Las Ruinas – Groarrr! (El Genio Equivocado)
Titular a un disco con una onomatopeya rugiente puede ser un arma de doble filo: o te haces una idea de la carnaza que vas a escuchar a lo largo de treinta y cuatro escasos minutos o sales huyendo por la salida más cercana ante la irrespirable atmósfera que parece acechar con los primeros acordes de «El problema», cuando se cruzan las guitarras afiladas y el ambiente de pura irreverencia punk lo inunda todo. Pero claro, si escuchas algo así como «dices que tengo un problema pero el problema eres tú», ya decides prestar atención a la música de este trío barcelonés que ha dejado de autoeditarse para pasar a mayores (o intentarlo) de la mano de Marco Margione, el compinche de los experimentales Linn Youki que se ha arriesgado con la producción de un disco directo, espídico y casi sin concesiones.
Catorce temas que son catorce descargas, la mayoría gamberras y eléctricas, grabadas con el descaro y la espontaneidad de las primeras tomas y las historias de serie B salidas de la pluma de Edu Chirinos, la voz cantante y las desaliñadas cuerdas de unas Ruinas surgidas del más auténtico underground pop. Es precisamente el pop el norte final y la base última de temazos como «Rosita» o el instantáneo hit que es «Club de fans», una ráfaga ramoniana de apenas un minuto en la que concentran todas las virtudes y defectos de un proyecto que empieza a crecer en cantidad y calidad. Por eso parecen ampliar su registro lírico buscando caminos menos trillados en pos de la melancolía y la desilusión («Se remata un corazón» y sobre todo «Estatua humana» son sendos brillantes himnos de desamor), pero sin perder nunca un sentido del humor innato y una frescura que tras tres discos conservan a base de contundencia.
«Mi vecina es una asesina», aseguran en una letra terrorífica, y es difícil que alguien se atreva a ponerlo en duda, lo mismo que si afirman hablar con «El monstruo del pantano», vista la rabia con la que se encaran a cualquier otro discípulo de los Stooges. Saldrían indemnes del duelo, como lo hacen tras la osadía de terminar un disco de difícil promoción con un casi instrumental como «Ovni» y más de cinco minutos de digestión con un placebo entre punk y heavy bullendo en el estómago. Hasta Kafka aparece entre líneas («Insecto») y la «Lo-fi» es convenientemente reivindicada («No compres música, hazla tú mismo; no bajes música, hazla tú mismo»), sin olvidarse de sus orígenes, porque ellos son chicos de la calle y saben lo que es «Vivir y morir en BCN» ahogados de vez en cuando en la inevitable crisis existencial, que si es tocada a ritmo de surf psicodélico (como sucede en «Ayahuasca») se puede convertir en excusa para disfrutarla sin más.
El propio baterista de la banda, Toni López, se encarga del diseño y el collage de la portada, echando un vistazo a la cual nos alegramos de que aún existan bandas que se tomen a broma los vaivenes del destino y se regodeen en su propia intrascendencia. Eso es justamente lo que siempre nos ha gustado de la música, y a fe que Las Ruinas van a seguir haciéndonos partícipes de ello. Yo al menos, cada vez que alguna frase hace que mis pies se despeguen del suelo por unos segundos, una de sus sabias enseñanzas: «En tu club de fans solo está tu madre».