Jay Jay Johanson (Loco Club) València 18/02/24
Llenar el escenario. Pero hacerlo desde la sencillez, con ausencia de pirotecnias, con el mínimo de elementos posibles, con la sola presencia. Es algo al alcance de muy pocos. Es donde encontramos el verdadero talento artístico, el poder de convicción absoluto, más allá incluso de las canciones, si hablamos de música. Y es algo que vimos anoche en València todas las personas que abarrotamos el Loco Club para ver, después de años sin pasar por aquí, a Jay Jay Johanson.
Se le echaba de menos. Y no sólo por el inevitable influjo de los noventa en el público boomer que llenó la sala, sino porque si una cosa supo hacer bien este sueco andrógino, mefistofélico y tremendamente elegante, es aprovechar la ola que vino con el hype del trip hop -sin tener nada que ver con Bristol (UK), ojo, más difícil todavía- para volver a poner de moda al crooner de toda la vida. Algo que le otorgó, precisamente, una atemporalidad, que, vistiera como vistiera sus canciones, ha mantenido su figura inalterable a través de los años.
De hecho, imagino que pocas de las personas asistentes anoche a su concierto de presentación de su último disco, Fetish (2023), en Valencia, hayan profundizado en su discografía más allá de la trilogía formada por Whiskey (1996), Tattoo (1998) y Poison (2000), con los que dio forma al repertorio por el que es recordado, pero su discografía ha continuado cosechando aciertos – no tan sonados, eso sí- que le han traído hasta aquí pletórico y en perfecta forma vocal e interpretativa.
Quedó patente desde el mismo momento en que su pianista y él accedieron a un escenario ataviado para la ocasión con una larga pantalla en la que se fueron proyectando imágenes fotográficas de tiempos pasados, con personajes que parecían vivir en aquellas canciones tan románticas que tiempo atrás nos robaron el corazón. De hecho, el músico hizo lo más inteligente: tocar, de todas esas canciones, la más esperada, la más conocida, la primera. De esta forma se la quita de encima y el público está, directamente, en su bolsillo.
Algo arriesgado, sí, porque la cosa puede ir en descenso. Pero rápidamente quedó demostrado que el arranque con “So tell the girls than I am back in town” no iba a eclipsar en absoluto al resto de un repertorio que se veía sobrado para encandilar a un personal boquiabierto ante aquél ser pálido que nos miraba con ternura y parecía pasárselo tan bien mientras iba sorbiendo cachitos de su vaso de whisky. Además, se trata de una canción que es absolutamente perfecta como tarjeta de presentación. Oh, sí, Jay Jay había vuelto a la ciudad.
De hecho, el crooner prosiguió haciendo un repaso por partes no demasiado evidentes de su trayectoria. Sonaron “Dilemma”, “Seine” (de su último disco) o la preciosa “You’ll miss me when I’m gone”. Temas evidentemente poco conocidos para su público, pero daba igual. Tanto él como su pianista, arropados por orquestaciones previamente programadas, estaban totalmente entregados a su causa. Y eso siempre transmite. Por eso ninguno de los presentes tardamos demasiados minutos en sentirnos caminando entre nubes.
Hay algo en la voz, en la cadencia de la música de este señor, en la forma en que divaga siempre sobre los mismos clichés, que hace que uno se sienta enormemente confortable. El grácil acento funk de “Smoke” o la atmosférica “Not time yet”, ambas de uno de sus últimos discos, Kings Cross, mantuvieron perfectamente esa constante. Pero claro, llegó “The girl I love is gone” y la nostalgia noventera obró su magia. Caímos todos rendidos, sin remisión, al embrujo de un hombre cuya mirada tiene algo hipnótico. Mira a su público como si hiciera una declaración de amor y le canta con esa voz sedosa, que se conserva intacta.
A caballo entre el jazz vocal y el pop, pero con ramalazos de blues que realmente lo llevan todo a otro estadio. Una elegancia superlativa, que fue deslizándose grácil a través de un listado de canciones infalible: “Finally”, su celebrado último single, “It hurts me so”, “Milan, Madrid, Chicago, Paris”, “Quel dommage” o esa delicia pop que es “On the radio”… un auténtico éxtasis, que además quedó rematado con “Whispering words” cantada acapella, “Believe in us” y un “I’m older now”, que dio paso a la despedida a ritmo del “My way”, de Syd Vicious, con Jay Jay dando la mano a todas y cada una de las personas del público de las primeras filas entonando cada vez el más sentido de todos los “Thank yous”.
Pero qué gracias ni qué gracias, querido. Somos nosotros los que te estaremos eternamente agradecidos. Qué concierto más bonito, caray. Ojalá quedarse a vivir en momentos así. Vuelve pronto a la ciudad, Jay Jay.
Fotos Jay Jay Johanson: Susana Godoy