Lila Downs (Teatro De La Axerquía) Córdoba 04/07/19
Van 39 ediciones con la presente y el emblema musical en que se ha convertido el Festival de la Guitarra de Córdoba ha trascendido medios y alcance, incluso fuera de nuestras fronteras, a un nivel organizativo y artístico mucho más complicado de mantener de lo que el común de los mortales alcanzaría a entender. Lo fácil, lo más a mano cuando de hablar por hablar se trata, es convocar a la opinión pública al sollozo gratuito, al ostracismo colectivo, al campo yermo de lo subjetivo. Durante las más recientes ediciones se han puesto en entredicho demasiadas cosas y se han tenido en cuenta muchas menos, entre ellas la capacidad del evento por adaptarse a otros aires e incorporar nombres en teoría ajenos al espíritu original (ay, qué poco nos gusta la palabra evolución) que no hagan peligrar su prestigio sino corregir su prestancia. En resumen, que una propuesta étnico-folclórica como la de Lila Downs inaugurase el escenario principal del festival no fue bien visto por esa mayoría no tan inmensa como parece, resultando en un aforo a medio completar y una sensación general de que lo que estábamos viendo, por muy interesante que a algunos nos parezca, no era lo que “había que ver”. A los no iniciados, habría que decir que en esta ciudad todavía nos queda mucho por aprender, y quizá siga siendo demasiado pequeña para encontrar gente que de verdad quiera hacer los deberes. Ellos se lo pierden.
La estética, y casi habría que decir la ética, de esta leyenda de la música latina forma parte de su tremendo encanto. Una artista que ha ganado varios premios Grammy –sin que eso signifique ya gran cosa, viendo cómo funciona hoy la industria- y ha puesto voz a varias generaciones que han vivido y viven en la bisagra cultural y geográfica de una tierra tan rica en contrastes, alguien que conoce las raíces culturales de su tierra y las cuitas de su gente como si de una madre espiritual se tratase, debe obligatoriamente dominar las artes escénicas y rodearse de una banda desacomplejada, que la empuja con brío en la recreación de clásicos como ”La llorona”, tantas veces escuchada en otras voces, “La martiniana” (un son tradicional azteca emparentado con la música africana) o “Cariñito”, una cumbia tradicional peruana y tema estrella de su más reciente trabajo Al Chile, repleto de tomas actualizadas de viejas tonadas populares en su momento relegadas como cantos del populacho que poco a poco se hicieron grandes en sabias gargantas como la suya. “Las marmotas”, “La campanera”, “La iguana”, títulos iconográficos de su latitud, suponen ciertos altibajos entre “Dear Someone”, la carta desgarrada que en estudio escribe la voz de Norah Jones, y “Viene la muerte echando rasero”, otra incontestable demostración de que en estas músicas podemos encontrar la verdad que se nos oculta en otras más pulidas. En las rancheras, como en “Urge”, de su amigo Vicente Fernández, y “Vámonos”, imprescindible e indispensable clásico del enorme José Alfredo Jiménez, también nos desconsolamos un buen rato, entre percusiones, guitarras y bases rítmicas que nos llevan a bailar abrazados a una botella de tequila en plena Plaza Garibaldi en compañía de algún que otro visitante “Clandestino”, como ya nos enseñó Manu Chao –la versión de la Downs en directo es mucho mejor-, o repasar la triste historia de un país que se parece mucho más al nuestro de lo que creemos en “Zapata se queda”. En los extras, la parte más festiva del show nos invita a danzar “La cumbia del mole”, disfrutar cada uno a su manera del “Humito de copal” y saborear profundas copas de “Mezcalito”, estas últimas la excusa perfecta para justificar el éxito de una artista global, aunque en nuestro país como ya es habitual lleguemos tarde a casi todo.
Un soplo de aire fresco, una sorpresa que para unos airea y para otros oscurece la habitual alineación de monstruos de las seis cuerdas que teóricamente debería ser la base del festival. Algo sumamente discutible, pero igualmente disfrutable si se quiere. Aún nos quedan crónicas para confirmarlo.
Fotos: Raisa McCartney