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Chelsea Wolfe (La Sala Wizink Center) Madrid 09/11/24

Uno de los nombres clave en el panorama musical de 2024 es sin ningún género de dudas el de Chelsea Wolfe. A la publicación de su magnífico She Reaches Out to She Reaches Out to She (24) hay que sumar una extensa gira que me permitió disfrutar de su excelso concierto en el marco del Auditori del Primavera Sound de Barcelona y hacerlo de nuevo el pasado sábado en Madrid en La Sala del Wizink Center, ese habitáculo que el coliseo ofrece para shows más selectos de menor convocatoria, si bien la californiana había colgado hacía tiempo el cartel de no hay billetes.

Se encargó de abrir la velada un tremendamente físico concierto de Mary Jane Dunphe, que tuvo más casi de performance con las intensísimas coreografías con las que la artista acompañaba sus electrónicas composiciones, casi todas lanzadas salvo un interludio mínimo inicial con guitarra entre las manos,  sesgadas hacia el lado menos concesivo y más cortante.

Una devota y respetuosísima audiencia se dispuso a recibir a Chelsea Wolfe con la llegada de la banda a un escenario que, de nuevo, contó con un juego de luces y efectos visuales realmente mágico, digno de uno de los seres humanos con más aura ultraterrenal y belleza que puedan haber existido jamás. El set list estuvo basado profundamente en su último trabajo, el cual sonó al completo. Espectacular ese inicio sinuoso y penetrante con la magna “Whispers in the echo chamber” y la obsesiva e infinita “House of self-doing”, alternadas ambas por “Everything turns blue” y “Tunnel lights”, dos de los temas menores de su reciente obra, acompañado éste último con un tag del celebérrimo “Zombie” de The Cranberries, algo innecesario desde mi punto de vista por manido.

El concierto alcanzó después ya unas cotas de excelencia máxima en cuanto nuestra dama oscura se aferró a las seis cuerdas de su guitarra eléctrica para erigir un “16 psyche” tan arrollador y trascendental como siempre, seguida de una descomunal “After the fall” uno de los momentos más abisales de la velada, continuando con la densidad máxima de “The Culling”, uno de los temas preferidos de su carrera para quien les escribe. La versatilidad de su propuesta y del ágil y compacto repertorio elegido la permitió al poco acudir a su acústica para regalarnos dos escalofriantes canciones, “The mother road” primero y después la ensoñadora “Flatlands”, versionada en su momento por el mismísimo Mark Lanegan haciéndome aflorar las lágrimas mientras mi mirada se perdía fijada en el interior de sus ojos verdemar en los que es imposible no sumergirse y dejarse llevar a la deriva.

Una banda sincronizada a la perfección, tan severa como eficaz, componen el brioso armazón sobre el que Chelsea Wolfe construye una puesta en escena de otro mundo. El sonido, sin ser para nada malo, pudo haber sido mejor y así habernos retirado aún a más años luz de nuestra vida vulgar y de la mediocridad que todo lo inunda en nuestro transitar ordinario.

Destacar también la preciosa revisión de “Feral love”, de Pain is beauty (13), primer disco que me enamoró de ella y el encadenado casi  final con la fragilidad de abrazo cálido que supuso “Place in the sun” seguida de la solemnidad arrasadora de “Dusk”, dos de las cimas incontestables de su reciente cancionero.

La banda se fue entre aplausos del escenario para regresar a regalarnos otra carga de profundidad inaudita con “Carrion flowers”, la canción que abre su disco consagración Abyss (15) antes de que las severas luces blancas cayeran sobre todos los congregados mientras nos preguntábamos entre la confusión y el arrebato si todo lo que les he contado no había sido acaso un sueño.

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