Ferran Palau – Parc (Hidden Track Records)
A lo largo de su sólida trayectoria, Ferran Palau ha ido añadiendo sutiles elementos a su lenguaje musical, consiguiendo siempre sonar a él mismo, y al mismo tiempo, evolucionar y adaptar su modo de expresión a sus cambiantes gustos. Podríamos decir que, a su sobrada solvencia en el dominio de la gramática folk que lo mostraba como una especie de Nick Drake patrio, le ha sumado el barniz contemporáneo de un Tyler, the Creator, consiguiendo que el resultado de tan, a priori, ambiciosa empresa, arroje un saldo más que positivo.
La magia de álbumes teñidos de tonos cálidos y ensoñadores, sin duda tremendamente personales, como Blanc (Halley Records, 2018) y Kevin (Hidden Track Records, 2019), y de esa joya nacida en pandemia que fue “Cel Clar”, ha encontrado en este Parc (Hidden Track Records, 2021) una perfecta continuación, que agradece esa sutil adición de elementos de grácil impacto en sus pentagramas, y que corrobora, por si quedaba alguna duda, que estamos ante uno de los mayores talentos compositivos de nuestro panorama.
Es tan pasmosa la facilidad con la que consigue que un autotune o un pitch en la voz más pronunciado abracen sin estridencias la dinámica de sus canciones, que es difícil pensar en una progresión mejor llevada que la suya. El folk delicado de cuyo manejo ya demostró ser todo un maestro, da paso aquí a sutiles caricias de aroma jazz o R&B, que lo destaca como una figura de carácter insólito en la galaxia musical actual.
Con la inestimable ayuda de un Jordi Matas que es mucho más que un productor, y que resulta esencial a la hora de entender este viaje que ha experimentado su sonido, las nueves canciones que componen Parc configuran un entramado sensual y evocador que atrapa y seduce.
Ambientado en la temática del cine de terror de serie-b y en la estética skater de los ochenta/noventa, su universo conceptual abarca también un imaginario visual que permite identificar su sello en cada movimiento, y concluir que lo suyo va más allá: es una marca reconocible que combina música e imágenes, colores y sonidos, construyendo un mundo fascinante que reta a los sentidos.
“Reflexe” arranca con un rasgueo de guitarra marca de la casa y juega con la fusión de dos palabras en catalán que juntas explotan en armonía: ‘reflexe’ (reflejo) y ‘sexe’ (sexo). Con un punteo de marcada y punzante melancolía, descubre la cara b del amor entre frases de desarmante calado. Inmejorable inicio para un recorrido que solo entenderá de picos de intensidad a lo largo de su minutaje. “Lluny” es leve y tiene madera de hit, es tarareable hasta decir basta y es de esas canciones que lleva bordando desde que arrancó en solitario. En “Perdó” se deslizan sintetizadores juguetones y corrobora su habilidad para decir tanto con tan poco. El poder de las palabras puede ser tal, que sabiamente colocadas y combinadas, son capaces de disparar con la munición justa. “Amor” es un punto de inflexión no solo en el álbum, diría que en su carrera. Con un pitch de voz intencionadamente agudo, que hace que no sepas si canta un hombre o una mujer, redefine el amor a cada verso, multiplicando el impacto de las palabras gracias a un tapiz adictivo y pegajoso sobre el que da vueltas la melodía, y que ejemplifica su triunfal abrazo a recursos que rompen las barreras del pop al uso. “Més ènlla” conecta con la estética inquietante y enigmática que tan bien abraza su sonido. Podría ser perfectamente la banda sonora de un capítulo de Stranger Things. Sus teclados marcan una cadencia hipnótica que enlaza de manera perfecta con el tono escapista de la letra. Es otro de los momentos claves del disco. “Perfecte”, con su ritmo quebradizo y entrecortado, y “Aranyes”, con esos teclados palpitantes, lo muestran radiante a la hora de añadir puntuales arreglos que enriquecen su paleta sonora con naturalidad, y que lo acercan a ese neo-soul que no olvida su alma pop y que abre nuevos caminos del todo excitantes. “Blau” vendría a ser la gran balada de esta nueva entrega. Dedicada a su hijo, es delicada y eriza la piel corroborando su capacidad para remover con los mínimos elementos. El cierre con “Parc” deja en la retina multitud de imágenes, y en el corazón, el poso que solo dejan las cosas importantes. En apenas veintisiete minutos de absoluta magia, Ferran Palau se las arregla para sublimar una vez más el poder de la música para dejar sin palabras y pellizcar el alma, consolidándolo una vez más como ejemplar artesano de las emociones.