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La Bien Querida (Palacio De Viana) Córdoba 13/09/24

Volver al Palacio de Viana es como hacerlo a un hogar propio y ajeno a la vez en el que el calor podría ser un obstáculo para la calidez. No es una contradicción, sobre todo escuchando los parcos comentarios de Ana Fernández Villaverde acerca de su mala memoria respecto a la cruel climatología local, aun en épocas de supuesta bonanza. Su blanco poco riguroso, tintado por los adornos de unas canciones reducidas a la médula de la emoción, iluminaba más que el tenue cromo multicolor un Patio de las Columnas repleto de oídos dispuestos en general y predispuestos en particular. A su lado, un David Rodríguez que ahora ejerce de escudero ejecutor más que de escudo protector, encendía su Estrella de David circunstancialmente enfocada a las canciones que un día diseñó para la voz mínima y enfrascada en sus cuitas, que son las nuestras, de La Bien Querida. Un proyecto, una personalidad diagonal, un volcán de expresividad plana y corazón huracanado que en su última encarnación sonora se ahoga entre acordes caribeños y sones más propios de latitudes remotas a las que nunca sospechamos que arribaría. Una muestra más de que su inquietud artística va más allá de desmenuzarnos anhelos, frustraciones y empoderamientos varios. Como la vida misma, caer y levantarse para empatar con los mismos errores en una batalla que sólo tiene fin a la conclusión de cada episodio discográfico.

Si se acoplan canciones tan exquisitamente arregladas a un formato donde las cuerdas y el ambiente se tensan, los versos se ven afectados en la misma medida, no necesariamente para perder fuelle. “El perro del hortelano”, “La verdad”, “No es lo mismo”, “Como si nada”, “La pieza que me falta”, piezas en las que la voz de la bilbaína se resuelve y se revuelve en el fango sentimental que las agita, se enfrentan contra su voluntad al brío de otras como “Recompensarte”, donde la rumba no llega a acanallarse por obra y gracia de la mano de pintura alternativa que le dieron en su día el ínclito J, mano derecha en esta y alguna otra ocasión, y el anárquico Muchachito. Al igual que la encantadora “Un gatito”, repasada por la mano sintética de Alizzz y mucho más translúcida en este encantador vestido de noche. Sus poderes están en la “Dinamita” con la que rebulle el deseo de salir a buscar las estrellas más brillantes o en el “Carnaval” de un martes previo a otro miércoles de ceniza. Luces y sombras de una carrera asentada en “Los jardines de marzo” más ovacionados en el ocaso del verano, donde un “Muero de amor” puede sonar tan amenazador como un abrazo en un hospital, tal vez el mismo al que acudir en busca de la morfina de la felicidad descrita en “Fuerza mayor”, un respiro en el que el nosotros suple al yo para desgracia y fortuna del alma.

Casi ni recordábamos el interrogante de “¿Qué?” ni sus binomios imposibles, ni la duda acumulativa de “Esto que tengo contigo”, pero tampoco quisimos darle más vueltas ante la seducción absoluta que nos provoca “De momento abril”, probablemente el himno definitivo antes de que la electrónica y los reclamos tropicales hicieran el resto del camino andado hasta la fecha. No olvidemos que nos conquistó con aquel “Romancero” que compuso al calor del abrigo folclorista luego reciclado en la postmodernidad de Rodrigo Cuevas, Pablo Und Destruktion o Karmento, sin que las conexiones impidan las respectivas identidades. La suya, la de La Bien Querida, va implícita en la melodía de “Porque te vas”, una radiografía casi perfecta de su inspiración a la que apela cuando se trata de cerrar un concierto más ancho que largo, un ejercicio de comunicación que no necesita de palabras ni gestos porque la única verdad está en las canciones, aunque todas cuenten la misma.

Fotos La Bien Querida: Víctor Castro

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