Entrevistamos a Ilegales por ‘Agotados de esperar el fin’
Ilegales son noticia por partida doble, ya que este mismo viernes publicarán el primer adelanto del que será su nuevo disco, Joven y Arrogante, pero a la vez, acaban de reeditar su exitoso segundo disco Agotados de esperar el fin (aquí a la venta) a propósito de su 40 aniversario.
1984 fue el año de la explosión Ilegal. Venían de un disco de debut con el rápidamente se hicieron un hueco en la escena, y fueron capaces de multiplicar éxito e impacto entre prensa y público con un trabajo que llevaba tiempo descatalogado en formato físico, y regresa ahora en una edición definitiva, remasterizada y ampliada.
Aprovechamos su publicación para sentarnos con Jorge y recordar todo aquello.
«La manera de entrar realmente en un público masivo y la única posibilidad de supervivencia que tenía el rock en ese momento era vestirse de pop»
Ilegales sigue siendo una banda de presente, pero seguí visitando vuestro pasado. ¿Cómo estás viviendo esta retrospectiva de avanzar y a la vez mirar 40 años atrás?
Pues… No lo veo tan lejano. En el próximo disco veréis las claves de por qué, ya que hablo de por qué no se cambia tanto con los años y por qué algunas convicciones que tenemos acaban siendo tan sólidas. A pesar de que con la edad acabas cuestionando todo, claro y tiendes a ser un poco desconfiado, a cuestionarte incluso a ti mismo (risas).
Al final este disco consiguió ser el primer disco de rock que superó a los 100.000 ejemplares en ventas.
¿Vendió más que el primero?
Sí, en el momento. Ahora con el tiempo no sé cómo irá porque las cosas son diferentes. El caso es que vendió más que el primero porque nos habíamos disfrazado de pop. La manera de entrar realmente en un público masivo y la única posibilidad de supervivencia que tenía el rock en ese momento era vestirse de pop, ponerse el traje, pasar la compuerta y el filtro que imponían radios y los medios de comunicación, y luego batallar en directo con un alarido de rock mucho más crudo que lo que hay en el disco. Y funcionó.
De repente había trascendido una banda que era rock en su actitud, en sus vivencias, en las actuaciones en directo…. en todo, y sirvió como detonante para que otras empezasen a funcionar. Luego la cosa se reconvirtió, los poderes fueron asumidos y acabaron volviendo hasta las folclóricas (risas).
El primer disco ya había sido un impacto gordo.
Sí, pero lo fue más a nivel artístico y en el público. El público que estaba más predispuesto a música rock o a la música independiente que había en aquel momento, con la explosión de los sellos independientes. Sin embargo, no trascendió de una manera tan fuerte como lo hizo Agotados de esperar el fin, un disco que se vendió y empezó a funcionar sin ayuda ninguna.
Todas las canciones son singles.
Sí, pero no tuvimos campañas de promoción ni nada. La CBS, que era la discográfica del momento, decía que para qué iban a hacer nada si se vendían solos. Recuerdo al que estaba de promoción en el sello, siempre tenía la oreja chorreando. Le hacíamos alusiones muy claras, pero el tío no se lavaba nunca. A mí me caía simpático, pero tenía algún problema. Probablemente las abejas vivían en su oreja (risas).
Hablabas de que las canciones eran explosivas, pero este disco siempre ha tenido quejas por una producción algo apagada y porque tu voz sonaba más aguda que nunca.
Sí. La subieron de revoluciones. Hay afinadores que van a más bajos, afinación de 4.40. Los 4.40 son algo que pusieron los nazis para perjudicar a la gente. Teníamos la afinación un poco más baja y para adecuarla a la estándar que tenían, lo subieron. Entonces suena muy pasado de afinación. Pero incluso esa falsedad pequeña convirtió el disco más sonoro que otras grabaciones. Y yo creo que también hicimos un tipo de mezcla que se adecuaba mucho a los equipos de alta fidelidad que se vendían en la época. Lo ponías en tu equipo y lo podías poner a un volumen en el que casi empezaba a destruirse y seguía sonando con cierta claridad. Y luego las canciones sonaban muy bien en las discotecas, también.
Habíamos utilizado una batería Simmons cojonuda y el batería no comprendía, aunque se lo explicábamos, que no se podía machacar tan fuerte hasta que acabó sacándose como polvillo de los patches. Es que esas baterías no tenían sensibilidad, es igual dar un pequeño golpe y que uno grande. Sonaba idéntico, pero jamás llegó a entenderlo David Simón. Era algo muy novedoso para el momento y sobre todo en una banda de rock como nosotros. Aunque el mensaje sí que era novedoso para el público mainstream. Era un mensaje muy parecido al actual, ese que nadie se atreve a utilizar ahora, que contaba historias realmente muy peligrosas que habíamos vivido.
