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Last Christmas (o Cómo Wham! Salvó la Navidad)

Suele decirse que no existen fórmulas para garantizar que una película sea un éxito de taquilla, pero tengo serias dudas de que eso sea cierto. Sobre todo, después de haber visto Last Christmas las pasadas Navidades (y no es una broma fácil). La crítica machacó la película, pero al público le encantó y la explicación a estas dos reacciones opuestas está en que todo el film es un compendio de los tópicos habituales en las comedias románticas. Porque, admitámoslo, esos “tópicos” que todos conocemos perfectamente, cuando están bien hechos, funcionan. Y de entre todos ellos – argumentos predecibles, personajes estereotipados y políticamente correctos, diálogos y chistes que ustedes y yo podríamos escribir sin mucho esfuerzo -, de entre todos, la música es el principal.

Una banda sonora compuesta por canciones reconocibles y que a (casi) todo el mundo le gustan es una garantía de éxito. Lo fue en Mamma Mía!, lo fue en Bohemian Rhapsody y también lo fue en Rocket Man, así que, ¿por qué no iba a serlo en este caso? Sin duda, una buena parte del presupuesto de la película se la llevaron los derechos de las canciones de la banda pop de los ochenta, Wham! y del difunto George Michael, pero mereció la pena.

La historia no es, en realidad, sino una variante del clásico Cuento de Navidad de Dickens, en el que ciertas entidades del Más Allá ayudan al protagonista a tomar conciencia de que su actitud apesta y debe cambiar. Cierto que entre Mr. Scrooge y el personaje interpretado por Emilia Clarke (Juego de Tronos) hay una distancia considerable, pero en esencia se trata de eso, de la evolución del protagonista, de su viaje interior, del character arc imprescindible en toda buena narración. Situémoslo en Londres, en pleno Christmas time, con cada rincón lleno a rebosar de luces de colores, espumillón y figuritas navideñas y de fondo pongamos a George Michael cantando esos temas que todos conocemos y adoramos…  ¿Quién podría resistirse? Yo no, desde luego, ni tampoco nadie de los que estaban en mi fila de butacas. Terminamos secándonos las lágrimas unos a otros, llenos de buenos sentimientos y amor hacia el prójimo (a punto estuve de besar al bigotudo de mi derecha, al que no conocía de nada).

Y es que la música, cuando es buena, nos remueve las entrañas, por eso todo buen director elige cuidadosamente al compositor de la banda sonora; ahí tienen, por ejemplo, a Steven Spielberg que lleva décadas sin separarse de John Williams.

En este caso, cada apartado cumple con lo esperado – actuación, fotografía, decorado, montaje – pero, sin ninguna duda, el elemento clave son las canciones que el director, Paul Feig, sabe colocar en los momentos oportunos, con tal habilidad que parecen haber sido escritas para encajar en esas escenas y no al revés.

Al llegar aquí, puede que alguien, habiendo leído lo anterior, se pregunte: “Entonces, ¿es una buena película o no?”. La respuesta, como casi todo en esta vida, es relativo y dependerá de dónde nos situemos. Si lo hacemos del lado de los críticos (“bodrio infumable”, “no engaña a nadie”, “falsa, sentimentaloide”, “zurullo inmenso”), si nos situamos en el del director y los productores (coste de producción, 30 millones de dólares; recaudación, 120 millones) o en el de los espectadores que pasaron un buen rato viéndola. Al final, lo que cuenta es si usted disfrutó con ella. Si fue así, todo lo demás sobra.

2 comentarios en «Last Christmas (o Cómo Wham! Salvó la Navidad)»

    • Yo no diría que la reseña es un elogio. La peli está bien hecha, eso es innegable y en taquilla ha resultado todo un éxito, otro hecho innegable. Ahora bien, la crítica la fulminó (tercer hecho innegable), porque está llena de tópicos y el argumento es bastante previsible, así que desde luego no se va a llevar ningún premio cinematográfico. Pero mucha gente se lo pasó bien con ella, y eso fue, en mi opinión, gracias a la banda sonora. Saludos.

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