Jon Hopkins – Singularity (Domino Records)
La etiqueta IDM -Intelligent Digital Music- nació esnob desde su propio título. Marca la diferencia entre música electrónica llamémosle ligera, y otra que se supone cerebral, más culta y menos hedonista. Hay quien diría que el meollo se resume en: ¿se baila o no? Jon Hopkins no necesita escoger: su música, y sobretodo este Singularity (2018, Domino Records) nos introduce en un túnel del que surgen con la misma solidez beats rotundos, texturas rugosas y melodías etéreas.
Aunque el éxito internacional no le llegó hasta la publicación de su anterior disco, Immunity (2013, Domino Records), el británico es un veterano de la escena, apadrinado por ni más ni menos que Brian Eno. Una larga carrera que se inició en 2001 e incluye maxi-singles, seis álbumes y una banda sonora. Aunque nunca buscó relevancia, su reciente notoriedad le llevó a reducir sus apariciones y no nos ha llegado su nuevo trabajo hasta cinco años después.
Artesano y perfeccionista, Hopkins construye su música en vertical, acoplando capas en progresión y regresión constante. Singularity se entiende más como una sesión continua, donde cada cadencia se construye a partir de la anterior, que como una colección de temas. Un trip brumoso que desde la intro inicia una cascada sónica de ritmos dislocados, dark ambient, industrial y coros, y donde también flotan inesperados remansos conformados por suaves notas de piano y grabaciones de campo.
Sin embargo, donde Jon Hopkins marca la diferencia es en la visceralidad de su propuesta. Crea en el oyente una especie de sinestesia, un trance donde las texturas pueden rozar la piel o llegar al tuétano. Todo se siente orgánico. Hopkins lanza cada sonido desde las entrañas. Aún se recuerda su actuación en el Sónar de 2014, y su inminente retorno se espera con muchas expectativas entre los amantes de la electrónica arriesgada y con fundamento.
Discazo.
Por cierto se escribe sobre todo, separado. Junto significa otra cosa.