Pero eso siempre.
Vemos muchas cosas. Ilegales actualmente es una banda que va a América con frecuencia. No hace tanto estábamos en un país que me encanta, que es Ecuador. Hicimos cuatro conciertos y en uno de los sitios estaban casi en guerra. Iba la gente con bazucas. Los narcos buscando coches de policía… Lo siento por Guayaquil, pero no pudimos actuar ahí. Lo haremos en otra ocasión.
Vivís cara al peligro.
Sí, los peligros me conocen y siempre han cuidado de mí (risas). Hasta aquí he llegado y ya llevo tiempo tentando la suerte. Mañana puede ser el último día, u hoy, pero… Espero vivir para el próximo disco.
Hablaremos cuando salga, pero adelántanos algo. ¿Qué podremos encontrarnos en él?
Desde el primer disco siempre hemos optado por hacer canciones independientes más que discos conceptuales, aunque luego suelen tener su interconexión. También sabes que hay conexión entre canciones de discos de distintas épocas. Se regresa al mismo tema o se acometen nuevas historias.
¿Sigue la estela de Rebelión?
Sí, puede tener conexión con Rebelión, pero es más elaborado. Hemos conseguido más fuerza. Más nitidez y más caña todavía.
Si tenéis una cualidad es ir dejando himnos en cada disco, de los recientes ahí están “Si no luchas, te matas”, “Voy al bar”… Habrá nuevos himnos, espero.
Vamos a ver… ¿Sabes qué pasa? Cuando hay un buen momento de creatividad hay que aprovecharlo. Y estoy en buen momento. Bueno, estoy metido en algunos líos, pero… Paso mucho tiempo en zonas en el campo donde la capacidad de reflexión y de volver a pasar el vídeo y digerir las cosas, es más amplia. Puedo ver todas las barbaridades que… ¿Cómo me metí en esto? Bueno, pues vamos a digerirlo haciendo canciones (risas).
«Este disco tenía un mensaje muy parecido al actual, ese que nadie se atreve a utilizar ahora (…) y contaba historias realmente peligrosas que habíamos vivido»
Volvemos a 1984. Hay algunas canciones de entonces como “Soy un macarra”, que venía de la época de Madson, y luego “Stick de Hockey” o “El piloto”, que venían de la época de Los Metálicos. ¿El resto de canciones sí se compusieron en el momento o traías ya en la saca de la época del primer disco?
El resto las compuse para este disco, sí. “Destruye” la escribí soñando. Muchas canciones las escribo dormido, hay que ser muy diligente para despertarse y ponerse a escribir y plasmar todo lo que te viene hasta que empieza a diluirse el sueño. Cada vez se vuelve más difuminado y al final desaparece. Así son los sueños.
Pero cuando hace mucho frío, a las tres de la mañana también hay que tener una gran fuerza de voluntad. O cuando las canciones aparecen en los bares, entre todo ese ensueño tóxico que son los festejos nocturnos en general y tienes que dejar la aventura del momento para hacerla. He hecho bastante músculo y ejercicio de fuerza de voluntad en estos años para abandonar todo y coger la canción cuando llega.
La maqueta de Los Metálicos que sale aquí de “El piloto” lleva vientos, ¿no?
Sí, estaba Alberto Fontaneda, que tocaba en un grupo de música progresiva asturiano que se llamaba Crack, toqué con ellos antes de ir al ejército. Llegó un momento en que la música progresiva llegó a sinfónico progresivo… y entonces Alberto que era el miembro más creativo, abandonó el grupo y se vino con nosotros. Se sentía más cercano con lo que hacíamos que con Crack y podéis oírle en esa demo de “El Piloto” y en la de “Ángel exterminador”, toca en las dos.
¿Y quién te hace la réplica? ¿Quién canta en “El piloto” contigo?
La canta Carlos Navarro, un gran músico que cantaba así, con esa voz muy nueva olera. Él venía de oír toda la vanguardia que se estaba oyendo en Madrid, previo a la movida y nosotros veníamos de oír todo lo que aparecía en la ciudad portuaria como Gijón y cosas que venían de Inglaterra y de Estados Unidos. En las ciudades portuarias hay menos filtro y veíamos que lo que venía de Madrid venía muy de segunda mano. Pero bueno, contrastamos opiniones y nos pusimos a hacer música como pudimos.
