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Especial Los Planetas: 25 años de ‘Una semana en el motor de un autobús’

No entenderíamos la trascendencia que siguen teniendo Los Planetas más de tres décadas después de su nacimiento sin un disco como Una semana en el motor de un autobús (RCA, 1998). Hace 25 años llegaba un álbum que marcaría una época en la llamada escena independiente nacional, una escena que poco o nada tiene que ver con la que hoy se autodenomina heredera.

El camino aprendido con Super 8 (RCA, 1994) y Pop (RCA, 1996) les seguía manteniendo como verdaderos referentes ganándose el respeto del personal, pero su tercer trabajo fue un punto y aparte no solo para ellos, sino para la historia de la música española. Aunque las cosas no fueron fáciles y llegar a conseguirlo fue una misión harto complicada que ha sido documentada en un par de interesantes libros. En 1997 Los Planetas eran básicamente J y Florent, tras los sucesivos abandonos del resto de miembros y muchos problemas internos.

 

La gira de Pop había sido intensa y autodestructiva. Florent atravesaba un momento ciertamente complicado y J se empeñaba en seguir adelante y en rearmar filas para llegar donde soñaba llegar. Las incorporaciones del escocés Kieran Stephen (posteriormente en Migala) al bajo, los teclados de Banin y la batería de Eric Jiménez que había abandonado Lagartija Nick en las eternas sesiones de grabación de Omega (El Europeo Música, 1996), aportaron nuevas visiones y poderío a un grupo que ahora sí, estaba listo para conquistar el mundo.

Para conseguirlo volvieron a contar con Kurt Ralske, líder de la banda neoyorquina Ultra Vivid Scene para la producción y marcharon a Nueva York a grabar una colección de temas en los que creían ciegamente. El resultado fue una obra cumbre y generacional; un recorrido a través de las distintas etapas del duelo tras una ruptura en la que se hablaba de desengaño, melancolía, rabia y desesperación.

 

La nueva formación aportaba contundencia y solidez a unas canciones en las que lograban transmitir con una sinceridad brutal los sentimientos de desamor, tristeza y desesperanza que van narrando. El sonido del álbum es oscuro y denso, con guitarras distorsionadas, bajos pesados y baterías contundentes que nos sumergen en una atmósfera opresiva y envolvente. Desde la rabia contenida en «Segundo Premio», pasando por la angustia de «Desaparecer» hasta la resignación de lo que nos cuenta «La Playa», cada una es una pequeña historia que se entrelaza con las demás para conformar un todo coherente y emocional.

 

Es lo que tienen trabajos de esta magnitud, por los que no pasa el tiempo, que siguen revolviéndonos por dentro cuando asistes a la frustración de «Parte de lo que me debes», que nos ponen delante del espejo con «Un mundo de gente incompleta» y nos hacen especiales al querer ser parte de lo que transmite «Ciencia Ficción» –«porque seremos cientos por cada uno de los vuestros»-. Que vuelven a encender la chispa cuando suenan los primeros acordes de «Cumpleaños Total» o nos trasladan a un viaje lisérgico a través del universo con «Laboratorio Mágico» y «Toxicosmos», para volvernos a sacudir con la crudeza que rezuma «Línea 1» y atropellarnos con la magnánima, épica y orquestada «La Copa de Europa».

Una semana en el motor de un autobús representa una evolución importante en el sonido de Los Planetas y una ruptura con todo lo anterior. Una amalgama de influencias que van desde el shoegaze, el noise rock, el punk y el rock psicodélico, y hasta los primeros ecos de flamenco en su música («Montañas de basura»). Una mezcla compleja y emocional de géneros y estilos que lo convierten en algo único. Es lo que tienen las obras maestras.

Escucha ‘Una semana en el motor de un autobús’ de Los Planetas

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