MOURN tendrán nuevo álbum en octubre, escucha un adelanto
La adversidad no promueve los mejores sentimientos: frustración, ira, miedo, ansiedad. Nada raro para el mundo de hoy. Las integrantes de MOURN saben bastante de estos reveses. Pero saben también que una creencia, latente, persiste en el interior: lo negativo, a la larga, se volverá positivo. Es la creencia de afrontar y superar un problema. Y de salir reforzadas: el prodigio de la resiliencia. Es la creencia de lo que ellas valen, digan lo que digan. Es la autoestima. Es el nombre que eligieron para su nuevo álbum: Self Worth.
Y es justamente la autoestima lo que trajo a MOURN hasta aquí.
Su recorrido fue prematuro: grabaron su álbum debut cuando aún eran menores de edad, en 2014, y comenzaron a cosechar elogios y a sumar seguidores. Sacaron dos discos más: Ha, Ha, He (2016) y Sorpresa Familia (2018). Y se volvieron intercontinentales, con giras por Norteamérica, Europa y Japón. Un sueño indie hecho realidad para Jazz Rodríguez y Carla Pérez Vas, ambas nacidas en 1996 en El Maresme, Cataluña, donde se volvieron inseparables al final de la escuela secundaria. Aún hoy preservan ese lazo. No es para menos: sus voces y sus guitarras, combinadas, son combustión pura.
Ese itinerario, por supuesto, también tuvo adversidades. Para empezar, un sello local que les propició finanzas erráticas y managers descuidados. Y más recientemente, un cambio en suformación: ya no está Antonio Postius en la batería. La banda no es la misma. El mundo tampoco. Las chicas crecieron. Y eso se advierte en las canciones de Self Worth. Sus melodías, enérgicas y atrapantes, incursionan en terrenos menos allanados. Y sus letras evidencian que ahora están preparadas para abordar temasde otro peso y calibre.
Self Worth comenzó a gestarse en la primavera del año pasado. Por entonces las cosas no iban bien con el baterista. “Estábamos en un momento muy malo: las dinámicas del grupo ya no funcionaban con Antonio. No sentíamos que podíamos escribir un disco con él. No iba más, ya no cuajaba. Al final él se fue”, cuenta Jazz. A lo que Carla agrega: “Creo que su partida era algo que tenía que pasar. Ya no nos entendíamos. Y llegamos al punto en que no era cómodo, ni en las giras ni en los ensayos. Así que fue un cambio muy positivo. Nos dio la tranquilidad que necesitábamos”. En mayo, una vez liberadas del “mal rollo”, Jazz y Carla se refugiaron durante casi una semana en una casita en la montaña, cerca de los Pirineos, en Francia, para empezar a proyectar su próximo álbum. Allí, sin móviles y sin internet, se dedicaron a escribir y a grabar demos. Asomaron nuevas melodías, letras y líneas de guitarra. Y así, con estas primeras canciones, volvieron a Cataluña, donde esperaban Leia Rodríguez, bajista y hermana de Jazz, y Víctor Pelusa, el nuevo baterista. “Lo terminamos de componer los cuatro juntos, a fines de ese verano”, dice Carla. Jazz completa: “Pudimos disfrutar el proceso de hacer un disco durante el verano. Antes eso sólo podía suceder bajo presión”.
La reconfiguración del grupo dio sus frutos. “Trabajamos más en equipo. Nos comunicamos más. Cada una aportó algo en la composición, de una manera mucho más natural. Incluso Víctor–con quien no habíamos tocado mucho– terminó sumando elementos y dándole un aire diferente a las canciones”, dice Jazz. Carla reconoce que fue el ambiente ideal para dar un paso más: “Creo que antes no acabábamos de ser nosotras mismas. Y ahora nos hemos soltado. Hemos sacado cosas que estaban ahí, por salir; cosas que queríamos decir y tocar”. Estas trabas eran parte de los desacuerdos con su ex baterista. Jazz: “Ya no compartíamos del todo los ideales y las maneras de pensar. Sospecho que algunas letras de este disco no le hubiesen parecido bien, y eso habría significado una lucha. Rescato el hecho de ser nosotras mismas con estas canciones, sin nadie que nos juzgue. Pues, para mí, ha acabado siendo el mejor disco que hemos hecho. Porque lo hemos vivido mucho más intensamente, más libres y más a gusto”.
