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Plaid (Sala El Sol – Inverfest) Madrid 26/01/24

Volvía Plaid a un escenario madrileño después de tan solo nueve meses. En aquella ocasión, los británicos ofrecieron su propuesta en el auditorio de CaixaForum, un espacio totalmente distinto al de esta ocasión, y ahí radica, quizá, la máxima diferencia e interés del concierto enmarcado en el Inverfest. Al final, la experiencia lo es casi todo en un evento. Si este es musical, como el que nos tiene ahora ocupados, existen varios puntos que harán que el oyente salga con una sonrisa más o menos pronunciada. Si, además, incluyes visuales como una parte esencial de tu tarjeta de visita, el espectador sufrirá también un impacto sensorial añadido.

Partiendo de la base de que repetir la misma experiencia es imposible y hasta desaconsejable, los congregados en esta ocasión para escuchar (y ver) a Plaid tuvieron que enfrentarse a varios inconvenientes. Dejemos claro que las tendencias en directo de las formaciones de música electrónica distan mucho de las de hace dos o tres décadas, donde lo analógico podía deparar alguna que otra sorpresa. Ahora todo se condensa en pequeños aparatos que dan poco margen al problema, a no ser alguna catástrofe técnica.

Por ello, los bloques en los que suelen dividir Plaid sus apariciones pusieron en el ambiente la pulcritud que emana de sus producciones. Aun a riesgo de improvisar mínimamente, su concierto se basó, principalmente, en su Feorm Falorx, marco donde residen esas siempre celebradas “C.A.” o “Wondergan” y que, al final, son dos formas muy distintas de escuchar un mismo disco. La distribución en esos segmentos hará transitar al público entre las diferentes aristas del ambient o la IDM más canónica, también con aportaciones de su pasado, hasta completar una experiencia sonora a la altura, salpicada por los cambios de ritmo y por las hipnóticas aportaciones de Benet Walsh y su guitarra. Hasta ahí todo normal.

El problema fue el espacio. Huyamos del romanticismo de la sala Sol por un momento y afirmemos con contundencia que ni su estructura ni su distribución valen para todo.  Y es que una propuesta como la de los ingleses no puede ofrecer una experiencia del todo satisfactoria en una sala en uve, con los laterales casi porticados y con un escenario que dista bastante de ser alto y, por ende, poco propicio para la proyección de videos que se presuponen ahora fundamentales, tanto como para que Emma Catnip esté ahí desde hace ya un tiempo acompañando a Andy Turner y Ed Hanley (y a Benet Walsh).

Si uno es excelente (o pulcro) en su propuesta musical, no puede permitirse una reverberación como la que soporta la sala, porque no es lo mismo una intención de matices minimalistas donde la audición lo es casi todo a otras ofertas para las que este escenario es excelente. Y si lo audiovisual es parte integral de tu marca, no puede ser que la disposición no permite a más de la mitad del público ver defectuosamente el viaje al que se está siendo invitado, a menos de lesión cervical. Pero con eso, y con el humo que cubría en más ocasiones de las aconsejables las proyecciones y que acababa con un efecto un tanto nebuloso de neón e incluso siniestro, algo también lejos de ser el adecuado, había que lidiar.

Pero tampoco está mal tener esta otra experiencia y poder comparar y preguntarse si Plaid son los mismos Plaid cuando uno los escucha con todos sus matices en un auditorio en silencio y concentrado en una pantalla o si, por el contrario, te pierdes en un espacio en el que la gente está de pie (se bailó poco), hablando y con las proyecciones impactándote a la altura de las vergüenzas. ¿A Plaid hay que verlos, hay que escucharlos o hay que bailarlos? Tampoco creo que haya que elegir, porque se demuestra que se puede hacer de todo, y que tan solo tienes que saber dónde estás en cada momento para no llegar a frustrarte con unas expectativas que el entorno hará que estén distantes si esperas una experiencia como un todo pulcro o algo correcto, debido en gran parte a que técnica y musicalmente, a estas alturas, no te van a fallar.

 

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