Insides – Soft Bonds (Further Distractions)
La historia viene de lejos: Kirsty Yates y Julian Tardo se conocieron a principios de los noventa y formaron Earwig. Sonidos que reunían las características del incipiente shoegaze, loops, y fragancias siniestras. Grupos como Lush – a los que acompañarían en la escudería 4AD posteriormente- o My Bloody Valentine eran sus referentes. Después de poner fin a este bisoño, pero reivindicable grupo, la pareja se embarcó en la aventura de formar Insides.
Lo hicieron a lo grande: el disco de debut, Euphoria, editado por Guernica, una subsidiaria del sello de Ivo Watts y Peter Kent, en 1993. Eran tiempos de lo que se puso de moda la indietrónica (¿qué quedó de todo aquello que se pueda salvar?), pero ellos apostaron por hilvanar un cancionero mullido sobre guitarras con acordes sostenidos no muy lejos del ambient, y las canciones pop con arreglos electrónicos conducidos por la voz Yates siempre dúctil, entre el susurro y la brecha que la pone al borde de la rabia contenida. Un trabajo singular que el paso del tiempo no ha maltratado, como sí ha hecho con el de otros coetáneos más conocidos que acapararon portadas de revistas y el fervor crítico.
Tiempo después estrenarían la década de los dos mil con el mediocre Sweet Tip aferrándose al temible downtempo y grooves para fiestas en terrazas para pijos. Mejor correr un tupido velo y congratularnos con una vuelta a todas vueltas inesperada, pero que es un acierto a todos los niveles. Soft Bonds (Further Distractions, 2021) no es una replica del debut de la banda, pero tiene puntos en común.
La voz tiene un gran protagonismo de nuevo. En canciones como “It Was Like This Once, It Will Be Like This Again” o “Ghost Music” una insinuante despliega su autoridad bajo unas líneas pregrabadas de loops repetitivos y mantras dulces de percusión. Quítenle el histrionismo a la Björk de Homogenic y encontrarán las claves de estas maravillas.
“Misericord” se desplaza entre espasmos nerviosos, mientras que en “The Softest Bonds Resist Resistance” Tardo emplea una caja de ritmos y un crispado drone para ir expandiendo la melodía a lo ancho, tanto que fuera de plano nos perdemos parte de la acción.
La canción más extensa del conjunto, “Suboridinate”, se mece lánguida y extenuante por terrenos de ecos electroacústicos y música de cámara, y todo resuelto con una brillantez asombrosa; y los acordes de una guitarra acústica y el velo retrofuturista dan forma a “Hot, Warm, Cool, Cold”, y uno tiene los pelos como escarpias. ¿Cómo se consigue sonar con esa fisicidad? Este disco maravilloso es como una segunda piel, o como un miembro recién trasplantado y que empiezas reconocerlo como tuyo. La sangre fluye, una piel ajena te abriga.