Interpol (Sexto ‘Nplugged), Sesto al Reghena, Italia 26/06/2018

No hay que confundir elegancia con esnobismo. Si la primera es un bello armazón que permite decir cosas interesantes dentro, el segundo es una camisa de fuerza que, muchas veces, impone estilo sobre substancia. Cuando surgieron, a principios de siglo, los grupos que se incluían dentro del revival post punk, siempre estuvo la duda de cuánto la forma ahogaba el mensaje, sobre todo cuando los puntas de lanza (unos The Strokes, que hoy ofrecen recompensa por la inspiración perdida) dejaban en el aire esta interrogante con cierta recurrencia.

El recientemente traducido libro de Lizzy Goodman, Nos vemos en el baño. Renacimiento y rock and roll en Nueva York, 2001-2011 (Neo Person, 2018), traza en un relato coral, justamente, los devenires de aquella última generación de guitarras que logró acaparar la atención mundial. Dentro de ellos, un lugar importante ocupa la banda más inglesa de la gran manzana, Interpol. Transformados en una suerte de reverso existencial de Bush (aquellos británicos ansiosos de haber nacido en las riberas del río Wishkah), el grupo liderado por el siempre flemático Paul Banks tomó buena parte del vocabulario del post punk inglés (sí, la sombra alargada de Joy Division), lo modernizó y le agregó un pulso bailable. Todo ello, sin despeinarse, ni siquiera al cantar aquellos versos de desolación amorosa y deseos profundos. Elegancia, que le dicen.

Luego de la gira en 2017 que recordó los 15 años del insuperable debut Turn on the bright lights (Matador, 2002), la banda ingresó a los estudios con un aliado insospechado como Dave Fridmann (Mercury Rev, Flaming Lips) para dar forma a Marauders, disco a editarse en agosto. Como una forma de adelantar algunas canciones y aceitar a la banda frente al tour de presentación posterior, los neoyorquinos han comenzado una gira europea que combina fechas en grandes festivales como Roskilde, o la celebración de los 40 años de The Cure en Hyde Park, con plazas menos obvias. Así, la única actuación en Italia correspondió al 26 de Junio en el festival Sexto ‘NPlugged en la pequeña ciudad de Sesto al Reghena en el noreste del país.

(Foto: Elena Maschietto)

Concebido como un evento en el que se involucran los diversos habitantes del lugar en tareas de producción, venta o seguridad, este pueblo de apenas 40 kilómetros cuadrados y 6.500 habitantes ha visto ya 13 ediciones anteriores de su festival con artistas como Mark Lanegan, Air o Belle and Sebastian. Iniciando un ciclo que contempla las actuaciones de Rhye y Mogwai, Interpol logró llenar un anfiteatro natural con unas entusiasmadas 2000 personas que, provenientes de otras partes del país y de algunas naciones vecinas, bien parecen dudar de las vacaciones (largas) que varios le auguran, últimamente, a la música de guitarras.

Con el énfasis puesto en Antics (Matador, 2004) y, en menor medida, en el posterior Our Love to Admire (Matador, 2007) y en su elogiado primer disco, la banda no sólo muestra que sus aventuras de la última década no le han dejado el mejor sabor en la boca, sino que el sonido del single de 2018 «The Rover» y de la aún inédita «Now you see me at work», calza sin problemas dentro del canon del grupo. Lo que, para algunos hablará de inmovilidad estilística (y mira, que podría serlo), también puede entenderse como un estilo que, de tan afincado, se abre en pequeñas variaciones según el tiempo o la intensidad del tema a tocar.

(Foto: Elena Maschietto)

Cuál será la influencia del “Phil Spector del indie” en sus labores de producción es un verdadero misterio considerando lo visto en Italia hace algunos días. La base sólida del histórico Sam Fogarino en batería, con el invitado Brad Truax en bajo, mantienen ese esqueleto nervioso que caracteriza la mayor parte de los temas de Interpol, lo que se ve reforzado por las líneas de guitarra de Daniel Kessler y las atmósferas del también invitado Brandon Curtis en teclados. Todo en orden, como para que Paul Banks murmure tranquilo sus relatos, mientras dibuja media sonrisa para algún “grazie mille” y se vaya sin una gota de sudor sobre la frente. Como una suerte de procesión interna, realmente elegante.

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