Frank T – Arroz ( Zona Bruta D.M.)
Que Frank T siga dando cera desde la misma identidad y las mismas pautas estilísticas que siempre le han caracterizado no solo es de agradecer, sino que es una buenísima noticia. Y lo es porque engrandece la autenticidad y reivindica la madre del cordero una y otra vez. Arroz es el nuevo poemario que descarga el de Torrejón en la cara de todos aquellos que quieran aprender cómo era la escena urbana antes de que se fuera un tanto a la mierda. Aunque quizá haya algo de esperanza.
Este álbum no engaña, es auténtico, como siempre. Poco han cambiado las cosas para Frank T, y tampoco hace falta que cambien. Existe esa reivindicación de los suyos y lo suyo, como “La historia que no nos ve”, donde vuelve a su adolescencia (a la nuestra) y apunta al racismo al que trata desde lo social, sin ese barniz de activismo pop de redes sociales a las que, por cierto, dedica en parte “Un millón de personas están equivocadas” pensamientos muy certeros.
Acertados son también los versos que suelta contra aquellos que apuestan por el vacío que crean sus gepetos tatuados y andares ortopédicos a ritmo de voces pasadas por la túrmix para que se puedan digerir como carne de hamburguesa barata: “fregar el suelo con un trapo, eso sí que es trapear” en la soulera “No me gusta sudar si voy con ropa de vestir”, o aquello de “cuando ya no tenga voz, usaré el autotune” en “Una isla que no llora”, un título que es toda una declaración de intenciones.
Pero, por encima de todo, existe en esta entrega mucha coherencia de la vieja escuela y un afán de reconocimiento pleno. Muchísimo. “Ni espada, ni rey” recupera el hardcore rap para su causa, aquel que bebió a mediados de los noventa y que rescata para la ocasión. En esa tarea de reivindicación también destacan las colaboraciones de Lucía Leona en “Dame un micro y verás”, de DaSilva en “Si me pagas, mejor” y de Fluff en “No era para ti”, subrayando los estilos que aquellas pioneras como Ari (en el primer caso) o La Mala Rodríguez (en los otros dos) aportaron a la escena.
Por si quedase alguna duda de esa intención, el cierre con “Olimpo Hip Hop”, en el que DJ Tillo resucita a base de psicofonía sampleada a los grandes de todo esto, del bombo y caja, del cabrones sin más, hip hop y nada más, acaba convirtiendo a Arroz en un monumento y memoria a lo auténtico, a lo combativo y al pleno sentido que el hip hop siempre ha reivindicado como parte de la excelencia urbana. Que Frank T nos pille rapeados.