Parade & Nacho Casado – Parade & Nacho Casado (Jabalina)
En la presentación del disco que nos ocupa en la sala Galileo Galilei con motivo de los treinta años de actividad del sello Jabalina, comentaba Nacho Casado en uno de los interludios de la actuación que la colaboración con Parade le llegó en un momento difícil en su vida, y que el proceso de composición junto a Antonio Galvañ, de alguna forma, había sido algo sanador. Para cualquier amante de la música pop se podría decir lo mismo – aunque sea de forma alegórica – que estas diez canciones irradian un fulgor especial, y cuando posas la aguja en el tocadiscos, parece que el tiempo se detiene hasta que suena la última nota y se escucha el crepitar de los surcos. La realidad que nos toca sufrir es fea y aquí hay contenida mucha belleza.
Parade y Nacho Casado son a su forma unos alquimistas del pop que la admiración mutua ha permitido que aúnen fuerzas para grabar unas canciones que parten del ideario pop para deslizarse por sonoridades como la bossa nova, la balada melódica, el pop de cámara, el suave arrullo del jazz que, como bien dice el gran Ricardo Aldarondo en la contraportada del disco, tiene mucho de aquellas grabaciones de João Gilberto junto a Jobim, o también al alimón junto a Stan Getz en aquellos preciosos discos de los sesenta grabados en el sello Verve. Habría que incluir a estas primeras figuras de la música carioca, la sensibilidad baladística de Lucio Battisti, unas gotas de sophistipop y pequeñas dosis del glamur performativo de Liberace
Hablarle al amor sin rubor, con un toque naïf pero a tumba abierta es lo que hacen en este fantástico Parade & Nacho Casado (Jabalina, 2024), y esa forma de enfrentarse sin rubor a la hoja en blanco me ha recordado a Pedro Burruezo en su etapa junto a Claustrofobia, sobre todo en la última etapa del mítico grupo barcelonés.
Repartiéndose al alimón las partes vocales (preciosas armonías herederas de los Beach Boys o los Beatles), en la sección instrumental Parade se encarga del piano mientras Nacho de la guitarra clásica, y a esto hay que añadir una sección de cuerda que acolcha y da profundidad a unas tonadas que, en su aparente sencillez, son dardos directos al punto de flotación del oyente. Aquí hay mucho sentido y sensibilidad.
“Qué camino tomar / si me lleva donde estas / mi corazón te quiero dar / él se marchó / no quiso esperar […]” estos versos abren el disco con “Siete Noches A La Semana” con la preciosa voz de Nacho Casado y unos arreglos preciosos de contrabajo de Alejandro Tamayo. El amor a ritmo de sonoridades que se deslizan por tus sentidos cubriéndote y ofreciéndote una segunda piel que es capaz de abrazarte y arrullarte. Parade menciona a Juan Ruiz, el arcipreste de Hita y su Libro del buen amor en “El Lindo Amor” para reivindicar el amor en su esencia más pura y “sin contrato”, aunque luego diga que “Yo no puedo amar / si me quitan la poesía / sólo deseo tú amor”. Amor y la letra impresa como algo que le arrebatamos (poéticamente) a la fugacidad de la vida y que Paddy McAloon ya en su día nos enseñaría las reglas maestras.
La bossa nova reluce en una de las mejores canciones del disco, “Nueva York, Tokio y Brasil” en donde para quien esto escribe, le ha venido a la mente a Tim Bernardes en solitario o junto a su grupo O Terno. Una delicatessen para los sentidos.
“Ayer decidí, / que estás mejor sin mi / jugamos a lo Godard / amándonos sin fin / por toda la costa en aguas turquesas” son versos de belleza diáfana adornados con arreglos a lo Louis Philippe en “Cousteau”; más orquestación beatleniana irrumpe en esa enorme canción que es “Clon Rezagado” con una lírica (¿paradiana?: sí, por qué no) que incide en la alteridad de esos personajes que se gestan en su mente de Antonio.
La única canción no escrita por el dúo es “Mañana Mismo” (la original, “Tomorrow Morning”, es de Paul Buchanan incluida en el disco de The Blue Nile Peace At Last (1996), y finalizan esta travesía por las orografía de las pasiones con un tema inspirado en el personaje del Joker en “Perdonen, Pero Tengo Un Trastorno”, llevada con pulso firme por un Antonio Galvañ haciendo magia con los sonidos de la factoría Brill Building.