonada del metro de Londres, en concreto en Aldwych, y, para más inri, se filmó en blanco y negro añadiendo más dramatismo y terror a una cinta que incluía, además, radiales y chispas al unísono de la abrasiva melodía.
La verdad es que se filmó en blanco y negro porque no había presupuesto para hacerlo en color. Todo lo que rodeó la producción estaba supeditado a unas exiguas 15.000 libras, un presupuesto bastante ajustado para los presupuestos y costes de la época. Todo se hizo en dos semanas porque el primer vídeo que rodaron debió ser una castaña bien gorda y de bastante poco agrado para Liam Howlett. Él mismo fue quien contactó con Walter Stern para ir adelante con una nueva idea bajo esas condiciones. Todo fue espontáneo, casi sin un argumento preconcebido, como cualquier cosa que rodeaba a la banda. Por ejemplo, Keith Flint adquirió el icónico jersey con el motivo de la bandera estadounidense que lleva durante su actuación de casualidad, en el mercado de Camden, yendo de camino al rodaje. Simplemente “tenía que encontrar algo que llevar puesto”. La contradicción de ser británicos y llevar las barras y estrellas gustó, y el resto es historia.
Keith Flint convirtió su oportunidad en oro y su imagen se elevó a los altares de la estética de la música de los noventa. Curiosamente, su corte de pelo endiablado rememoraba en aquellos conciertos de finales de 1995 a algo demoníaco. Sin embargo, la conjunción aleatoria del célebre suéter y su peinado acabó convirtiendo al desquiciado personaje de «Firestarter» en una especie de Capitán América del inframundo. Cuentan que Flint, siendo preguntado por el villano al que le gustaría encarnar en la siguiente película de Batman, respondió que, sin duda, este sería el Capitán América. El periodista le corrigió diciendo que su elección correspondía a un superhéroe: “Bueno, es que se ha vuelto loco”, respondió. Así fue.
E impactó. Por todo el Reino Unido surgieron como setas niños aterrados por lo que habían visto por la televisión y padres crispados por ver cómo el filtro puritano británico había hecho la vista gorda con semejante orgía de oscuridad y terror. “Firestarter” abrazó la polémica y, con ello, fue todavía más efectivo. La MTV lo mostró sin pudor, pero muchas otras cadenas lo vetaron sin miramientos y otras lo restringieron a emisiones fuera del horario infantil. La chispa había prendido.
Phil Nicholls aprovechó el rodaje para inmortalizar imágenes icónicas de The Prodigy
“Firestarter” consiguió ser número 1 en el Reino Unido, pero también lo fue en Hungría, República Checa, Noruega y Finlandia. Inmediatamente se convirtió en un fenómeno mundial que llevó, prácticamente de la noche a la mañana, a The Prodigy a jugar en las grandes ligas. Reclamados ese año por festivales como el de Phoenix, el incendio se propagó rápidamente y llovieron más citas festivaleras y grandes giras y conciertos. “Firestarter” allanó el terreno para que “Breathe” rematase la faena en noviembre: se habían convertido en un fenómeno de masas.
El directo de “Firestarter” tenía varias curiosidades, desde la ejecución únicamente con instrumentos electrónicos hasta la magnificencia de cuerdas y batería por doquier en la época de vacas gordas, reafirmando su versatilidad sobre los escenarios. Pero, sobre todas las cosas, resuena con gran nostalgia la introducción al tema en sus conciertos desde finales de 1995 hasta su año glorioso de 1998. Una voz de ultratumba malvada amenazaba ya de inicio con una descarga de alto voltaje: “It’s my own secret tecnique…”. El sampler, que provenía de la película de artes marciales Jade Claw, fue la seña reconocible del periodo dorado en el que se enmarca aquel mítico concierto de 1997 en la plaza Manezh de Moscú ante cerca de 200.000 enfervorizados espectadores.
El 30 de junio de 1997 se publica The Fat Of The Land, el arponazo definitivo, el disco que reinventó el género y marcó un antes y un después en la banda. «Firestarter» fue quien marcó la senda que siguió «Breathe» y que culminó con otra provocación a escala mundial: «Smack My Bitch Up». Quizá para entonces, a nadie le sorprendía nada: cuanto más incisivo, mejor.
“Firestarter” se convirtió en un clásico casi al nacer y, hoy en día, todavía resuena en locales y radios con frecuencia.
A este tema aún le quedaba una segunda vida, curiosamente, motivada por la muerte de Keith Flint. Su cuerpo apareció sin vida el 4 de marzo de 2019 en su casa en Essex y, tras la conmoción que supuso la desaparición de un icono como lo fue él en tan terribles circunstancias, los seguidores de la banda se lanzaron a honrar su memoria. Además de los reconocimientos, murales y demás eventos conmemorativos, los fans animaron a descargar y comprar “Firestarter” como homenaje eterno al bailarín y vocalista de The Prodigy. Casi 25 años después de su lanzamiento, el tema volvió a las listas y alcanzó el número 13 en el Billboard dance en Estados Unidos.
“Firestarter”. Ficha técnica:
Compositores: Liam Howlett, Keith Flint, Kim Deal, Anne Dudley, Trevor Horn, J.J. Jeczalik, Gary Langan y Paul Morley.
Productor: Liam Howlett
Estudio de grabación: Earthbound Studio
Sello: XL Recordings
Fecha de grabación: 1996
Fecha de lanzamiento: 18 de marzo de 1996
“Firestarter”. Letra:
I’m the trouble starter, punkin’ instigator
I’m the fear addicted, danger illustrated
I’m the firestarter, twisted firestarter
You’re the firestarter, twisted firestarter
I’m the firestarter, twisted firestarter
I’m the bitch you hated, filth infatuated, yeah!
I’m the pain you tasted, fell intoxicated
I’m the firestarter, twisted firestarter
You’re the firestarter, twisted firestarter
I’m the self inflicted, mind detonator, yeah
I’m the one infected, twisted animator
I’m the firestarter, twisted firestarter
You’re the firestarter, twisted firestarter
I’m the firestarter, twisted firestarter
Muy buen artículo. Una canción que forma parte de la banda sonora de los 90 y de cómo la electrónica fue capaz de emparentarse con el rock sin que a nadie le extrañara. Te echamos de menos Keith
¡Pedazo de artículo! Muy bueno.
Maravilloso tema y gran artículo
Artículo absolutamente excesivo. Personalmente me la pela la camiseta que llevó Flint o el pelito que se haya hecho. The fat of the land es un discazo, casi conceptual si no supieras que es un refrito de pedazo de canciones. Aún así es un discazo con canciones enormes. Firestarter es una de ellas. Para mí la mejor de largo es Serial Thrilla. Una buena banda que desde luego no inventó nada pero consiguió mucho para sus merecimientos. Compara su creatividad con Supergrass o Ash y se quedan en cero coma.
Madre mía. Otro infeliz que sólo vive para desmerecer a los demás: A Prodigy y al que escribió el artículo.
Enterao’ que eres un enterao’….
Gran artículo, tema imprescindible para entender esos años, una gozada leer lo que hubo detrás! Ahora sólo nos queda otro sobre «Girl from Mars», qué derroche de creatividad había ahí 🙂