Daniel Johnston – Laboratorio de las Artes (Valladolid)
En pocas ocasiones se acude a un concierto con la sensación de riesgo, de incertidumbre, de no saber si te vas encontrar con alguien arrastrando su legado, si abandonará a mitad de concierto o si, simplemente, sus graves problemas físicos y psíquicos impedirán una representación decorosa de su obra. Las reseñas de conciertos anteriores invitaban al optimismo y el público respondió con asistencia y respeto al último concierto de su gira hispana.
Su salida en solitario con su desafinadísima guitarra no auguraba una gran noche. A lo largo de tres temas no fue capaz de poder cantar mirando al atril, donde leía las letras de sus canciones y que fue su mayor aliado durante todo el concierto del que no separó la vista, y a la vez digitar sobre las cuerdas de su extraña guitarra. Aun sonando desencajado, la belleza de los temas no se sepultaba, quedando oculta, pero avisándonos de que sí estaba esa noche el Daniel Johnston que nos emociona.
Salió su banda de acompañamiento en esta gira, miembros de Betunizer, que dieron un más que sólido respaldo para que Daniel se centrara sólo en cantar, con lo que el concierto adquirió cuerpo, cuerpo roquero, el resto ya lo pondrían las canciones y la figura de Johnston luchando contra sí mismo, o no se sabe quién. Impresiona verle cantar con ese temblor en el brazo izquierdo, casi imposible de manejar al coger el micro con las dos manos, aferrándose a sus temas para no salirse del concierto: “Devil Town”, “Walking the Cow”, “Speeding Motorcycle”. “Happy eding to my soul”, “Casper”… se fueron sucediendo por la sala con una mezcla de sentimientos ternura, emoción, tristeza y muestras de cariño hacia el artista que él devolvía con su balbuceante verbo entre trago y trago de agua que intercambiaba entre sus seis botellas.
Se le veía a gusto pero siempre centrado en su atril y entrar a tiempo con su banda a la que prácticamente no miró en toda la noche. Terminó con “True love will find you in the end” inmejorable y erizante epílogo a 60 minutos de bellas imperfecciones para regalarnos el concierto más especial de este 2012.