Escucharlas cantar –entre lo melódico y lo catártico, con ese arrojo emotivo, imponente y vital– se vuelve casi un acto mágico, químico, definitivamente magnético. La música como descarga es parte de la naturaleza de MOURN. Jazz explica: “Yo uso las canciones para plasmar mis emociones. Entonces, cuando hago un disco, me siento más tranquila, porque me estoy quitando de encima los traumas, las ansiedades y los sentimientos que me sobrepasan. Necesito volcar todas estas cosas. Y eso se transforma en algo bueno: las canciones lo emanan. Con este disco he sido capaz de coger algo que duele y convertirlo en algo que hace bien”.
Ambas cantantes escriben. A veces, una subraya lo que le gustó de la libreta de la otra. Y así terminan entrelazando su escritura: definen temáticas y superponen frases. Jazz: “ Carla y yo venimos de familias distintas, pero compartimos conflictos parecidos. Tenemos sentimientos que se conectan y que necesitamos expresar, de la manera más libre y directa”. Esa máxima –de decirlo todo– es el resultado de su realización como banda. Sólo así, después de rearmarse y emanciparse, podían hacer un álbum como Self Worth. Jazz lo define como “un disco de empoderamiento”. Carla asiente: “Antes no teníamos las cosas tan claras como ahora. Hemos crecido. Y hemos leído sobre feminismo. Por eso ahora nos sentimos más cómodas hablando sobre ciertos temas”.
MOURN sigue siendo una banda de rock guitarras, con su corazón en los años 90 (de PJ Harvey a Sleater-Kinney). Jazz coincide: “La guitarra es mi escudo, lo que me protege. Es la amarra a la que me aferro para no salir volando”. Self Worth revalida esa fascinación guitarrera.
El universo de las relaciones atraviesa casi todo el álbum. Ciertas necesidades se destacan: dejar atrás los vínculos abusivos y, sobre todo, exteriorizar el ruido interior. Jazz: “Varias canciones hablan de salir de situaciones tóxicas, de no resignarse a eso, de no aguantarlo más. Son banderas para plantarse y decir: ‘hasta aquí llegamos’».
Self Worth, a diferencia de sus predecesores, amplia las reglas y se vale de un método diferente: atender lo que pide cada canción. Jazz: “Antes, en los primeros discos, grabábamos sólo lo que íbamos a tocar en vivo. Decíamos: ‘todo lo que suena aquí será igual a lo que suene en el concierto’. Dos voces, dos guitarras, bajo y batería. Y ya está. Esta vez, en cambio, el plan fue otro: ‘si esta canción necesita un coro de la ostia, lo hacemos; ya veremos en los ensayos cómo nos arreglamos para hacerlo en directo’”. Carla: “Nos entregamos más a lo que necesita la canción. Y jugamos más. Dejamos algunos temas sin voces antes de entrar a grabar; la idea era aventurarnos y cantar luego lo que nos saliera en ese momento. Y eso nos dio más libertad: adaptamos melodías sin limitarnos, porque no estábamos pendientes de tocar”.
Toda la incertidumbre sugerida en “This Feeling Is Disgusting”, el tema que abre el disco, se disipa con la entrega de MOURN. Dos acordes y una pequeña melodía amansan al oyente antes que la tormenta se desate: el futuro es incierto, pero ellas quieren que esto funcione.
MOURN es un enclave de post-adolescentes que lidian los dilemas de la vida adulta. Un abismo de interrogantes y decisiones. “Cuando empezamos, tocábamos muchísimo. Pero de golpe, eso cambió. Y la música dejó de darnos una estabilidad económica. En estos tiempos de Covid estamos constantemente viendo qué hacer, cómo rebuscárnoslas. Nos cuesta encontrar empleo. ¿Quién va a contratarte sabiendo que vas a faltar cada vez que tengas un concierto? Para el mundo ‘laboral’, tenemos muy poca experiencia: puedo poner en mi currículo los discos que hice, pero eso no me va a dar el puesto en una panadería. Hay amigos que tienen un trabajo aparte de su grupo, aunque tocan poco. Entonces ese grupo pasa a ser un plan B. Al final, es todo o nada. Es difícil. Más aquí, en España, donde lo que hacemos se considera más un hobby que un oficio”, dice Carla. Jazz concluye combatiendo al fracaso: “¿Tendremos que buscar trabajos que no tienen nada que ver con lo que nos gusta, sólo para sobrevivir, mientras nos morimos de ganas de tocar? Porque la banda es nuestro trabajo, es nuestra vocación. Este disco nos dio lo que necesitábamos: la autoestima, las ganas de ir hacia adelante, de quererse a uno mismo, con todo, con lo bueno y lo malo. Este disco nos empodera”.