PUP + Yawners (Sala Mon) Madrid 27/05/25
Qué bien sonaba, tras confirmarse, la dupla escénica de dos bandas como Yawners y PUP. Acostumbrados como estamos, en mayor o menor medida, a encajes forzados en estas circunstancias, con bandas alejadísimas en estilo o espíritu compartiendo velada, gratifican mucho estos acoplamientos tan orgánicos y naturales. Y es que tanto madrileños y canadienses son dos de los principales estandartes de lo que la música actual que más focos acapara, por desgracia, cada vez parece más descuidar: la melodía.
Admitamos, eso sí, que el hecho de que la banda comandada por Elena Nieto acometiera su actuación en acústico sembraba la duda en cuanto a la solvencia de su repertorio en este formato. De hecho, ella, con su icónico uniforme colegial, y adornada como es habitual con una gorra, fue la única integrante sobre las tablas, con una única guitarra. Desnudez y valentía máximas. Y el resultado fue, pese a estos límites, disfrutable, y revelador del notable talento que tiene esta artista pergeñando canciones a medio camino entre el pop y el punk e irresistibles líneas melódicas.

Sobresalieron, como suele suceder en estos casos, las menos cargadas de revoluciones y más inclinadas a la suavidad y cierta introspección, como “Rivers Cuomo”, “La Estrella Eres Tú” o “Un Día Horrible”. Destaquemos también que “La Escalera”, del espléndido Just Calm Down (19), deparó un lance particularmente hilarante e imprevisible, y que fue, motivado únicamente por el sonido de una voz y unos acordes acústicos, la formación de un pogo (!). Lo comandó un venerable fan de Alice In Chains luciendo con orgullo su camiseta, y definitivamente fue una sintomática pista de lo que estaba por venir. Elena, ya en los instantes finales, avanzó que el anuncio de las fechas de la gira de Superbucle (25), con la banda al completo, era inminente, aunque parece que, al menos para la presentación en Madrid, habrá que esperar varios meses. Apetecible cita para una de las bandas españolas más interesantes del momento.
Y del cariz más tradicional y cristalino de encarar las melodías por parte de Yawners a las maneras sinuosas y retorcidas de PUP. Si los incluimos en ese difuso casillero llamado punk, desde luego estaríamos ante uno de los grupos más inclasificables de la escena, por la cantidad de ramalazos sonoros que tienen de géneros aledaños. Y, del mismo modo, si afirmamos que son un imposible cruce entre At The Drive-In y Cheap Trick podríamos aproximarnos a una definición más o menos atinada. Pero considerando ese pulso entre el caos y la dulzura que parece dominar casi todo su repertorio, y el ligero parecido vocal de su cantante, Stefan Babcock, con el de Wayne Coney, quizá sea aún más certero sostener que PUP son los Flaming Lips del post-hardcore.
Cuestiones menores, en cualquier caso. La mejor manera de introducirse en su insólito universo es escuchar álbumes soberbios como Morbid Stuff (19), su probable cénit discográfico, o Who Will Look After The Dogs? (25), uno de los discos del año hasta el momento. O bien dejar que uno de sus conciertos te pase literalmente por encima, que no fue sino lo que sucedió anoche en la madrileña sala Mon. Poco importó que el sonido fuera, en casi toda la actuación, especialmente al principio, francamente mejorable. La banda salió intensa, voraz, derrochando un compromiso con su audiencia ejemplar. “My Life Is Over And I Couldn’t Be Happier” fue uno de los momentos destacables del arranque y, de paso, ante semejante golpe de inspiración, constató que PUP puede ser perfectamente la banda que suceda a Mogwai como la más brillante del momento eligiendo títulos de canciones.

La flamante citada obra de los norteamericanos tuvo mucho peso en el set, y desde luego no desentonó ante los trallazos pretéritos, lo que evidencia su vigencia y pletórico estado de forma. El álbum, escrito por el cantante en plena resaca emocional tras una dura ruptura, pese a la rotundidad y al sello sonoro habitual, parece atravesado por una flecha de melancolía y desesperanza. Es un disco que duele y, a la vez, vigoriza, con una sensibilidad muy genuina, y una de sus mejores composiciones, “Concrete”, fue una de las cimas de la actuación, donde las sumamente creativas líneas de guitarra de Steve Sladkowski lucieron en plenitud. En esta línea más intimista resultó particularmente hermosa y sutil “Hunger For Death” o, en coordenadas similares de finura, la descomunal “Scorpion Hill”, una de las grandes hazañas de toda su carrera.
El público, mientras tanto, ya había amagado anteriormente con que brindaría a la banda un vaciado de principio a fin, y así fue. Todo comenzó con un pogo localizado en la parte delantera del recinto y un goteo esporádico de gente subiendo al escenario. Pero fue ya avanzado el show, más o menos con la irrupción de las vitoreadas “DVP” y “If This Tour Doesn’t Kill You, I Will” cuando se desencadenó un torbellino general de cuerpos colisionando unos con los otros, amén de constantes asistentes volando por los aires, ante el regocijo del grupo.
Babcock, que había defendido magistralmente junto a sus compañeros temas excelsos y clásicos de la formación como “Guilt Trip” “Kids” o “Totally Fine” se contagió del frenesí y acabó también arrojándose en plancha a la muchedumbre, que acabó por todo lo alto con la sensacional puntilla del encadenado de “Reservoir” y “Full Blown Meltdown”, tal vez los dos temas más incendiarios de la banda. Tras esta traca final, PUP, definitivamente una de las mejores bandas desconocidas del planeta en estos momentos, se despidió, dando un clinic de lo que tiene que ser un concierto de estas características. Una banda con personalidad, talento, corazón y agallas. Tardaremos en olvidarlo.
Fotos PUP + Yawners: Pedro Rubio Pino

