Los Planetas + El Último Vecino (Tomavistas Extra) Madrid 01/07/22
Los Planetas son uno de esos pocos grupos que nos han ido acompañando a lo largo de nuestra vida siendo la banda sonora de nuestras alegrías y de nuestras penas de manera constante e impenitente. Y esto ha sido gracias a una doble virtud que prácticamente ningún artista mantiene: la de conservar la capacidad de emocionar y la inquietud por ahondar en su sonido mutándolo sin perder su esencia primigenia. Siempre conmueve ir a un concierto de los granaínos y observar las caras de sus seguidores mientras dibujan sonrisas de celebración o afloran lágrimas silenciosas recuerdo de lo que permanecerá latiendo dentro hasta el final.
En esta ocasión presentaban –otro más- disco fabuloso, el excelso Las Canciones del Agua (22), capitaneado por esa obra maestra en forma de canción que es la infinita “El Manantial”, musicando un poema del primer Federico García Lorca en una cima inapelable de su carrera. Fruto de la orientación del álbum en su primera parte y de la emocionante experiencia vivida el año pasado asistiendo a uno de sus conciertos esenciales en formato reducido y acompañados por el pianista David Montañés, uno podía esperarse un concierto de parecidas características, resultando a la postre todo lo contrario, un concierto eminentemente eléctrico y repleto de las texturas atmosféricas características de la banda.
Al igual que en su versión íntima mencionada, el encargado de abrir el show fue El Último Vecino. Si aquella vez mencionábamos que ambas propuestas no casaban del todo juntas, encima en un recinto como un palacio de congresos y sentados, en esta ocasión, en abierto y con total libertad para disfrutar de un concierto, tampoco es que la propuesta del tecnopop del barcelonés lograra seducir del todo al respetable. Hay que añadir que el disco que presentaba Gerard Alegre, Juro y Prometo (22), es sin atisbo de duda la colección más endeble de canciones firmadas por el artista hasta la fecha. Aun así, la fisicidad de su puesta en escena tan particular distaba mucho de la electricidad recordada por quien les escribe antaño cuando le conoció sobre las tablas en un lejano Primavera Sound de 2016.
Ciertos atisbos de cansancio y linealidad en la propuesta demandan una reformulación urgente de la misma en busca de lograr pequeños hitos pretéritos como los que afloraron en la segunda parte de la actuación, con canciones tan notables como “Antes de conocerme”, “Tu casa nueva” o mi preferida, “Mi escriba”, que sonó muy alejada de la evocación misteriosa y nerviosa del original en estudio. Sin lugar a dudas, El Último Vecino para disfrutarse él y nosotros demanda recintos más pequeños donde sea la principal atracción y la noche el paisaje de fondo.
Espera ansiosa para recibir a los protagonistas de la velada, por fin en formato completo, listos para repasar ante nosotros un cancionero que no tiene otra denominación posible que antológico. Y en un mar de aplausos salieron a escena nuestros héroes cotidianos de celebraciones y desdichas ventriculares propias. Y qué manera de empezar: “Segundo Premio”, una de las mejores canciones de uno de los mejores discos de una de las mejores bandas españolas de la historia. No pasaría nada si afirmáramos que en cada uno de estos puntos ganarían la suposición. Así de claro y meridiano. Desde ese primer momento, se apreció el pulso, el fluir de sangre por dentro de esas percusiones, esas guitarras, esos lamentos y esos corazones congregados en el Parque Tierno Galván, juntos, pero cada uno llevando a su bola y como podía el acometer de esas letras tatuadas en el ADN de nuestro transitar por este mundo.
No tardó en destacarse la brutal actitud escénica y talento de uno de los mejores baterías que ha dado la música, Éric Jiménez, auténtico motor de la banda, la implicación entusiasta de un Florent soberbio a la guitarra, la seriedad y profesionalidad de un Jota maestro de ceremonias y el trabajo subterráneo y eficiente de los no menos importantes Miguel López al bajo (en lugar de Julián Méndez en esta ocasión) y Banin a teclados y guitarra. Pero desde luego si hay que destacar dos músicos que se salieron fueron Éric y Florent, descomunal presencia escénica la de ambos el viernes.
Llamó la atención los ostensibles auriculares que lució Jota durante todo el concierto para aislarse del ruido externo y ayudar a centrarse en su interpretación, y es que, todo sea dicho de paso, la acústica del concierto no fue todo lo buena que hubiéramos deseado. El sonido se empastaba levemente y se perdía cierta intensidad en favor de unas atmósferas muy trabajadas, pero que no lograron del todo llevarnos a otra dimensión como hubieran demandado algunos temas, junto a una voz algo ahogada en la amalgama de instrumentos. Digamos que estos aspectos se notaron al ensombrecer obras capitales de magno calado como lo son “Si estaba loco por ti” o “Islamabad”.
Otro aspecto realmente elogiable fue el set list. Increíble el juego de piernas que lucen Los Planetas a la hora de elegir su repertorio. Así, pudimos disfrutar de rescates que sonaron a gloria como “Devuélveme la pasta” o “Prueba esto” unidos a temas de una hondura majestuosa que requieren de mucha valentía para ser tocados en un recinto de determinadas dimensiones como la preciosa “Señora de las alturas” o la íntima y conmovedora “Amanecer”.
El concierto fue ganando en empaque y contundencia en una segunda parte donde, a las maneras que también hace The Cure, fueron aflorando sus temas más epatantes y directos. Así, el entramado de “Reunión en la cumbre”, una excepcional defensa de “Un buen día” y una inapelable “Alegrías del incendio” fueron algunos de los momentos más celebrados junto al taladro gritado a los cuatro vientos que fue “Pesadilla en el parque de atracciones”. Como cimas del intimismo más inflamado, destacar la doliente y mágica espiral a la que nos llevó de nuevo la embriagadora “Corrientes circulares en el tiempo” y un “De viaje” cerrando el grueso del show que fundió a dos almas en un abrazo eterno con los ojos cerrados entre lágrimas que es desde ya otro de esos momentos a recordar el día que nos muramos.
Cuando pensábamos que ya no podríamos ir a más, la banda regresó para brindar un bis a la altura de su leyenda, con esa preciosidad de canción dedicada a la esperanza más pura e inquebrantable que es “Zona temporalmente autónoma” y un inesperado y desarmante “Toxicosmos” que supuso la estocada definitiva al corazón para no volver jamás.
Como si alguna vez hubiéramos vuelto…
Fotos Los Planetas + El Último Vecino: Adrián YR Photography (Tomavistas Extra)