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Alcalá Norte (Sala Hangar) Córdoba 08/11/24

Empiezan el concierto, o mejor dicho lo preceden, con lanzamiento general de puros con el nombre del grupo estampado en la vitola y bebiendo a morro un “vinacho” peleón cuya bota luego invitan a compartir con las primeras filas de fans. Inmediatamente después, Jaime Barbosa, batería y líder ideológico (si es que lo suyo se puede llamar ideología), se sienta al fondo para liderar un discurso atropellado y militante en la más pura cercanía con el público y complicidad absoluta con sus compañeros. A sus proclamas espontáneas se responde bailando y coreando todas y cada una de las letras de un álbum de debut, el homónimo Alcalá Norte, que ha pasado de intrascendente hype de temporada a comidilla en círculos indies, alternativos e incluso siniestros. ¿Son para tanto como la masiva afluencia a sus conciertos deja entrever? ¿Tienen más talento para escribir canciones de largo recorrido o para epatar con tuits riéndose de sí mismos y de todo lo que se está moviendo a su alrededor? Las posibles respuestas, en los siguientes párrafos.

En una hora y cuarto, lo que les llevó poner patas arriba la sala Hangar –cartel de sold out durante varios días previos incluido-, les da para tocar de pe a pa el que parece ser uno de los discos del año, sin que seamos nosotros nadie para desmentir tal afirmación, y adornar el set list con otros de cosecha anterior, algo así como la prehistoria moderna de una banda insultantemente joven. Entre ellos, la sorprendente “Arteligencia intificial”, ingeniosa ya desde el título, el latido dark wave de “Dr. Kozhev” o una “Barbacoa en el cementerio” algo más luminosa que en su versión original, extraída y reformada del baúl de temas que el propio Barbosa compuso para Guarrerías Preciados, el grupo en el que empezó a foguear su intensidad. Y sí, están ya bien engrasados en vivo tras su paso por festivales varios y la sonorización adecuada en salas, teatros y garitos de todo tipo durante los últimos meses. La intensidad intrínseca de sus temas, exceptuando tal vez la parada baladística en “No llores, Dr. G” y el medio tiempo de “El rey de los judíos”, versión libre y personalísima de sus admirados y cercanos La Paloma, es evidente desde el espídico inicio con “Los chavales” hasta el culmen extático de “La vida cañón”. Pero son las estaciones de paso, sin un solo tema de relleno, las que hacen que las preguntas lanzadas en el párrafo anterior empiecen a vislumbrar respuestas claras. “La calle Elfo” es directamente un hit que les sobrevivirá mucho tiempo; “El guerrero marroquí” la incursión en terrenos mestizos que abre puertas a su futuro; “420N” y “La sangre del pobre”, la autoafirmación en una propuesta con muchas más aristas de las que quieren mostrar. Los teclados de Laura de Diego conducen las canciones por ríos afluentes con el legado de Parálisis Permanente, las guitarras de Juan Pablo Juliá y especialmente Carlos Elías, productor y alma mater de la personalidad sonora del grupo, expanden la base post punk del bajo de Pablo Prieto y el traqueteo de Barbosa, emplazando incluso a algunos momentos gloriosos del repertorio de Echo & The Bunnymen, Joy Division o Derribos Arias, sin perjuicio de mezclar nombres ni sonar descabellado en las impresiones. Aparte de las fases bíblicas o “planetarias” que atraviesan durante el show, explicadas con versiones nada obvias de sus referentes granadinos o una desconocidísima “Fils de Lucifer” de los franceses Icare, es la fuerza de las estrofas rapeadas por Álvaro Rivas en “Westminster” o susurradas en alto en “Langemarck”, donde reivindican la importancia de la ciudad belga en una de las batallas clave de la Primera Guerra Mundial la que da relevancia a la cosa. Eso y el coronarse de laurel mientras se descamisa, claro, que también ha lugar para el desfase.

Pueden achacársele cosas con más o menos fundamento, como a todos los que consiguen el éxito tan velozmente como ellos. O que lo que hacen ya lo hicieron y lo harán otros muchos con mejor bagaje y atributos, cosa que ni se duda ni se reafirma, sino todo lo contrario. Alcalá Norte tienen actitud, en sus entrevistas demuestran que lo único que pretenden es disfrutar de todo lo que les está pasando, que por otra parte parece importarles un pimiento, y sobre todo tienen canciones como puños, y si se escuchan las letras con la atención debida, se puede saber fácilmente por qué están por encima de la media. Si lo siguen demostrando en directo como lo están haciendo estos días, puede que estemos ante una de las mejores noticias de los últimos años en lo que a la escena nacional se refiere. Para ponerles un pisito en esa calle que tanto les gusta, y quedarse a vivir con ellos al menos por un tiempo.

Foto Alcalá Norte: Antonio E. Molina

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