¿De dónde sale la idea de abrir y cerrar con los helicópteros?
Hostia (risas). Eso es un poco como Apocalipsis Now. Yo estaba en Estado Mayor cuando empezaron a filtrarse informaciones y se hablaba sobre qué hacer con el Sáhara. Había quienes, tras la Marcha Verde, y ya Franco en su momento, en su lecho de muerte, decía “habrá que intervenir”. Entonces, había militares que querían intervenir y yo andaba por allí. No se intervino en 1975 porque fue la Marcha Verde. Luego cuando se metieron un montón de tipos sin agua, casi sin alimentación, en los meses de julio y agosto del 76, el comentario era, «bueno, se interviene o no se interviene, no se puede porque hay unas minas»… Es la época en que estaba fraguándose la canción.
No sé si has visto alguna vez un helicóptero del ejército…
No, fui objetor.
Yo no (risas). Pues hacen un ruido considerable y lo peor es que te vomite alguien al lado porque siempre hay un tipo que vomita.
«Muchas canciones las escribo dormido, hay que ser muy diligente para despertarse, ponerse a escribir y plasmar todo lo que te viene»
Aparte de “África paga”, “El Último Hombre” también tiene un tono bélico, ¿no?
Sí, bueno, pero eso es algo más personal. Habla de defenderse. Es algo individual, de aguante y habla de la capacidad de resistencia de cada uno. De las agresiones diarias. Las agresiones del progreso y del regreso.
Antes de grabar el disco echáis a Íñigo Ayestarán y ficháis a Willy. ¿Estaba muy mal Íñigo con sus adicciones?
No estaba tan jodido. Simplemente estaba tonteando con eso como medio mundo. Además tenía una pareja complicada que no dejaba de meterle en líos. Fueron varias razones las que impulsaron su expulsión. Era un gran bajista y luego tocó en un grupo que se llamaba El Contacto.
¿De dónde conocías a Willy?
Le conocía de los bares y le enseñé a tocar el bajo sobre la marcha. Hizo una labor cojonuda, en una semana estaba tocando. En el disco que viene ahora ha hecho un magnífico trabajo también, que ha introducido sonidos y modos nuevos. Además está haciendo en sitios menos notas para que distraigan menos y ganen fuerza las cosas.
“Stick de hockey”. Tenemos dos versiones en esta nueva edición, pero la leyenda que tienes con el stick de hockey…
Es una historia cruel (risas) pero bueno me vi obligado a hacerlo. Ya lo he hablado en muchas ocasiones (NdA: la leyenda de Jorge paseando por las calles con su stick de hockey con el que defenderse). Al final es posible que en zonas un poco devastadas como estamos asistiendo hoy a lo que pasa en Valencia si encuentran unos saqueadores… pues es posible que más personas se vean obligadas a utilizar los medios disponibles a su alcance. Hay que dirigir muy bien esas cosas.
Estamos en un momento en el que Europa tiene que despertar un poco. Si quieres la paz, prepara la guerra. Ya no individualmente, sino colectivamente. Con la retirada de ayuda militar de los Estados Unidos que se prevé va a despertar de golpe. O serán reales las profecías de Hitler. Evitemos que Hitler sea profeta.
El primer disco tuvo su documental Ilegales 82. ¿Habrá un Ilegales 84?
Ilegales somos un grupo muy documentable, no cabe duda. Pero tampoco se puede contar todo. Además, todo lo que queda por saber no es apto para todos los públicos (risas). Mejor vamos a concentrarnos en generar nuevos discos y como te decía antes, si la fuente se mantiene lozana y fresca, es el momento de aprovecharla.
Ahora llega disco nuevo, ¿para el año que viene por estas fechas esperamos entonces también la reedición de ‘Todos están muertos’?
Sí, se hará cuando toque pero al final es hasta perjudicial. La gente se puede distraer y puede creer que sólo estamos reeditando cosas. Lo que estamos haciendo es no renunciar a los discos del pasado, pero con los pies en el presente.
Ahora en lo que estoy pensando es en los conciertos que vendrán el próximo año con el disco nuevo. Van a durar unas dos horas y como estamos tan locos, estoy seleccionando las guitarras y, joder, he seleccionado las más pesadas (risas).
¿Ya no llevas la Squier?
Sí, también, pero no sé si conoces la Stratocaster Elite. Esa pesa un huevo y llevaré las Gibson Les Paul también, las más pesadas. Ya sabes que en cada momento hay que elegir el arma que mejor funcione. El fusil de asalto adecuado es imprescindible.