The Last Internationale + Crimson And Clover (Sala Rockville) Madrid 13/05/23
Existen pocas experiencias más gratificantes para un melómano que contemplar cómo una banda intensifica todas las virtudes de su cancionero sobre un escenario. Un grupo de rock que ofrezca conciertos convincentes siempre resultará más creíble y seductor, y The Last Internationale es un feliz y paradigmático ejemplo. Con varias visitas ya a nuestro país a sus espaldas, contadas todas y cada una de ellas por auténticos recitales, y ni un paso en falso a nivel discográfico, la perseverancia de los neoyorquinos, desde unos niveles de popularidad y resonancia infinitamente menores de los merecidos, está empezando a situarles en un lugar que hace unos años difícilmente podía preverse, y al que han llegado con tesón, talento y pleno derecho: el casillero de las mejores bandas del momento.
A este crecimiento exponencial contribuye, y bastante, su flamante Running For A Dream (23), tal vez su cénit artístico hasta la fecha; un disco exuberante, con gancho y pegada, rebosante de temas inspirados, y en el que las bondades de Delila Paz y Edgey Pires lucen en absoluta armonía y plenitud. La madrileña sala Rockville comenzaba a nutrirse de asistentes y a mascarse la expectación cuando los teloneros Crimson And Clover asomaron a escena para catapultarnos medio siglo atrás y ofrecernos un muy disfrutable set de indudable aroma estético y musical 70’s. Poderoso torrente de voz el de su cantante, Candela Liste, temas contundentes, un trallazo puntual verdaderamente atinado (“Freedom”) y el regocijo de que aún siguen surgiendo bandas jóvenes con ganas de comerse el mundo que llevan el veneno del rock más clásico y atemporal en la sangre.
Tras la descarga de los gallegos, muy fogueados estos últimos años en directo pero que alguno quizá desconociera o no la viera venir, se presentaba en cambio una inapelable certeza: The Last Internationale, en cuanto pisaran las tablas, se llevarían por delante el escenario. Bendita previsibilidad en este caso: obviamente, así fue. Tras la habitual intro de “Revolution Will Not Be Televised”, obra de Gil Scott-Heron y que, ya antes incluso de arrancar, deja a las claras el compromiso y la vocación combativa de esta formación tanto en letras como en actitud, Delila y Edgey irrumpieron con su energía habitual y su cada vez más consistente repertorio, que bascula con tanta pericia como amplitud de miras entre, principalmente, el rock, el blues y el garage, sublimado por ese exquisito sentimiento soul que aporta la excelsa voz de Delila.
Justo es admitir, no obstante, que la actuación flirteó con el naufragio por unos problemas de sonido muy evidentes, especialmente relativos al micrófono, y que obligaron a los técnicos a interferir incluso durante las interpretaciones para enmendar los desajustes, con parones y desconcierto generalizado que impidieron una fluidez acorde a las circunstancias. La banda, por su parte, encajó la coyuntural adversidad con mucha templanza y no dejó de vaciarse, interactuar con los fans e interpretar con mucha fiereza durante este tramo inicial, en el que brillaron las contundentes y emblemáticas “Killing Fields” y “Life Liberty And The Pursuit Of Indian Blood”.
Afortunadamente, transcurrido el primer tercio, la situación se estabilizó, y fue en ese momento cuando las canciones nuevas asomaron su poderío, confirmando que esta banda se encuentra en el mejor momento de su carrera. La confianza de Delila y Edgey en ellas, además, parece indiscutible. Así, la mayúscula “1984”, seguramente la pieza más agresiva que ha firmado nunca esta banda, y que por momentos parece rozar los patrones compositivos de bandas como Rage Against The Machine o Audioslave; “Hero” y su trepidante desarrollo y una brutal y obsesiva “Hoka Hey”, una pieza de blues-rock tan inflamada como gloriosa, con una Delila particularmente encendida, fueron descerrajadas del tirón, y si había algún escéptico en la sala con el nivel de este álbum, sus dudas quedaron disipadas. Los titubeos iniciales derivados del sonido estaban olvidados y la maquinaria, engrasadísima.
La carismática frontwoman, directamente una de las mejores del mundo en estos momentos, no dejaba de exhibir su hipnótico magnetismo hiciera lo que hiciera: atacando las canciones como si no hubiera un mañana, mostrando su habilidad como multiinstrumentista, moviéndose y vibrando al son de la música con tanto estilo como pasión, bajando a las primeras filas y abriéndonos su corazón, al borde del llanto por momentos; compartiendo su micrófono, arengando a que la gente subiera al escenario a darlo todo. Por momentos, más que un concierto parecíamos vivir una suerte de liturgia interactiva entre un espíritu tocado por la gracia y arrebatado por la emoción y su fiel y obnubilada parroquia; una experiencia directamente memorable.
Edgey, por su parte, comenzó más a la sombra, bien alineado y acoplado con la efectiva sección rítmica, pero dio un paso al frente, se fue desbocando y acabó arrebatado, e incluso igualando en desenvoltura y liderazgo a su compañera. “Hard Times”, ya hacia el final, fue su absoluto momento estelar, con unos guitarrazos colosales y él golpeando su instrumento y saltando por los aires como un tigre enjaulado. Antes, con Delila al piano, en un tono más íntimo y con un nivel vocal estremecedor, se encadenaron “Soul On Fire”, potenciadísima en directo, pura entraña, y “Running For A Dream”, una canción que huele a clásico y a eternidad desde el primer acorde. La celebradísima “Wanted Man”, un tema redondo y con una magnífica progresión, y la fulgurante “1968” pusieron el cierre con la banda en un completo pico de genialidad interpretativa y una audiencia rendida a la causa y borracha de euforia. Que no dejen de grabar. Que no dejen de tocar. Que no nos dejen nunca.
Gracias por la crónica. Probablemente este concierto lo recordaré durante mucho mucho tiempo. Este grupo merece mucho la pena y que merece más reconocimiento, esperamos volverles a ver pronto, por qué es un directo espectacular.
Grande el batería era un pura sangre.