Conciertos

Arcade Fire – Palacio de Los Deportes (Madrid)

Aún me cuesta entender cómo un grupo de la naturaleza de Arcade Fire puede haberse convertido en semejante fenómeno. Con un Palacio de los Deportes donde no cabía un alma, los canadienses se dieron un baño de masas de órdago. Queda claro que el estatus de la banda casi rivaliza con el de unos Coldplay o unos The Killers, si bien la maestría de las composiciones de Arcade Fire están muy por encima de las intenciones y el calado que pudieran tener los otros. No debemos tirarnos de los pelos por ello, ojalá lo que han conseguido lo hicieran otros muchos artistas y cambiar el espectro musical imperante.

Abrieron la noche Fucked Up, también canadienses. Su propuesta aunaba un post-harcore terriblemente plano con dosis de punk primitivo a piñón fijo. Su orondo vocalista, a pecho descubierto, recordaba en cierta forma a G.G. Allin en su forma de cantar, pero claro, con el peligro que pudiera destilar Muzzy, el dibujo animado marciano de los cursos de inglés para niños. Fue horrible.

Arcade Fire tardaron en aparecer cuando ya la audiencia comenzaba a impacientarse y lo hicieron conocedores del impacto actual que tienen  a nivel mediático con “Ready to start”. Desde ese momento, sonaron contundentes, urgentes e histriónicos. Si bien en algún momento el amasijo instrumental de violines, guitarras, teclados, pianos, panderetas y demás corría el peligro de convertirse en una bola de ruido, se agradeció en la pegada que logró seguidamente “Month of may”.

Con el público totalmente loco, no tardaron en llegar temas que ya suenan a clásicos como “Neighborhood #2 (Laïka)” que siguen demostrando la valía de un disco imperecedero como Funeral (04) y las también virtudes de Neon Bible (07), irregular, pero poseedor de los temas más arrebatadores del combo. De hecho, nadie niega que “No cars go” sea una de las composiciones más gloriosas de la historia del ser humano, pero en el maremagnum montado en la pista fue IMPOSIBLE captar absolutamente nada de él entre el vocerío y el tarareo – ojo, que la gente ya llega a tararear hasta las guitarras y demás cuerdas de las canciones-. Ni en el fútbol, oigan.

Un entusiasta Win Butler, comunicativo y contento, se convirtió en el protagonista indiscutible desde el escenario, si bien, hay que mencionar la interpretación manierista de la multiinstrumentista Régine Chassagne en “Sprawl II (mountains beyond mountains)”, uno de los momentos álgidos.

The Suburbs (10) es un disco que, pese a contar con una duración que puede hacerse indigesta, convence por los giros de timón y lo elaborado de canciones tan expansivas como la anteriormente citada, “Empty room” o las dos partes de “Half light”. Bien, pues obviando esas virtudes, Arcade Fire tiraron de la asequible artillería de su primera mitad en el grueso del show con “Modern man”, “Rococo” y “The suburbs”, quizá el recorrido que bajó más la tensión y la magmática sensación continua que consiguieron los canadienses.

Este pequeño bache lo interrumpió de forma drástica la intensa interpretación llevada por el piano de la bella “Crown of love” y un tema inapelable y que se disfrutó mucho más ahí abajo como “Keep the car running”. Ahora bien, el auténtico mazazo gordo y culmen absoluto fue el encadenado antes del bis de las poderosísimas y singulares “Neighborhood #3 (Power Out)” –mi más profunda debilidad- y “Rebellion (Lies)”. Tras esto sólo cabía descubrirse.

La comuna de Montreal volvió después para cerrar con dos hermosos temas más, “Intervention” y “Wake up”, coreada por algunos hasta el amanecer viendo como salía la gente del Palacio.

Y si me permiten la reflexión, tanto como está de moda corear, podían volver a intentar triunfar Baltimora, ¿no?

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